JESÚS MANUEL GARCÍA. Visitamos hoy un potente edificio que forma parte de la Santa e Insigne Iglesia Catedral Magistral de Alcalá de Henares, (Madrid). La torre, como tantas otras de monumentos españoles, es por sí un microuniverso de sorpresas por los espacios que esconde en su interior. Subir cuesta dos euros. Una vez conseguido el billete, se inicia el recorrido. La venta de billetes como la de libros y otros objetos de la catedral se efectúa en la tienda, que ocupa la plata baja de la torre, un habitáculo de planta cuadrada y notable altura. En ese espacio estuvo ubicada en tiempos la capilla del Tránsito de Nuestra Señora y del Ecce Homo, de los siglos XVI y XVII. De ahí salimos a la nave lateral sur para acceder a la capilla parroquial de San Pedro Apóstol, del siglo XVII.
Una vez dentro de esta capilla, a la derecha hallamos la puerta de acceso a la torre. El guía nos abre la puerta castellana y tras ella se nos presenta una hermosa y elegante escalera de caracol que nos recuerda, salvando las dimensiones, a la que posee la Catedral de Ourense en una sala aneja a la sacristía, que permitía subir a la casa del sacristán, escalera del XVI hoy cegada.
Iniciamos el ascenso, entre cómodo y algo agotador, pero merece la pena. Alcanzamos la primera planta de la torre, donde hay una sala con dos vamos que dan a occidente y desde los que podemos obtener una primera impresión de la magnífica urbe complutense, Patrimonio de la Humanidad. Estamos a 11,5 metros de altura. El piso es de madera. En uno de los vanos se exhibe una réplica de nido de cigüeña, con dos ejemplares. Es un pequeño homenaje a los varios nidos de estas aves que luce la torre catedralicia. Y tantas otras torres y tejados de Alcalá. Es la cigüeña blanca ciconia ciconia. Fue en el año 2007 cuando en esta torre hubo catorce nidos. Y estas aves ni se inmutan cuando voltean las campanas, que aquí tienen un magnífico sonido.
Continuamos subiendo por el caracol y así llegamos al segundo piso, donde vemos la misma estructura cuadrangular del espacio, con dos vanos que desde el exterior son rectangulares y, al interior, el hueco que tapan tiene arcos de medio punto. A cada vano se accede mediante dos escalones que permiten observar todavía mejor el bodegón arquitectónico clásico de la ciudad.
De nuevo salimos al husillo para continuar con la subida por las entrañas de esta singular torre. En el husillo hay ventanas saeteras y focos modernos que evitan los espacios oscuros. La próxima parada es el cuerpo de campanas, que se divide en dos niveles. En el primero se abren ocho huecos, un par por cada fachada, y en cada uno, una campana.
De este nivel parte una escalera de madera que nos lleva al siguiente piso del campanario, con cuatro arcos de medio punto en cada una de las fachadas. El hueco sur contiene el carillón de Nuestra Señora del Rosario, compuesto por quince campanas. Este piso está rodeado y ornamentado, al exterior, por una balaustrada de granito que tiene cuatro pináculos voluminosos en las esquinas. Este cuerpo superior, ubicado a 34,50 metros de altura se remata con un chapitel recubierto de pizarra y coronado por una bola de la que parte una cruz, que preside la ciudad desde los 62,05 metros de altura.
Esta torre de la catedral complutense sucede a otra más antigua que tuvo la entonces iglesia Magistral. Fue necesario derribarla para levantar la actual, encargándose sus trazas a Rodrigo Gil de Hontañón. El inicio de las obras data del año 1528. Este fue uno de los primeros encargos hechos a este maestro, autor también de la universalmente conocida fachada de la Universidad de Alcalá así como de las catedrales de Segovia, Salamanca y tantos otros edificios.
La escalera mencionada salió del ingenio de este maestro y es ciertamente lo más destacado del interior, con su gracia. En la segunda etapa en la construcción de esta torre Gil de Hontañón dio paso al maestro Argüello, que se haría cargo de las obras hasta 1582, cuando se puso al frente de esta empresa Nicolás de Vergara, a quien se debe el cuerpo de campanas. Fue en la primera mitad del siglo XVII cuando la torre se dio por terminada. Sus cuatro lados miden 12,5 metros. La piedra que abunda en esta obra es la caliza pálida, que le da ese aspecto elegante al que ayuda también el propio diseño del edificio.
Sé el primero en comentar