Personajes fantásticos esperan al visitante escondidos en los capiteles del monumental claustro
JESÚS MANUEL GARCÍA. El 25 de mayo del año 1296, el papa Bonifacio VIII comunicaba que había llegado a sus oídos “con clamorosa insistencia y no sin grave turbación de nuestro espíritu”, que Gomecio Castellano, que ejercía la jurisdicción en Ourense, algunos oficiales y familiares del obispo, con conocimiento de miembros del cabildo catedralicio, se allegaron al antiguo convento de San Francisco para romper las puertas de las casas e incendiar la iglesia, asesinando a algunos hermanos. Estamos en el siglo XIII, época en la que había tensiones de poder entre el señor de la ciudad, el obispo, y el pueblo, que deseaba que Ourense fuese ciudad de realengo.
Debido a aquellas luchas, los representantes del Concello se refugiaron en el templo franciscano y el obispo, Pedro Yáñez de Novoa, envió a sus hombres para incendiar la iglesia. Ante estos hechos, los frailes hallaron refugio en Allariz, permaneciendo en esta villa hasta los primeros años del siglo XIV. Y será en el año 1305, cuando, según el testamento de María Eans, se construye la cabecera de la segunda iglesia conventual que, de las inmediaciones de la catedral, en la actual plaza del Corregidor, pasa al Montealegre. Los frailes habían encontrado refugio en el monasterio de Santa Clara, en Allariz, y no regresaron a Ourense hasta la muerte del obispo. Se cree que a mediados del XIV ya existía un nuevo convento en la ciudad.
María Dolores Fraga señala que en el siglo XV el convento ya estaría consolidado, sirviendo a los vecinos y acogiendo también celebraciones litúrgicas del cabildo catedralicio tras haber destruido, el conde de Benavente, buena parte de la zona norte de la catedral. La iglesia del convento fue trasladada al viejo Campo de San Lázaro en 1927, dejando en Montealegre los muros norte y sur de su única nave. Tiene planta de cruz latina con un ábside poligonal y dos ábsides menores. El edificio perdió la orientación original y quedó escondido entre los edificios colindantes, siendo privado para siempre de la majestuosidad exterior que lucía en su emplazamiento original.
En Montealegre queda una pieza de extraordinaria importancia artística como es el claustro de la mencionada iglesia, ubicado al norte del templo. Aún puede verse el muro norte de éste articulado con contrafuertes. El claustro tiene planta cuadrangular pero no forma un cuadrado perfecto. Posee tres series de arcos en cada lado menos en el oeste, donde hay cuatro series. Si nos ponemos en medio de este recinto, veremos que las series de arcos están separadas por contrafuertes en dos alturas que carecen de ornamentación excepto dos de la galería oriental, que muestran dos canes descansando en los chaflanes.
Las arquerías se elevan sobre un banco de piedra. Se trata de arcos apuntados, moldurados con un baquetón central grueso, con detalles que hacen recordar los arcos de la Claustra Nova de la catedral. Menos en el lado oeste, que presenta columnas con haces de cuatro columnillas, y tres las entregas y como en el ala norte, las columnas son dobles. Los fustes son monolíticos con capiteles tronco-cónicos que muestran una decoración muy variada, de motivos vegetales, zoomorfos y antropomorfos. La tranquilidad del lugar invita al visitante a deleitarse con todos estos elementos, a fijar la vista en mil y un detalles.
Las cubiertas de madera en la galería del claustro fueron restauradas en el año 1978. Al exterior la parte alta luce decoración con bolas sobre canecillos en los que se repite la exuberancia ornamental, detalles que están en relación con la catedral y con el palacio episcopal antiguo. Siendo como eran los franciscanos frailes que ensalzaban la pobreza, sorprende tanta decoración en su claustro. Como eran predicadores, se valían de numerosos ejemplos fácilmente entendibles por el pueblo, para adoctrinarlos, de ahí los motivos ornamentales de esta fábrica, muy alejada de la austeridad edilicia que practicaban estos religiosos.
