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Un ábside tardogótico menos estable

Panorámica del lado norte del ábside. FOTO: J. M. G.
Panorámica del lado norte del ábside. FOTO: J. M. G.

JESÚS MANUEL GARCÍA. En la ciudad de Ourense hay un templo único en toda la provincia y , al menos por su cabecera, es de lo poco que tiene Galicia pues de su estilo podría citarse tan solo el ábside de la basílica de Santa María de Pontevedra. Fuera de esta tierra está el de la catedral metropolitana de Braga, en Portugal y, volviendo a España, el más cercano es el ábside de la catedral de Zamora. Estamos haciendo referencia, en Ourense, a la iglesia de la Santísima Trinidad, situada junto a la calle Padre Feijoo. En su fachada principal contiene dos torres circulares defensivas, detalle que llevó a algunos estudiosos a relacionar este inmueble con templos irlandeses, con dichas torres unidas por un camino de ronda. Es preciso recordar que Ourense carecía de un sistema defensivo, por lo que en la Edad Media se valía para ello de la robusta catedral, de la iglesia de la Santísima Trinidad, del pazo episcopal y del Castelo Ramiro, en las afueras.

   Nada más contemplar la cabecera del templo nos damos cuenta de su reforma en el siglo XVI, mostrando un ábside poligonal rematado, en su cima, de delicad crestería, lo que brinda un contraste con el aspecto sobrio y poco monumental del edificio. Esta singular cabecera de cinco lados que forman el polígono, responde al modo hispano flamenco y es, sin lugar a dudas, el elemento más sobresaliente del exterior del inmueble, por su empaque al verlo, además, desde la calle, a una cota más baja de la línea de pavimento del templo.

Base truncada de un contrafuerte. FOTO: J. M. G.
Base truncada de un contrafuerte. FOTO: J. M. G.

   Los contrafuertes de este ábside han sido modificados en su parte inferior, especialmente el primero de la derecha, partiendo del centro, lo que pone en riesgo la estabilidad de esta fábrica. Fue en el siglo XIX, cuando se decidió ensanchar la calle para llevarla así hasta la Plaza Maior. La empresa no alcanzó su fin aunque sí se realizó el tramo junto al que está la iglesia. Al abrirse la calle, la dejaron a más de un metros por debajo de la cota del pavimento de la iglesia y cortaron buena parte de la base de uno de los contrafuertes, lo que provocó el riesgo de inestabilidad de todo el ábside. La base de sus contrafuertes, elementos verticales, reparte en el suelo las presiones dibujando un bulbo invisible, esto es, que las líneas de presión que bajan por cada contrafuerte, al llegar al suelo, se expanden formando círculos. A esto se le llama en arquitectura bulbo de presiones, que es la zona del suelo en la que se producen aumentos de carga vertical importantes debido a una carga aplicada de cualquier clase, en este caso, nada menos que la de los contrafuertes. Las presiones son isobaras curvas que unen los puntos de un mismo valor de presión o esfuerzo. Al cortarle una importante parte de la base, esas presiones no se están repartiendo correctamente. Y fueron surgiendo grietas.

Grapas en la parte superior del ábside. FOTO: J. M. G.
Grapas en la parte superior del ábside. FOTO: J. M. G.

   Para asegurar esta estructura monumental colocaron en su momento grapas que cosen literalmente el espacio entre el extradós de la espléndida bóveda estrellada y la cubierta. El párroco don Tomás dice que no hace mucho llamó a un técnico que le confirmó que esos tirantes no se han movido. Hasta la apertura de la calle, a más bajo nivel que la iglesia, en ese terreno había viñas, dice el sacerdote, que llegaban a la altura del pavimento del templo y en ese terreno apoyaba en su plenitud cada contrafuerte. Al poco de la obra del vial, en el XIX, el ábside se resintió y así se abrió una grieta vertical considerable que se puede ver en el interior, a la derecha según miramos la capilla mayor. Y en el exterior se ve otra fisura que fue rasgando bloques de granito por la mitad, en la fachada norte del espléndido ábside. Al menos se ve otra grieta vertical que corre por la zona de unión del ábside con el último contrafuerte de la izquierda.

