JESÚS MANUEL GARCÍA. Visitamos hoy la ex colegiata de Santa María la Real de Xunqueira de Ambía, en la provincia ourensana. Estamos en las tierras del Alto Arnoia, en una zona dominada por la erosión fruto de la acción de los ríos Arnoia y Ambía. Nos encontramos en una villa que es paso obligado en la ruta jacobea de los peregrinos del sur. Nada más acercarnos a Xunqueira, llama la atención su caserío presidido por la torre de Santa María, que realza el paisaje urbano local con quietud y elegancia. Y en el centro de esta singular población se alza majestuosa la iglesia en otro tiempo colegiata de gran esplendor, lustre que aún hoy se resiste a perder. No se trata aquí de contar la historia del lugar, ya estudiada por otros autores, sino de entender un poco mejor una fábrica eminentemente románica, por tanto de un tiempo de unidad europea, pero con peculiaridades, un estilo desarrollado en el mundo rural, pues la burguesía aún carecía de peso. Se afianzan las monarquías, surge una masa de privilegiados que se convierten en aristocracia, que apoyarán al rey adquiriendo privilegios, por lo que nacerá el sistema de servidumbre.
El nacimiento de Xunqueira se funde en la leyenda. Podría tratarse del lugar de juncos en el que apareció la imagen de la Virgen, hacia el siglo IV. En este solar hubo un cenobio que luego se convirtió en priorato de canónigos regulares de San Agustín. En el siglo XII el rey Alfonso VII donó el monasterio de Xunqueira de Ambía al priorato del Sar, que data del año 1136. Xuqueira tenía un extenso coto, de propiedad real. Esta primera donación por parte del rey anuncia el comienzo de un engrandecimiento del patrimonio que ya poseía el templo gracias a sus fundadores, Gonzalvo-Aldara, en 1007. Desde el siglo XII hasta el XVI no dejó de adquirir privilegios y donaciones.
En el XVI pasó a la mitra de Valladolid, anexionándose Xunqueira a la sede episcopal castellana. Tenía siete canónigos y cuatro capellanes, entre otros cargos secundarios. Los canónigos se convirtieron en seglares, no regulares, es decir, dejaron de hacer vida conventual en las dependencias de la colegiata. Como los canónigos catedralicios, que se fueron a vivir a casas particulares en el entorno del templo, de ahí los nombres de calles tales como de los canónigos, del deán, canongías, etc etc.
La anexión a Valladolid arreglaba los gastos, entre otros, de la campaña de construcción de la nueva catedral de la ciudad del Pisuerga. Y no faltaron tensiones con los canónigos ourensanos, que no deseaban pertenecer a una sede episcopal situada a 50 leguas, pues consideraban que más urgente era que pasaran a depender del obispo de Ourense, más pobre que el castellano, decían.
1.-Qué es una colegiata.
Colegiata es la iglesia que cuenta con cabildo de canónigos, asimilado al de una catedral, pero sin cátedra del obispo fija. En España se dieron edificios colegiales tras haber sido catedralicios, por mudarse la sede episcopal a otro lugar. Son ejemplos la catedral vieja de la sede de Auca, en Valpuesta, trasladada a Burgos; la de Roda de Isábena a Lleida o las de Nájera y Santo Domingo de la Calzada, trasladadas a Calahorra. En otros casos se constituían colegiatas habitadas por cabildos que seguían la regla de San Agustín en poblaciones de cierto calado: A Coruña, Baiona, Vigo, Villafranca del Bierzo…. Los capítulos de las colegiatas tuvieron derechos y deberes al estilo de los cabildos catedrales.
El superior era el abad y, toda vez que en el siglo XIV los canónigos abandonaron la regla agustiniana, pasaron a denominarse deanes. Hubo colegiatas convertidas en catedrales: Santander, Solsona, o concatedrales: Vigo, Alicante… Por el Concordato de 1850 se estableció que solo se conservaran las colegiatas ubicadas en capitales de provincia donde no hubiese sede episcopal, las de patrocinio particular cuyo sostenimiento estuviese asegurado, quedando en dependencia de sus respectivos obispos.
2.-La fachada principal:
Si lanzamos la vista hacia la fachada del templo, estamos viendo el occidente, el oeste del edificio. Una imposta divide la fachada en dos partes superior e inferior. Y dos contrafuertes delimitan tres calles, es decir, nos anuncia esta fachada la distribución interior del edificio. Ambos contrafuertes llevan al frente una columna adosada que asciende hacia lo alto. Se rematan por sendos conjuntos zoomorfos, en uno, dos animales luchan; en otro, una loba amamanta a sus crías.
