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Subiendo al cielo de Alcalá de Henares

La torre de la catedral se inició en el siglo XVI y se remató en el siguiente. FOTO: J.M.G.
La torre de la catedral se inició en el siglo XVI y se remató en el siguiente. FOTO: J.M.G.

JESÚS MANUEL GARCÍA. Visitamos hoy un potente edificio que forma parte de la Santa e Insigne Iglesia Catedral Magistral de Alcalá de Henares, (Madrid). La torre, como tantas otras de monumentos españoles, es por sí un microuniverso de sorpresas por los espacios que esconde en su interior. Subir cuesta dos euros. Una vez conseguido el billete, se inicia el recorrido. La venta de billetes como la de libros y otros objetos de la catedral se efectúa en la tienda, que ocupa la plata baja de la torre, un habitáculo de planta cuadrada y notable altura. En ese espacio estuvo ubicada en tiempos la capilla del Tránsito de Nuestra Señora y del Ecce Homo, de los siglos XVI y XVII. De ahí salimos a la nave lateral sur para acceder a la capilla parroquial de San Pedro Apóstol, del siglo XVII.

En la capilla parroquia de San Pedro se halla la puerta de acceso a la torre. FOTO: J.M.G.
En la capilla parroquia de San Pedro se halla la puerta de acceso a la torre. FOTO: J.M.G.
Primer plano de la puerta, de elegante diseño por parte de Rodrigo GIl de Hontañón. FOTO: J.M.G.
Primer plano de la puerta, de elegante diseño por parte de Rodrigo GIl de Hontañón. FOTO: J.M.G.

   Una vez dentro de esta capilla, a la derecha hallamos la puerta de acceso a la torre. El guía nos abre la puerta castellana y tras ella se nos presenta una hermosa y elegante escalera de caracol que nos recuerda, salvando las dimensiones, a la que posee la Catedral de Ourense en una sala aneja a la sacristía, que permitía subir a la casa del sacristán, escalera del XVI hoy cegada.

Detalle de la escalera de caracol, grácil elemento en el interior del edificio. FOTO: J.M.G.
Detalle de la escalera de caracol, grácil elemento en el interior del edificio. FOTO: J.M.G.
Otra perspectiva del caracol de piedra caliza. FOTO: J.M.G.
Otra perspectiva del caracol de piedra caliza. FOTO: J.M.G.
Sobre nuestra cabeza, los peldaños que llevan su ritmo hacia lo alto. FOTO: J.M.G.
Sobre nuestra cabeza, los peldaños que llevan su ritmo hacia lo alto. FOTO: J.M.G.
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Uno de los dos espacios internos que tiene la torre el su primero y segundo piso antes de alcanzar el campanario. FOTO: J.M.G.

   Iniciamos el ascenso, entre cómodo y algo agotador, pero merece la pena. Alcanzamos la primera planta de la torre, donde hay una sala con dos vamos que dan a occidente y desde los que podemos obtener una primera impresión de la magnífica urbe complutense, Patrimonio de la Humanidad. Estamos a 11,5 metros de altura. El piso es de madera. En uno de los vanos se exhibe una réplica de nido de cigüeña, con dos ejemplares. Es un pequeño homenaje a los varios nidos de estas aves que luce la torre catedralicia. Y tantas otras torres y tejados de Alcalá. Es la cigüeña blanca ciconia ciconia. Fue en el año 2007 cuando en esta torre hubo catorce nidos. Y estas aves ni se inmutan cuando voltean las campanas, que aquí tienen un magnífico sonido.

Uno de los dos pisos que tiene el cuerpo de la torre antes de alcanzar el campanario. FOTO: J.M.G.
Uno de los dos pisos que tiene el cuerpo de la torre antes de alcanzar el campanario. FOTO: J.M.G.
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Detalle del primer piso, con sendos focos que le dan vida. FOTO: J.M.G.

   Continuamos subiendo por el caracol y así llegamos al segundo piso, donde vemos la misma estructura cuadrangular del espacio, con dos vanos que desde el exterior son rectangulares y, al interior, el hueco que tapan tiene arcos de medio punto. A cada vano se accede mediante dos escalones que permiten observar todavía mejor el bodegón arquitectónico clásico de la ciudad.

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Detalle del hueco de la escalera desde la puerta de uno de los pisos. FOTO: J.M.G.
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Detalles del cuerpo principal de campanas. FOTO: J.M.G.

   De nuevo salimos al husillo para continuar con la subida por las entrañas de esta singular torre. En el husillo hay ventanas saeteras y focos modernos que evitan los espacios oscuros. La próxima parada es el cuerpo de campanas, que se divide en dos niveles. En el primero se abren ocho huecos, un par por cada fachada, y en cada uno, una campana.

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El campanario, desde la escalera de madera que lleva a su piso superior. FOTO: J.M.G.
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Otra perspectiva a mayor altura. FOTO: J.M.G.
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Entre las ocho campanas de la catedral la más pesada es la Santa María, con sus dos toneladas. FOTO: J.M.G.

     De este nivel parte una escalera de madera que nos lleva al siguiente piso del campanario, con cuatro arcos de medio punto en cada una de las fachadas. El hueco sur contiene el carillón de Nuestra Señora del Rosario, compuesto por quince campanas. Este piso está rodeado y ornamentado, al exterior, por una balaustrada de granito que tiene cuatro pináculos voluminosos en las esquinas. Este cuerpo superior, ubicado a 34,50 metros de altura se remata con un chapitel recubierto de pizarra y coronado por una bola de la que parte una cruz, que preside la ciudad desde los 62,05 metros de altura.

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En el segundo cuerpo del campanario uno de los cuatro huecos lo ocupa el carillón. Obsérvese uno de los nidos de las cigüeñas. FOTO: J.M.G.
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Los otros tres huecos son espléndidos miradores de la ciudad de Alcalá. FOTO: J.M.G.

    Esta torre de la catedral complutense sucede a otra más antigua que tuvo la entonces iglesia Magistral. Fue necesario derribarla para levantar la actual, encargándose sus trazas a Rodrigo Gil de Hontañón. El inicio de las obras data del año 1528. Este fue uno de los primeros encargos hechos a este maestro, autor también de la universalmente conocida fachada de la Universidad de Alcalá así como de las catedrales de Segovia, Salamanca y tantos otros edificios.

Balaustrada de granito que adorna al exterior el último cuerpo del campanario. FOTO: J.M.G.
Balaustrada de granito que adorna al exterior el último cuerpo del campanario. FOTO: J.M.G.
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Vista del antiguo Palacio Arzobispal. FOTO: J.M.G.
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Otra panorámica desde lo alto de la torre de la catedral. FOTO: J.M.G.
Otra evidencia del carácter monumental de esta antigua ciudad madrileña. FOTO: J.M.G.
Otra evidencia del carácter monumental de esta antigua ciudad madrileña. FOTO: J.M.G.

   La escalera mencionada salió del ingenio de este maestro y es ciertamente lo más destacado del interior, con su gracia. En la segunda etapa en la construcción de esta torre Gil de Hontañón dio paso al maestro Argüello, que se haría cargo de las obras hasta 1582, cuando se puso al frente de esta empresa Nicolás de Vergara, a quien se debe el  cuerpo de campanas. Fue en la primera mitad del siglo XVII cuando la torre se dio por terminada. Sus cuatro lados miden 12,5 metros. La piedra que abunda en esta obra es la caliza pálida, que le da ese aspecto elegante al que ayuda también el propio diseño del edificio.IMG_7455 IMG_7445

 

Publicado enArquitecturaPatrimonio

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