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La sede municipal de O Porriño quedará libre de cables de luces festivas fijas en su fachada

Iluminación festiva del edificio del Concello en las fiestas patronales de septiembre. FOTO: J.M.G.
Iluminación festiva del edificio del Concello en las fiestas patronales de septiembre. FOTO: J.M.G.

JESÚS MANUEL GARCÍA. Al fin la corporación municipal de O Porriño ha decidido retirar los cables transparentes con lucecitas de colores que de forma permanente cosían la fachada monumental de este monumental edificio, obra del arquitecto local, Antonio Palacios Ramilo. Tan original fachada lleva años literalmente cosida por un enjambre de cables en cuyo interior se suceden distintas bombillas de colores que iluminaban todo el exterior del inmueble en las fiestas navideñas y en las patronales del municipio.

   El aspecto del monumento con esa iluminación rompe su estética original, que luce mejor con una luz tenue que resalte el color gris del granito del que está construido. En todo caso, cuando las fiestas terminaban, la maraña de cables seguía apagada en la fachada cada año. Los responsables municipales actuales tuvieron el acierto de afrontar la retirada de ese material, que cose la fachada con cientos de metros de longitud contaminando el monumental volumen de esta sede municipal. Sin ir más lejos, las columnas circulares del balcón que da a la calle que lleva el nombre del insigne arquitecto, quedan desfiguradas debido a que por su fuste liso corren en espiral esos cables, provocando el falso efecto de ser columnas salomónicas. Desde hace años no es posible hacer fotos de esta fachada sin contaminaciones visuales como la de esos cables.

   De la retirada de los mismos se está encargando una brigada del propio Concello. La sede municipal de O Porriño es una de las más bellas que el siglo XX ha dejado en este tipo de inmuebles en Galicia, incluso en España. Es una fachada célebre que distingue a la villa en la que se asiente, pues nada menos que se constituye como el más importante monumento del pasado siglo en O Porriño, entre otras obras de Palacios. Dicha fachada luce con mayor elegancia cada noche, con los focos que disparan su luz hacia sus piedras, sin necesidad de tener de forma permanente cables sujetos a la fachada y llenarla de colores en las fiestas, marcando sus esquinas, ventanas, puertas, etc. En esas ocasiones el edificio parece otra cosa más que el principal monumento local.

   La acción que emprende el actual grupo de gobierno porriñés es de respeto por el patrimonio cultural  de la villa, que merece mayor seriedad y cuidado, sin elementos sobrantes que lo único que le provocaban era un efecto lumínico extraño al tiempo que ocultaban el diseño puro del edificio, que ahora quedará sin estorbos a la vista.

Detalle del edificio con su aspecto solemne en medio de la villa. FOTO: J.M.G.
Detalle del edificio con su aspecto solemne en medio de la villa. FOTO: J.M.G.

   Antonio Palacios supo aprovechar un solar estrecho para construir lo que hoy es símbolo de la villa. Lo destacaba en 1967 Adolfo G. Amézqueta, cuando expuso que a pesar de ser un inmueble reducido, “el Ayuntamiento porriñés es uno de los edificios de Palacios más abigarrados de detalles, una auténtica exhibición de su capacidad para inventar libremente multitud de temas formales y ornamentales”. De la ornamentación en la fachada decia que “son enfatizaciones de cada elemento, no adherencias banales”.

La elegancia es patente en esta magnífica obra del regionalismo de Palacios Ramilo. FOTO: J.M.G.
La elegancia es patente en esta magnífica obra del regionalismo de Palacios Ramilo. FOTO: J.M.G.

   La inspiración medieval desvela elementos que remiten al románico y al gótico, que aquí no son puristas sino bien interpretados y combinados en armonía. En la fachada se diferencia tanto la parte del salón de sesiones como la de los despachos municipales, separadas por un cuerpo vertical para encajar la escalera secundaria, que sobresale a modo de torrecilla. Y todo se unifica merced al granito local del que está compuesta toda la fachada. Palacios se volcó para levantar una obra señera dedicada a su madre, tal como él mismo dijo en varias ocasiones. La villa porriñesa tenía en el mismo solar una sede municipal vieja reformada en varias ocasiones. A partir de 1914 el dinero para hacer reformas no llegaba y, en 1918, se optó por derribar el Ayuntamiento y construir en el mismo solar un nuevo edificio.  Los planos fueron entregados el 31 de agosto de 1919, pero las obras tuvieron que esperar porque faltaba el dinero suficiente, hasta que entró en escena Ramón González, que había hecho fortuna en América. Financió el proyecto el 7 de junio de 1921 y el edificio fue terminado en 1924. El regionalismo se detecta en esta obra gracias al uso del granito gallego y en la aportación de detalles neomedievales.

Publicado enArquitecturaO Porriño

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