La loba simboliza a Roma, amamantando a Rómulo y Remo y en Roma está la sede de la Iglesia de Cristo, al lado del sepulcro del príncipe de los apóstoles, San Pedro, piedra sobre la que fue edificada la Iglesia de Jesús. La loba que amamanta a los lobeznos está en pie, como la que también se ve en la cercana iglesia de San Pedro de A Mezquita. Yzquierdo Perrín sostiene en su reciente monografía sobre este templo, que dicha evocación quizás la tuvo el maestro de A Mezquita al conocer este motivo a través de alguna moneda que, señala, en torno al año 1200 parece haber conocido también el maestro que trabajó aquí, en este templo de Xunqueira de Ambía.
En ambas iglesias la loba está en pie, con la boca, entreabierta, que permite observar la dentadura como signo de agresividad en defensa de sus crías si alguien osa acercarse. El caso es que en A Mezquita, en el contrafuerte derecho, se representa, además, un lobo sentado, de potente dentadura en boca entreabierta teniendo entre sus patas a un cuadrúpedo, posiblemente un carnero. Aquí, en Xunqueira de Ambía se representa un lobo en el contrafuerte izquierdo, que está inmovilizando a un cordero. Tales semejanzas de Xunqueira con San Pedro da Mezquita permiten sostener a Perrín que quizás se pueda hablar de dos maestros que hayan utilizado el mismo libro de modelos para sus tallas, puesto que no parecen ser obra de un mismo autor.
Si nos fijamos en el contrafuerte derecho, termina en una torrecilla de aire defensivo. En la parte central de esta fachada hay tres huecos circulares, tres rosetones simples, no hay tracería, sin embargo no falta la riqueza simbólica. El símbolo como conjunción de formas visibles, como decía Hugo de Saint Victor, para mostrar las invisibles. Simbolismo, ahora, del círculo y de la luz. Símbolo de Cristo como sol verdadero, tal como lo denominaba en la Antigüedad Zenón, haciendo referencia a Cristo como la fuente de luz verdadera y vital para el alma. Es también alusión a la luz de la Resurrección, como gustaba decir a Clemente de Alejandría. Para Orígenes, Cristo es la luz del mundo, la auténtica, que contrasta con la que captan nuestros ojos, luz sensible, no verdadera. Aludir simbólicamente a Cristo como el verdadero sol se apoya en el Apocalipsis cuando el Verbo divino se identifica con la luz verdadera y se opone al dios sol, en aquella historia o pasaje en el que el emperador Diocleciano ordena rendir culto al gran dios Sol. El tribuno Lampadio negoció con los canteros cristianos y estos le dijeron que adoraban a Cristo, no al sol, porque, decían, Jesús es la verdadera luz venida al mundo. Aludir a Cristo como verdadero sol estuvo en el lenguaje de los cristianos mucho tiempo antes de que comenzaran los choques entre el dios Sol y el cristianismo, nos dice Franz Joeph Dolger. La luz es bella de por sí, dado que su naturaleza es simple y comprende en sí todas las cosas juntas, se dice en el Hexaëmeron.
2.1.-La puerta
La puerta principal se protege mediante un quitalluvias coronado por una sucesión de arquillos dentro de los cuales vemos una ornamentación a base de rosetas, elementos estos estéticos, sí, pero alusivos a la luz solar, a la luz divina, como indica Manuel Guerra. Un disco solar, si deja de girar, se convierte en rosa o roseta de pétalos curvados cual hélice. Si se detiene y estiliza aún más, sale la forma de la rosa estática de cuatro, seis, ocho o doce pétalos. El círculo celeste, con su movimiento, produce el ciclo temporal, que se extiende desde su polo superior (cielo) hasta el inferior (tierra), en otras palabras, se extiende desde la esfera al cubo, la forma más pesada. El cuadrado simboliza la inmutabilidad divina y en este sentido supera al círculo en cuanto que este es reflejo del movimiento sin fin.
En la portada de Xunqueira de Ambía existen cuatro arquivoltas. La más exterior, de billetes, no tiene columnas; las otras tres se apoyan en otros tantos pares de columnas, decoradas las centrales con estrías. Aquí se nos muestra el arquetipo de la soga, que recoge la simbólica de la ascensión, al igual que el árbol, la escalera y el hilo de araña.
