La fotógrafa norteamericana viajó a Galicia en el primer tercio del siglo XX comisionada por la Hispanic Society of America
JESÚS MANUEL GARCÍA. En pleno agosto, Ruth Matilda Anderson y su padre viajaron desde Nueva York hasta Galicia, tierra a la que entraron a través de Vigo. El vapor les mostró la mole firme de las Cíes y al adentrarse en la Ría de Vigo, la fotógrafa vio aguas verdes rodeadas de suaves colinas a ambos lados de la ría. Cuenta cómo a los pocos minutos se divisaba la ciudad olívica, mostrando los afilados ángulos de su castillo de O Castro. Luego se asomaron las innumerables fachadas graníticas del caserío urbano que tanto fascinaba a la huésped americana. Al desembarcar, les llevaron el equipaje al hotel situado en lo alto de una calle. El gran hotel disponía de galería desde la que Ruth Matilda y su padre divisaban la ría. Se fijaron en los tejados y en los edificios colindantes y se percataron de la buena y exhuberante arquitectura viguesa, una ciudad de calles anchas y bloques regulares, señala la fotógrafa en su libro. Para almorzar degustaron caldo gallego y percebes, además de guisantes con aceite, huevos y bistec con ensalada. Para terminar, tomaron helado, manzana, pera, queso y, por último, café. Por supuesto, tuvieron siesta.
Ruth Matilda y su padre decidieron empezar su actividad profesional fijándose bien en la gente, en su forma de vestir, en sus acciones. La forma de vestir de la mujer gallega y la del hombre. La autora continúa mostrando sus impresiones de esta primera estancia en Vigo, recorriendo los puntos célebres de la urbe de aquel primer tercio del siglo XX. Se detienen observando la vida de la ciudad vieja, atendiendo a los trajes típicos regionales. Se acercan a la villa de Baiona y también a la de Cangas, dejando en su libro legendario hermosas imágenes llenas de encanto. Todo llamaba la atención de esta mujer que tampoco se perdió la asistencia a la romería viguesa de San Roque, el 16 de agosto, junto a su capilla en las entonces afueras de la ciudad. Escenas costumbristas, el interior de la capilla, los gaiteiros, interiores domésticos tradicionales.
Ruth Matilda acudió igualmente a la romería de Santa Tecla para viajar también hasta Mondariz por el valle del río Tea. El paisaje de pinos y granito le sorprende y lo inmortaliza con su cámara y aparecen así las mujeres trabajadoras del campo local, la casa tradicional con su lareira, el hórreo, la mujer engalanada y la silueta del castillo de Vilasobroso.
Leyendo el libro de 1939 diríamos que estamos recorriendo una tierra idílica. La fotógrafa americana llegó a la ciudad de Pontevedra y allí se fijó en sus monumentos más representativos, la Peregrina y la basílica de Santa María, los pazos barrocos y las gentes sencillas que animaban la feria. También prestó atención a la lengua y a detalles como el uso de la X en gallego, de distinto sonido que en castellano. Y le sorprendía escuchar «Vijo» en vez de Vigo y «Gosé» por José. Se detiene Ruth Matilda y se deleita con la lengua, tanto castellana como gallega y menciona la antigüedad de esta última. Ruth Matilda vino a Galicia bien concienciada, dispuesta a estudiar la tierra, sus gentes, su cultura. Con la cámara, con la pluma estilográfica y con su ingenio. Plasma en estas páginas aspectos de la historia de la Literatura gallega.
La Ría de Pontevedra es otro de sus objetivos y así describe todo lo que socialmente le es propio, haciendo lo mismo con su visita y recorrido por la Ría de Arousa. Cada imagen hecha por la señorita Anderson es una joya, un cuadro o una postal. Da igual que se trate del desembarco de pescado como de una mujer posando sentada. O una mariscadora inclinada, agarrada al sacho en la arena mojada del Atlántico. El embrujo de la Galicia costera es evidente.
En octubre viajó a Santiago de Compostela, ciudad que ella plasma con elegancia en su libro. La fuerza de las fotografías en blanco y negro es insospechada en esas páginas. La Catedral, Raxoi, los más nobles edificios de la histórica ciudad, las leiteiras, devotas ante el Pórtico da Gloria, religiosos paseando ante la Porta Santa por la granítica Quintana… Y en Compostela Ruth Matilda pone la atención en los estudiantes universitarios y en los peregrinos, dos colectivos que dan vida a Santiago. La Catedral y su ambiente tienen su hueco en el trabajo de la joven americana, relatando innumerables detalles, y no le es ajena la visita a la Feira do Gando, donde inmortaliza vestimentas, aperos, animales… Se detiene en el estudio de yunques, campesinos y carros, ¡el carro gallego!
En las cercanías compostelanas la visitante americana se desplaza al Pazo de Oca, del que deja constancia fotográfica de su arte y arquitectura, con sus jardines y salones elegantes. Y del pazo, al palacio arzobispal de Santiago, que también suscitó la curiosidad de la autora. Paisaje románico de arcos, capiteles, nervios y luz blanca. Ruth Matilda viajó a Noia pero también estuvo en A Escravitude, en Padrón y en Iria. La riqueza tanto de información textual como iconográfica de este libro del año 1939 es digna de tener en cuenta. Todo le llama la atención. Viaja a Muros y estudia la vestimenta tradicional local con imágenes sublimes. Anderson visitó O Pindo y también Cee para llegar a Fisterra y estudiar los trajes de boda y la joyería antigua de las gentes de la zona.
A Coruña es otra de sus paradas, fijándose en sus vecinos, con sus ropas y costumbres. Este periplo finaliza en Muxía y en Vimianzo. Ruth Matilda Anderson se hizo con un nutrido volumen de información sobre A Coruña y Pontevedra que vio la luz en este The gallegan Provinces of Spain: Pontevedra and La Coruña. Contiene 682 ilustraciones que se conservan en la colección fotográfica de la Hispanic Society of America. Consta de 496 páginas y fue impreso por orden de los patronos de dicha sociedad en la ciudad de Nueva York en 1939.
La primera ilustración del libro es un cuadro de Joaquín Sorolla, Galicia, perteneciente a dicha Sociedad. El libro pertenece a la colección Hispanic, notes & monographs y de pequeños estudios y biografías encargados por la institución, serie de viajes. No es un libro que se pueda conseguir fácilmente salvo que se consulte en algunas bibliotecas públicas, como la de la Diputación de Ourense. Nuestro ejemplar original fue adquirido en la propia Hispanic Society of America en el año 2003. Tenerlo en la mano es como atrapar un puñado de la Galicia de una época ya lejana, pues hace más de 80 años que Anderson recorrió tierras gallegas.
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