JESÚS MANUEL GARCÍA
Que la gran mayoría de jefes de servicio del HAC se hayan posicionado en contra de la gerencia del Área Sanitaria es muy significativo. Hasta ahora se habían revolucionado los celadores, también personal de enfermería pero faltaban los jefes de los distintos servicios médicos. Bastó su carta presentada en la gerencia para que saltaran los resortes en esta, en la Consellería de Sanidade y en la propia presidencia de la Xunta, pues de todos es sabido que el Álvaro Cunqueiro es la joya con la que Núñez Feijoo quiere dejar su impronta en Vigo. Los jefes de servicio se cansaron de esperar y exigen las soluciones que no llegan. Esto refuerza la realidad de los varios problemas que se vienen dando en el Álvaro Cunqueiro en particular y en el CHUVI en general, muchas veces desmentidos por el PP. En esos juegos de propaganda los médicos dicen basta y urgen soluciones. Se pueden entender ciertos problemas derivados del traslado apresurado al nuevo hospital. Pero hay otros que no pueden esperar más, porque la vida de los pacientes no se puede poner en riesgo. Porque los infartos, los ictus y otras enfermedades no entienden de horarios y cuando se da cualquier caso hay que disponer de todo el instrumental para abordarlo. Los firmantes de la carta piden soluciones, eficacia. El gerente, Félix Ruibal, habla ahora de abrirse más al diálogo que, por otra parte, siempre tiene que ser la divisa del directivo, a no ser que esté atado por las altas instancias. Por cierto, Ruibal ha dicho que no se ha producido ninguna dimisión de las ya conocidas de varios jefes de servicio. Lo mantiene a pesar de que el propio Sergas acabó admitiendo que hubo tales renuncias. El escrito de protesta va rubricado por la mayoría de jefes de servicio pues consta la firma de 28 siendo 40 en total. Núñez Feijoo dejó entrever que habrá cambios en la sanidad viguesa, aunque no concretó. Félix Ruibal incluso dice que entre esos cambios que tendrán que producirse a la vista de cómo está el panorama hospitalario en la ciudad, puede materializarse también el suyo propio. Feijoo no está contento con que el nuevo hospital siga en el ojo del huracán y con las elecciones cerca. Por eso espera que su mano derecha en las cosas de la sanidad, Almuiña, mueva fichas en el hospital. Y es que ya van varias protestas en las calles de la ciudad, tras la populosa del pasado verano, que alguno la tiene atragantada todavía. El gerente tiene bastante trabajo sobre su mesa al que se suma el que lleva a cabo por las tardes cuando realiza visitas guiadas por el nuevo hospital a miembros de las corporaciones del área metropolitana de Vigo o de otros colectivos. Es entendible el orgullo de mostrar un gran edificio nuevo al público, pero al hacerlo de tarde, los visitantes no ven el hospital en pleno movimiento como sucede de mañana y se van con una visión que poco tiene que ver con la realidad del trabajo diario que hacen los profesionales que son los que se encuentran con falta de material, con una dudosa organización, con malestar de los pacientes por el servicio de cocina, con desperfectos que a veces se dan en el edificio… Hay visitantes que se asombran de la grandeza del HAC y, si son concejales afines al partido que gobierna en la Xunta, suelen quedan muy satisfechos y minimizan los problemas que denuncian quienes allí trabajan. Algunos hasta osan señalar que se trata de invenciones. Si no son del citado partido, aún se atreven a decir que el hospital les parece de papel, por el excesivo uso del pladur en sus paredes y otros detalles. A nadie se le escapa que esas visitas son una capa de maquillaje propia de la política de comunicación externa de una organización que nació con el pie torcido. Por la tarde hay más propaganda que realidad pura y dura. Esta última se muestra de forma especial cada mañana, cuando los pasillos y salas del Álvaro Cunqueiro hierven. Cuando hay profesionales que quieren el mejor servicio para cada paciente. Y pacientes que acuden a recibir atención médica. Dos grandes colectivos, dos públicos diríamos en comunicación, que son lo mejor que posee el Álvaro Cunqueiro. Y la Xunta, a cuyos responsables pagamos todos, debe cuidar de todos ellos. Sin escatimar medios. Y exigir a las concesionarias que cumplan con todo el rigor su servicio y si no, tomar medidas siempre a favor del erario público.
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