Los capiteles lucen motivos vegetales, vemos hojas, entrelazos y el tímpano se exorna con rosetas. El entrelazo, colocado justo en la puerta, nos está lanzando un mensaje. En el contexto evangélico, el lazo se halla en conexión con el poder de las llaves, bien del Hades, bien del Reino de los Cielos. El respeto del lazo nos abre la puerta del reino. Lo contrario, nos las abre al infierno. Por tanto, en el hombre está la capacidad o la libertad de elegir, la decisión de optar por la adhesión voluntaria al lazo.
En esa entrada principal una inscripción nos habla de la fecha fundacional de este gran templo, el año de 1164. El profesor Juan Luis Saco da la siguiente traducción de la inscripción: “Esta iglesia fue fundada en la Era de 1202 (año 1164) siendo el día 4 de las nonas de junio (2 de junio). Cuando seas feliz, te guardarás de las adversidades”. La leemos en el dintel de la portada occidental, aunque la inscripción original se halla al lado.
A ambos lados de la puerta observamos dos mochetas con sendas figuras zoomorfas: a la izquierda, lo que parece ser un buey; a la derecha, quizás un jabalí. El buey como símbolo de Cristo, en cuanto que el buey que es un toro adaptado por el hombre al papel de servidor. En el pueblo, de los animales para sacrificio, recordemos que el buey era la víctima pura. Simboliza el alma santa, imagen de cuantos trabajan en el campo de Dios, obispos, predicadores o símbolo de santos laboradores en silencio. Alberto Mago decía de su discípulo Tomás de Aquino: “Dejad hacer a este buey; su mugido resonará en toda la tierra”. Si se tratase de un becerro, simbolizaría también a Cristo, como víctima sin mácula y sin tara, como exigía el Libro de los Números.
Al otro lado parece mostrarse la imagen de un jabalí. En la tradición cristiana el jabalí simboliza al demonio, tanto si se lo compara con el cerdo, tragón y sucio, o que se considere su impetuosidad, que nos recuerda la fogosidad pasional, o incluso su acción devastadora para las cosechas. Pero también podría tratarse de un águila, en este caso, símbolo celeste, solar, símbolo del apóstol Juan, ave soberana que en el cielo equivale al león en la tierra. Es el símbolo de la ascensión espiritual, de comunicación con el cielo, que le da un poder ingente y la mantiene, en efecto, elevada en lo alto.
Y si fuese un león nos hablaría de la vigilancia de Cristo, del Verbo Divino pues es directa imagen suya ya que algunos autores místicos ven en su rugido el poderío y fuerza de la palabra de Cristo. También significa la doble naturaleza de Cristo, divina y humana. Claro que el león también puede ser emblema de Satán. Decía San Pedro: “Sed sobrios, hermanos míos, y velad, pues el diablo, vuestro adversario, como león que ruge, trata de devoraros”.
Todo en esta fachada alude a Cristo. Incluso la puerta en el templo medieval a él simboliza. “Yo soy la puerta; el que por mí entrare se salvará, y entrará y saldrá y hallará pasto”, Juan 10-9. Vemos y seguiremos viendo que, si el templo es una imagen del mundo, además se le puede considerar como una puerta al Más Allá. Ya lo dice el Génesis: “¡Qué temible es este lugar! No es sino la casa de Dios y la puerta de los cielos”, (Gen 28-17).
Un templo cristiano como este de Xunqueira de Ambía resulta también imagen de la Jerusalen celeste, del Paraíso recobrado, en él entramos gracias a Cristo-puerta. La puerta principal es un resumen de las puertas celestes, imagen cósmica de la Puerta del Cielo, que es Jesús. Conviene tener presente en todo momento que el templo románico no solo está contruido a imagen del hombre sino también a imagen del universo. En muros y pilares se representan la tierra y el sol, animales y vegetales, los trabajos humanos, la historia natural y la sagrada. Esto se ve muy bien en las catedrales, de ahí que se las haya considerado verdaderas enciclopedias. Pero el templo, este que nos ocupa, no solamente es una imagen real de nuestro mundo; es, además, un reproductor de la estructura matemática del universo, lo que le aporta una belleza que nos cautiva cuando observamos con detalle estas obras. Y es que la arquitectura sacra se vale de la cuadratura del círculo, su transformación en un cuadrado.
2.2.-La torre
A la izquierda, la voluminosa torre campanario, símbolo de la villa, pues la domina sobre todo caserío. Dicho elemento arquitectónico fue empezado a construir en el siglo XII, la obra prosiguió en el XIII hasta donde se halla el reloj y, de ahí hacia arriba, es el resultado de los trabajos efectuados en el XVIII.