En esta obra se aprecia el influjo de miniaturas que empezaban a surgir en los márgenes de los libros de oración y en los tratados a lo largo de los siglos XIII y XIV. Por ello las escenas con figuras no siguen una línea narrativa única sino que se van intercalando en toda la obra con otros motivos vegetales. El profesor Serafín Moralejo defendió que el estilo apreciado en las esculturas de este claustro responden a lo que él denomina el “estilo ourensano” en su última fase, es decir, entre los años 1325 y 1350.
En los capiteles se ven escenas de lucha, entre animales y entre seres humanos. Hay perros enfrentados viéndose junto a ellos dos gatos, un hurón o comadreja que muerde a un bóvido, temas, dice Fraga Sampedro, que reflejan el mundo al revés, motivos didácticos y satíricos de la época.
No faltan las luchas entre centauros y otras criaturas fantásticas. Así, en la zona oeste, en el segundo capitel, se aprecia un centauro que parece tensar su arco para disparar una flecha a una sirena-ave, que se representa con la cabeza cubierta y que por tocado lleva un capirote. También se pueden ver enfrentamientos entre humanos y seres irreales como en el capitel del ala oeste en el que un ser humano que viste túnica obliga a bajar la cabeza a un par de dragones que lo flanquean.
De igual modo hay en este claustro escenas alusivas a las tentaciones y al pecado, representadas como animales fantásticos, dragones, sirenas-ave, alguna cabeza satánica. Recursos para aludir a las pasiones, a la soberbia, etc. Los motivos vegetales son hojas lobuladas, tallos. Hay dos estatuas columna, una representa a Santiago Apóstol y la otra, a San Pedro, príncipe de los apóstoles.
Este claustro tenía el lavatorio, cuya reconstrucción hipotética hicieron Juan Carlos Fernández Rivas y Manuel L. Rivas Suances, fijándose en los restos que se conservan, como el arranque de los nervios en el ángulo noroeste. En esa zona se puede comprobar cómo varía el ritmo de arcos, que se agrupan en dos series de tres arcos y no de cuatro o cinco. En el ala norte se ve el acceso a lo que fue la sala del capítulo, luego transformada en capilla funeraria de los Sandoval, del siglo XVI. A ambos lados de la puerta se representa la escena de la Anunciación, estando, según se entra, la Virgen a la izquierda y el arcángel Gabriel a la derecha, posición cargada de significado.
En el año 1722, Fray Jacobo de Castro, dejaba constancia escrita de su paso por el convento franciscano de Ourense. Describe sucintamente la iglesia “muy capaz con cruzero espacioso sobre arcos de cantería muy elevados” y señala que en el claustro principal está pintada la vida de “nuestro Padre San Francisco en quadros de cuerpo entero de pincel muy primoroso…”. El convento de San Francisco se convirtió en cuartel militar en los siglos XIX y XX. A finales del siglo el Gobierno cedió el edificio al Concello de Ourense para convertirlo en un gran centro cultural, obras que tras los años transcurridos todavía no finalizaron.
Desde el año 2013 se puede ver felizmente el claustro gótico, abierto a la visita de los turistas. Es, sin duda, uno de los sitios imprescindibles del patrimonio artístico de la ciudad. Data de la primera mitad del siglo XIV. Al lado del claustro y del espacio que ocupó su iglesia, se halla el cementerio de San Francisco, declarado Bien de Interés Cultural en el año 2000 por sus monumentos arquitectónicos y por hallarse enterrados en él varios personajes de la cultura de Galicia. El solar que ocupa fue donación de los franciscanos hecha en 1822, aunque su bendición tuvo lugar 1834. Junto al claustro se halla también el albergue de peregrinos, y la sala de escultura del Museo Arqueolóxico de Ourense, que exhibe piezas muy valiosas del pasado de esta tierra.
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