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Las Torres Gemelas de mi historia

Vista de las dos torres del WTC desde el helicóptero. FOTO: J.M.G.
Vista de las dos torres del WTC desde el helicóptero. FOTO: J.M.G.

JESÚS MANUEL GARCÍA . El 8 de febrero de 1991 me encontraba en Manhattan, pues había sido citado a las 10.20 horas en la sede del The New York Times, con el señor Morgan, para conocer el funcionamiento de este diario. Al mediodía la siguiente cita me llevó a la sede de la ONU para asistir como invitado a una conferencia de prensa con un pase VIP, en la que trataban de una cuestión de agricultura en África. Ambas reuniones formaron parte de un programa profesional que me había concedido personalmente la United States Information Agency (USIA) durante doce días como periodista.

   Al dejar la ONU, me dispuse a almorzar algo y dedicar la tarde a pasear por el sur de Manhattan. Me acompañaba Claudia Allers a la que comuniqué mi deseo de acercarnos a las Torres Gemelas y subir a su observatorio. Dicho y hecho. Pasamos por Wall Street y llegamos al World Trade Center. Recuerdo la sensación de mareo cuando, a apenas cuatro metros de la fachada de una de las dos torres, miré hacia lo alto. Impresionaba. Entramos en la torre 2 por el acceso de Liberty Street encontrándonos con el gigantesco vestíbulo cuya altura interior equivalía a un edificio de diez plantas. Adquirimos los tickets para subir y nos dirigimos a la zona de los elevadores, creo que eran más de diez en aquel pasillo, teniendo que coger los centrales porque eran los que iban directos a la planta 107.

Ticket para subir al observatorio de la planta 107. FOTO: J.M.G.
Ticket para subir al observatorio de la planta 107. FOTO: J.M.G.

   El ascensorista presionó el botón correspondiente y en cuestión de nada el ascensor ascendió veloz por las entrañas de la torre 2WTC produciendo una sensación de zumbido en los oídos tan pronto como en el panel de botones los números de los pisos pasaban veloces del 40, 50, 60 y por fin el 107!….. Era realmente excitante alcanzar la planta 107 en exactamente 58 segundos. Y más cuando se abrieron las puertas automáticas del ascensor y ante nosotros se presentó una planta llena de vida, con turistas, ejecutivos, etc, que se daban, nos dábamos el gusto de contemplar Nueva York desde semejante altura. Los muros de aquella planta 107 eran de acero y cristal, como todo el rascacielos. Veíamos el puerto, el río Hudson, Garden State, la estatua de la Libertad, el puente de Brooklyn…

   Todo, absolutamente todo aquel espectáculo ante nuestros ojos. Como la tarde estaba fría y ventosa, no fue posible continuar la subida a la planta 110, a la plataforma exterior para estar realmente en lo más alto de la urbe, o, parafraseando el texto del folleto, “you’ll be standing on the world’s highest outdoor observation platform!”.

Folleto y ticket que nos dieron en el rascacielos. FOTO: J.M.G.
Folleto y ticket que nos dieron en el rascacielos. FOTO: J.M.G.

   Y en los cristales podíamos ver el perfil de los rascacielos más famosos de la ciudad, de modo que el juego consistía en hacer coincidir su silueta grabada en el vidrio con el edificio real allá abajo, a lo lejos. En aquella planta, pero en la torre 1, estaba el Restaurante Windows of the World.

   Llevaba un folleto que todavía conservo, cuyo lema era Nueva York comienza en el World Trade Center. Fue una tarde maravillosa, original, llevándome una buena impresión de aquella subida al rascacielos que no olvidaré jamás. Allers y yo nos fuimos luego a ver una emisora de televisión en el centro de Manhhattan.

Plano del WTC con las dos torres incluidas, según el folleto. FOTO: J.M.G.
Plano del WTC con las dos torres incluidas, según el folleto. FOTO: J.M.G.

   Cuando diez años después vimos el atentado sobre las torres del WTC una sensación rara nos invadió a todos. Me asaltaron aquellos bonitos recuerdos de la visita de la que por fortuna guardo en mi archivo dos documentos que ya son historia: el ticket de subida al observatorio y el folleto desplegable con todos los servicios que ofrecía el complejo financiero. Papeles para un feliz recuerdo que acabó en trágica pesadilla.

Otra clásica panorámica de las tores tomada en 1991. FOTO: J.M.G.
Otra clásica panorámica de las tores tomada en 1991. FOTO: J.M.G.

   Las Torres Gemelas ya son eso, historia, no existen después de haber constituido durante treinta años un icono universalmente famoso de Nueva York. Un proyecto que tuvo críticas pues arquitectos hubo que hablaron del escaso valor arquitectónico de las torres. Otros criticaban la desproporción de ambas columnas que parecían querer llegar al cielo. Y quizás la debilidad de su estructura ante el fuego también estuvo en la mente de algunos expertos mientras para el público en general la pareja de rascacielos era el símbolo de la ciudad y del capitalismo.

Detalle de la parte superior de ambos rascacielos en la contraportada del folleto. FOTO: J.M.G.
Detalle de la parte superior de ambos rascacielos en la contraportada del folleto. FOTO: J.M.G.

   Unas torres cuyo proyecto se ideó en 1962, se trazó en 1964 comenzando la construcción dos años después. Las obras en las Twin Towers terminaron en 1973. Era una iniciativa concebida para animar aquella zona sur de Manhattan, que se encontraba deprimida. El arquitecto es el japonés Minoru Yamasaki. En las torres todo era gigantesco. El WTC ocupó 64.000 metros cuadrados. La plaza al lado de estos gigantes tenía 20.000 metros cuadrados. Curiosamente Yamasaki había diseñado unos edificios capaces de aguantar los más fuertes vientos, terremotos e incluso, aunque parezca curioso, accidentes debido a choques de aviones contra sus fachadas. Claro que el día de los atentados la estructura de aquellos inmuebles no soportó las temperaturas elevadísimas fruto del incendio originado al verter cada uno de los dos aviones empotrados contra su estructura 90.000 litros de queroseno. Es el recuerdo, ahora, de un no lugar en el más literal sentido de la expresión…

Publicado enEstados UnidosNueva York

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