3.-La fachada norte
Nos vamos acercando a la fachada norte, articulada con un ritmo de cinco arcos que descansan sobre seis pilastras o contrafuertes para contrarrestar la presión de las bóvedas. Influencia obvia de la catedral de Santiago que, como modelo del templo románico, así articula sus fachadas laterales. También existe en Ourense, en sus fachadas norte y sur. Del interior de esos arcos de la fachada de Xunqueira de Ambía surge otro, más estrecho y se nos muestran unos capiteles los cuales no parecen aguantar nada. Los vemos de igual modo en la fachada principal. Y los encontramos también en la catedral ourensana, en sus torres defensivas. Y en Oseira.
Vemos aquí otro tipo de capitel, el llamado capitel ménsula, propio de la Catedral de Ourense, llevado a Santa Mariña de Augas Santas y venido a estas tierras desde la basílica de San Vicente de Ávila, feliz influjo que tuvo como primer destino la sede episcopal auriense. Bajo cada arco de la fachada norte y la sur, se ven vanos con baquetón que se alza sobre un par de columnas.
En el tejaroz hay ornamentación a base de canecillos con figuras antropomorfas y zoomorfas, además de motivos geométricos. Esta puerta norte nos recuerda mucho a la occidental, pues seguramente ambas sean fruto de un mismo maestro. Presenta doble arquivolta con capiteles vegetales, en uno se asoman dos cabezas de cordero y en el otro, dos caras humanas. El cordero nos remite a la dulzura, a la inocencia, a lo simple, a lo puro y también a la obediencia. Es otro ser del llamado bestiario de Cristo. Y tiene acento pascual, pues la muerte de Jesús es tal cual el sacrificio del cordero pascual. Y el rostro es símbolo de cuanto de lo divino hay en el ser humano. La cara viene a simbolizar el paso del ser vivo de las tinieblas a la luz.
4.-La cabecera
Si continuamos dando la vuelta al monumento, llegamos a la zona oriental, al este, a la cabecera, de triple ábside. Ocurre aquí que la sacristía ciega el ábside de la nave de la Epístola. Aún así, esta zona de la fábrica reviste mucha armonía, no poca belleza. El ábside central, como los laterales, es semicircular, pero se divide en cinco tramos delimitados por cuatro columnas. No se trata del ábside poligonal que presenta la cabecera de la iglesia del Sar, en Compostela. Antes del desarrollo del semicírculo, hay sendos tramos rectos, que unen dicho ábside con los laterales, cada uno de tres tramos separados por dos columnas. Los vanos del ábside mayor presentan un trabajo más elegante que los de los otros dos, con capiteles vegetales.
No nos podemos olvidar que, para entender un templo medieval, la fuente se halla en la naturaleza, en el bosque, como señala Rodin en su libro sobre las catedrales.Tampoco hemos de olvidar que el maestro constructor medieval se inspiraba en cuatro fuentes documentales: la Biblia, los filósofos, los manuales técnicos y los escritos de los padres de la Iglesia. De ahí parte el camino hacia la estética que puede ser musical, de la luz, metafísica, simbólica y alegórica, como diría Edgar de Bruyne.
5.-El claustro
Entramos a través del patio, por una puerta que nos da acceso directo a dos espacios, el claustro y la sacristía, delicioso recinto volteado en piedra describiendo una bóveda nervada, traza de la autoría de Bartolomé de Nocendo, en el siglo XVI.
En el sur se levanta majestuoso y lleno de encanto el claustro, ampliado en el siglo XVI, que ofrece arcos de medio punto que llevan calas sobre alto podio, lo que hace que la lluvia no entre, o lo haga con mayor dificultad. Es el claustro uno de esos espacios privilegiados, dice Santiago Sebastián, en cuyo centro de cruzan las coordenadas espaciales y temporales y ese punto de cruce o centro suele señalarse con un pozo, una fuente o un árbol, cuando no un cruceiro que nos dice que justo por ese centro “pasa un eje del mundo, a manera de escala celeste, que une los niveles cósmicos”.
En este espacio pueden verse restos románicos y sepulcros no carentes de interés y monumentalidad. Cerrando el patio por el suroeste se levanta la casa del prior o canónica, donde vivían los canónigos cuando se regían por la regla agustiniana. Y no faltaba la residencia episcopal en esa zona, por decisión del prelado diocesano Carrascosa, a mediados del siglo XIX.
6.-El interior
Ingresemos, por fin, al templo. Pongámonos a los pies de la nave central. Ante nosotros, la armonía y belleza de un espacio sagrado, una cosmología que en aquellos tiempos tenía que imponer al fiel. Atravesaban la puerta principal, cargada con todo su significado. He aquí una planta basilical, de 32,40 metros de longitud, con una anchura total de 14,90 metros, siendo la de la nave central de 4,90 m y la de las naves laterales, de 3,20 m. La altura total es de 14 m. Los muros de este edificio poseen un grosor de 1,10 m. El santuario cercano de Santa Mariña es más corto en longitud, pues mide 29,7 metros, más o menos es igual de ancho que este en el que nos hallamos, y su altura, menor que la de nuestra iglesia, pues aquella alcanza los 12,6 m. Hablamos de planta basilical, porque tiene varias naves, en este caso tres, separadas por columnas.
7.-Orientación del celebrante en el templo cristiano
Si seguimos a Uwe Michael Lang, nos dice que volverse hacia Oriente para rezar era costumbre antiguo en el culto al sol, también lo era entre griegos y romanos. Los primeros cristianos esperaban la segunda venida de Jesús o Parusía en el Monte de los Olivos, lo que implicaba volverse hacia Oriente. Tras la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C. continuó manteniéndose la dirección de plegaria hacia Oriente.
Los cristianos oraban hacia el sol naciente, hacia la Jerusalén celeste de la que nos habla el Apocalipsis. Tiempo después, diría Tomás de Aquino que orar hacia Oriente “era lo más adecuado porque la rotación de los cielos empieza por el este. Porque el paraíso estaba en el este y por causa del propio Cristo, que sube por los cielos de los cielos hacia el este”. El templo, paralelo al Ecuador, se va desplazando con la Tierra hacia el Oriente, hacia el sol eterno. El eje secundario o crucero, se oriente de N a S aportando al edificio la forma de una cruz con brazos a los cuatro ejes cardinales, las cuatro direcciones de este mundo y al verlo en tres dimensiones (recordemos esa cruz de dos brazos a su vez cruzados), se identifica con el espacio total. Por eso al elegir un terreno donde ubicar un templo cristiano, el obispo hacía un signo con su báculo en el suelo, como dice Rossi, signo de una toma de posesión en nombre de Cristo. Metzger dice que todo es hipotético, que no hay evidencia de que en la Iglesia primitiva el altar fuese eje y centro para la liturgia.
8.-Más elementos
En este templo observamos pilares compuestos de núcleo prismático, con columnas adosadas para recoger los arcos fajones, los formeros y los de las naves laterales. Este tipo de pilar nos llega a Galicia a través del Camino de Santiago, procedente de la basílica de San Miguel en Francia. Allí se dieron los primeros casos. Las cuatro esquinas del pilar se continúan en el doblado de los arcos en forma de arquivoltas, cuya función es aligerar el peso del muro. Este modelo usado en Monte de San Miguel, como decimos, pasó a emplearse en el centro de Francia, de modo especial, en la iglesia de Santa Fe de Conques, conectando, desde allí, con el Camino de Santiago, con sus basílicas de nueva planta, entre ellas la propia sede compostelana, la ourensana, la de Coimbra o esta colegiata, entre otros muchos ejemplos, como recuerda Juan Gómez y Glez de la Buelga.
Los capiteles son de ornamentación vegetal y los arcos ya no se muestran de medio punto, como es el arco típico románico. Aquí están apuntados. Clara influencia del primer gótico que nos llega a través de la arquitectura monástica cisterciense, pensemos en la iglesia de Oseira o en la catedral de Ourense. Pero aquí, a diferencia de tales edificios citados, no se cubren las naves con piedra, sino con una simple bóveda de artesonado de madera. Hay otro elemento singular de Ambía, también propio de Santa Mariña: el falso triforio. Inteligente recurso aquí utilizado para doble función, aportar ritmo al templo y altura, de modo que permite cubrir todo el edificio con una sola cubierta a dos aguas.
Hay que notar que si bien la catedral de Santiago fue el gran foco del románico en nuestra tierra, tal arquetipo no llegó a plasmarse con tanta perfección en otras partes. Dicho triforio se desarrolla en 5 tramos de la nave central, formado por series de dos arcos de medio punto que descansan sobre tres pares de columnillas apareadas, culminadas por capiteles vegetales. Este triforio falso corre sobre la línea de imposta de la nave, como vemos aquí in situ.
Todo el edificio está levantado en buena cantería de granito, con los sillares que guardan uniformidad en el corte por hiladas, lo cual también aporta armonía. Los muros en el edificio románico, disponen de dos paramentos de piedra tallada y, en el medio, cascajos para rellenar. Los muros laterales, por término medio, vienen teniendo un metro de grosor y los de las fachadas ocidentales, pueden alcanzar una anchura de 2 metros.
Y en esos sillares campean las marcas de cantería, que lejos de ser elementos ocultos y escatológicos no son más que la firma o marca del cantero para hacer constar los bloques pétreos que talló. Otras marcas son de asiento. A esto se le llama masonería operativa, en otras palabras, los maestros canteros que trabajaban en la construcción de iglesias y catedrales. Nada tiene esto que ver con la masonería filosófica, desarrollada siglos más tarde.
Muchos de estos signos que usaban los canteros eran herencia de otras culturas, y fueron reinterpretados por los distintos talleres. Son signos, dice Néstor Pavón, donde reside el lenguaje gremial con sus identidades y significados. Dentro de los talleres de cantería medievales esos signos se los concedían los maestros a los oficiales una vez que estos pasaban casi una década aprendiendo en el taller y en la obra.
El signo solía tener su origen en la matriz de la obra que poseía cada logia o hermandad de canteros. En efecto, dichos signos eran transmitidos de generación en generación, de padres a hijos y estos los modificaban muy ligeramente, para diferenciarlos de los de sus progenitores. La piedra, pues, que como el ser humano, presenta un movimiento doble, de ascenso y descenso, indica Madelein Davy, pues así como el hombre nace de Dios y vuelve a él, la piedra bruta baja del cielo y, transformada, se eleva hacia él. La piedra en el templo se considera santa.
Si seguimos observando el interior, al este, la capilla mayor ocupa el ábside central, a cuyo espacio se accede bajo un arco de medio punto y sobre el que se ubica otro rosetón, este con una tracería que nos recuerda el número 8, como en Santa Mariña, como en la capilla mayor de la catedral auriense. El ocho hace referencia al octavo día, al día de la Resurrección de Cristo, que se sobrepone al número siete que son los días que forman la semana, el tiempo finito, el tiempo terrenal. Así pues, en el número ocho mora la plenitud de la Resurrección, llena de luz. El 7 representa la edad del mundo, y tras él viene el día octavo, el de la eternidad inmutable.
Dídimo de Alejandría llama a la octava el estado de vida supramundano. Teodoreto se refiere a la octava como el momento del juicio. San Juan Crisóstomo señala, como acabamos de ver, la vida terrenal como la semana con sus 7 días, y el más allá, la renovación de la vida futura, como la octava. Pensemos en las veces que se alude al ocho en los textos sagrados y en la liturgia: la octava del corpus, las ocho bienaventuranzas, el domingo es el día octavo, etc etc. Para Ambrosio el número 8 significa, simboliza la regeneración espiritual. Por eso los baptisterios medievales, algunos, son octogonales, porque el 8 alude a la perfección, a la vida eterna. Detalles en este ábside, esa esfera de cuerdas anudadas que quizá vengan a significar que el objetivo de nuestra vida es desanudar las cuerdas que la aprietan y al eliminar esos nudos, con la muerte, llega la verdadera vida…
Estamos en un templo que fue colegiata. Aqui hubo, pues, un colegio de clerigos, un cabildo formado por canónigos. Y el lugar propio de los canónigos es el coro. La importancia del coro es tal que sin él no se puede concebir ni el templo catedralicio como tipo arquitectónico en la historia ni el colegial. Por ser elemento fundamental en la liturgia en su desarrollo espacial, el coro condicionó la forma de la catedral de modo que sin él la catedral o la colegiata tan solo es un edificio grande. El coro y sus funciones definen la colegiata. En la basílica primitiva el coro se ubicaba en la cabecera, llamado schola cantorum. Con el paso del tiempo se fue ubicando en la nave. El coro se organiza en dos partes, coro alto y coro bajo para el canto alternado de las Horas. Los templos monásticos también tenían el coro en la nave.
La gran importancia del coro como lugar cerrado en la nave la vemos en el del Maestro Mateo en Santiago. El espacio entre coro y presbiterio se llama Via Sacra. Suponía el coro ingresos para sus integrantes. En esta iglesia, entonces colegiata, hubo en la nave central instalado un magnífico coro tardogótico y del primer renacimiento, cuyos sitiales están hoy recolocados en el ábside de la capilla mayor y en las dependencias rectorales, además de la sala capitular. Es obra magnífica y finamente tallada que muestra imágenes como la de San Pedro con espada musulmana y San Pablo, portando otra como caballero. También están tallados los escudos del prior Alonso de Piña sostenido por salvajes, y los rostros de Adán y Eva. Es una talla del siglo XVI, mandada hacer por Alonso de Piña. Se disponía en un cuerpo alto y otro bajo. En el primero había 27 sitiales y 15 en el bajo. En el trascoro, un altar dedicado a San Miguel Arcángel, que con su espada vence a la bestia inmunda, Lucifer. Ocupaba el coro los primeros tramos de la nave central, luego lo colocaron al fondo, a los pies, cuando el edificio perdió la categoría colegial. En el coro se rezaban las siete horas canónicas: Maitines, y Laudes; Prima, Tercia, Sexta, Nona; Vísperas y Completas. Tras la hora tercia se celebraba la misa conventual.
7.- Un magnífico retablo…. El retablo Mayor
Hoy se ubica en la nave lateral sur. Es una joya, pieza extraordinaria que nos está hablando del pasado esplendoroso de este templo como colegiata que fue. Estamos en el siglo XVI, cuando el prior Alonso de Piña promoverá varias obras artísticas como el coro y este retablo. Han tratado sobre esta obra estudiosos como Martín González, Eligio Rivas y Miguel Ángel González. Sigue el canon de la época, es decir, se nos presenta como una cuadrícula que muestra diversas escenas. Pertenece al estilo renacentista flamenco. Pensemos en el retablo de la catedral, también con sus casetones y variadas escenas, tocadas todavía con un aire gótico que, en Xunqueira, se vuelve más renacentista y lo vemos en la decoración de los rostros de ángeles, con sus mofletes, ondulaciones, etc.
Las columnas están decoradas con elementos vegetales e incluso hay medallones con bustos de gentes de la época. González García indica que esas representaciones de personajes marcan el punto más elevado del estilo flamenco en este retablo. Dos tenantes ornamentan, limitan la predela. En sus manos sostienen escudos mudos, no se sabe si porque así fueron concebidos o si fueron borrados con el paso del tiempo.
El retablo lo preside la Asunción de María y se representan escenas marianas. En la predela, la calle central la ocupa el sagrario, exornado con un cáliz y a ambos lados, los apóstoles Pedro y Pablo. En las otras cuatro calles tienen un lugar los cuatro evangelistas, sentados en un escritorio, cumpliendo su función de escritores y acompañados por sus símbolos. A la izquierda se halla San Lucas, el siguiente es Mateo, le siguen Marcos y Juan.
La imagen que preside está en la parte más visible de la calle del centro, un relieve con una talla de bulto redondo de la Virgen. En otro tiempo tuvo a su lado varios ángeles que representaban su vuelo hacia lo alto. esa escena puede estar emparentada con la misma en el retablo catedralicio de Ourense, señala González García.
Vemos también en la calle central una talla del Resucitado en actitud triunfal. Escenas alusivas a la Virgen como la Anunciación, el nacimiento de Jesús, la Natividad de María, los desposorios con José, la llegada de los reyes Magos, la Huída a Egipto, la presentación de la Virgen en el templo, así como la de Jesús, la Circunsición, la Quinta Angustia, la Visitación rematando con la Dormición.
Dorados, azules, son parte de la policromía de tan magnífico conjunto. Data del siglo XVI, concretamente fue contratado al maestro Juan en 1535. El fue el entallador, corriendo la talla de las escenas por cuenta de Gaspar Salgado y la pintura, de la mano de Pedro Bello, como bien nos informa en un interesante artículo el mencionado González García.
Si rico es este retablo, no menos impresionante es la colección de piezas de orfebrería de la excolegiata. Hay 38 elementos que abarcan desde el siglo XIII al XX. Hay obra de plateros ourensanos y de Madrid, no faltando obras procedentes de talleres cordobeses. Son objetos trabajados en plata en su gran mayoría, haciéndose presente el oro para sobredorados. No faltan piezas de cobre y de bronce. En cuanto a iconografía, representan a Cristo, a la Virgen, a varios santos, a símbolos de la pasión y eucarísticos. Se trata de acetres, aguamaniles, atriles, bandejas, cálices, navetas, portapaces, pebeteros…. Este templo conserva, además, un espectacular terno filipino, es decir, casulla, capa y dalmática, confeccionado en Asia en el siglo XVIII. Fue exhibido en el 2003 en la exposición Filipinas, Puerta de Oriente. De Legazpi a Malaspina, primero en San Sebastián, después en Manila, ya en el 2004.
A su lado está otro retablo menor, pero muy bello, enmarcado bajo un arco conopial, dedicado a Santa Ana, con su hija, María y el Niño.
8.-Pons Sorolla en la ex colegiata
La acción fundamental llevada a cabo por el arquitecto restaurador Francisco Pons Sorolla en este edificio se dirigió sobre todo a conservar las cubiertas pues presentaban amenaza de ruina. La campaña se desarrolló en dos proyectos que datan de los años 1964 y 1966. En la iglesia fueron demolidas las falsas bóvedas y cielorrasos de las naves laterales, se construyó una nueva estructura de hormigón armado y se le colocó un artesonado visto de madera. Además se hizo un retejo y repaso de canalones y bajantes.
Al actuar en la cubierta fue necesario efectuar un zuncho de atado de hormigón en la parte superior de los muros perimetralesy en los que separan las naves. Se repuso la sillería perdida y alterada en la cornisa y muros que habían sido afectados por los falsos techos, se limpió la cornisa y todos los muros eliminando cal y consolidando y rejuntando su estructura.
En el claustro se sustituyó la cubierta renovando de modo parcial armaduras y el entablado, realizando también aquí un retejo, recuperando parte del material que ya existía. De igual modo aprovechó Pons Sorolla para mejorar o repasar bajantes y otros elementos externos de canalización. Con la actuación del plan del 66 se recuperó el nivel primitivo del piso en el claustro. En las crujías se colocó un pavimento a base de losas de granito sobre un suelo de hormigón y en el patio lo más probable es que se hiciese el ajardinamiento. Así el claustro volvió a ser funcional, dedicado a museo, lo que refuerza el monumento.
Belén Castro señala que Pons Sorolla actuaría también en el interior del templo, colocando escalones ante la puerta principal, y renovar el enlosado. Esta experta considera que es probable que el arquitecto adecentase, en el exterior, el murete que delimita el atrio.
El templo pasó a ser regido por una comunidad de padres mercedarios, traídos aquí por el entonces obispo Florencio Cerviño, en el primer tercio del siglo XX. Y del culto y administración de dicha parroquia se encargaron durante 75 años. Tras los mercedarios vinieron los padres salesianos, que se encargaron de esta parroquia desde su residencia en Allariz. La capilla lateral derecha estaba dedicada al servicio parroquial cuando existía la colegiata, cuyos canónigos celebraban el culto capitular en la capilla mayor.
9.-El órgano
En esta iglesia hubo, en toda su historia, hasta hoy, tres órganos: Tuvo uno en el XVI y tendría fachada de armario pues estaba dotado de puertas. Se le encargó al alaricano organero Bernal Díaz. En el XVII se contrató un segundo órgano en Santiago cuya carta de pago nos dice Miguel Ángel González data de 1634. Y así llegamos al tercer órgano, el que ven ahora, del siglo XVIII, nueva que aportó al mundo científico el recordado José González Paz. Aunque el coro desapareció, el órgano sigue en su lugar original, en un espacio de magnífica acústica, con fachada barroca de tres calles en el basamento y cinco en la caja. En la cornisa que separa basamento de la caja está la trompetería en batalla, con la doble misión técnica y estética. En la caja se ve decoración de srtas de frutas, y los castillos o grupos de tubos, de 9, de 12… Hoy el órgano tiene motor eléctrico. Data de mediados del siglo XVIII, lo construyó Manuel Glez Maldonado y la caja es obra del escultor de Celanova Juan de San Martín.
Antes de salir de este monumento no podemos dejar de contemplar la sacristía, que es la capilla renacentista que se ve desde el exterior. Es un espacio ennoblecido por la bóveda estrellada que le aporta ese toque especial.
Dejó este templo de ser colegiata el 31 de marzo de 1853, pasando a ser parroquia de término. Es monumento nacional desde el 3 de julio de 1931 y ahora, por tanto, Bien de Interés Cultural. Los personajes que la rigieron, los canónigos y sacerdotes que aquí aquí celebraron las horas corales y demás del oficio divino, fueron muchos, como abundantes fueron los avatares, posesiones, tesoros, rentas, etc etc. De todo ello hablan los documentos de los archivos. Hay un libro asequible de José Barros Guede o los artículos varios publicados en revistas como Porta da Aira, sobre el acervo artistico de este gigantesco contenedor de belleza y cultura como es Santa María de Xunqueira de Ambía. Un monumento a respetar y conservar porque es parte de la historia e intrahistoria de tan hermosa villa. En sus piedras se esconden alegrías mil, penas, lágrimas ya secas, celebraciones, ritos de paso de generaciones y generaciones, muchas de las cuales descansan a la sombra de este hito monumental de que todos tenemos razones suficientes para enorgullecernos.
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