Grieta junto a un contrafuerte hacia el sur del ábside. FOTO: J. M. G.
Grieta junto a un contrafuerte hacia el sur del ábside. FOTO: J. M. G.
Grieta en el interior de la capilla mayor. FOTO: J. M. G.
Grieta en el interior de la capilla mayor. FOTO: J. M. G.

   A la menor estabilidad que posee se suma el hecho de que, justo enfrente, abajo, en la acera, el Concello instaló una batería de contendores subterráneos, para lo cual abrió una zanja de unos dos metros de profundidad tan próxima a los cimientos del monumento. Por cierto, junto a estos contenedores metálicos hay varios de plástico de colores, constituyendo una pobre imagen del ábside monumental.

Contenedores subterráneos y exteriores junto a los cimientos del templo. FOTO: J. M. G.
Contenedores subterráneos y exteriores junto a los cimientos del templo. FOTO: J. M. G.

   En el interior de este ábside se puede leer, al sur, la inscripción que dice: “Esta capilla mandó acabar de hacer el protonotario Don Ochoa de Spinosa, abbad de esta abbadía en el año del Señor 1533”. Y al norte se exhibe una inscripción latina que, traducida, reza: “Todo lo creado te engrandece, todo espíritu te alaba, Santa e Individual Trinidad. Esta es la mansión llamada de Dios, que reedifiqué en tu honor”.

   Los paramentos de tan singular cabecera son lisos, con buena cantería y muestra contrafuertes de esquina que aguantan las presiones de las bóvedas interiores, de crucería. Constaba originalmente de tres vanos, conservando hoy dos laterales para iluminar la capilla que estaban dotados de vidrieras alusivas al plan inconográfico de este lugar. Todo el interior del ábside es el espacio de la capilla mayor, que se cierra mediante una espléndida bóveda compleja, fruto, como señala Yolanda Barriocanal, de una mano segura. Es una bóveda estrellada, con aires del último gótico que nos recuerda las trazas de Juan de Herrera utilizadas en el nártex del Pórtico do Paraíso de la catedral, que representó un modelo en la provincia, seguido después por talleres locales.

Bóveda de crucería en la capilla mayor. FOTO: J. M. G.
Bóveda de crucería en la capilla mayor. FOTO: J. M. G.

   Antonio Casaseca señala que el 4 de mayo de 1554, don Alonso de Fonseca y Ulloa, abad de la Trinidad y arcediano de Baroncelle, concretaba con el cantero Gonzalo de Trujillo el acuerdo “para hazer el dicho Gonzalo de Trujillo la obra de una capilla en la iglesia de la Trinidad de la cibdad de Orense pa que la faga e de fecha e acabada como se contiene en una capitulación que Rodrigo Gil hizo”. Así aclara la relación de abad ourensano con Salamanca y la elección de Rodrigo Gil de Hontañón para diseñar la reedificación de la Trinidad. Acabada la obra de la cabecera, prosiguieron los trabajos construyendo una única nave, muy espaciosa y cuya bóveda se encuentra hoy protegida con un material protector para evitar que caigan restos o polvillo de la misma, al estar hecha de pajabarro.

Protección en la bóveda de la nave. FOTO: J. M. G.
Protección en la bóveda de la nave. FOTO: J. M. G.

    En la capilla mayor destaca el retablo, cuyo aspecto es ecléctico, aunque conserva vestigios del retablo renacentista que tuvo el templo, obra de Cornielles de Holanda, dato que sacó a la luz la inolvidable Olga Gallego. Por la reconstrucción de la nueva iglesia, aquel retablo había sido desmontado y guardado largos años. De la obra original puede verse el altorrelieve de la Santísima Trinidad, ubicado en el ático; el relieve de la Última Cena. De Cornielles se conservan, entre otras, una talla de una santa que se desconoce quién es, pero que constituye una pieza preciada del citado autor. En esta iglesia se hallan las capillas funerarias de San Ildefonso y de la Asunción de Nuestra Señora. Hubo familias importantes de la ciudad que a partir del siglo XIX optaron por ser enterradas en este templo.

Conjunto de la capilla mayor o vista interior del ábside. FOTO: J. M. G.
Conjunto de la capilla mayor o vista interior del ábside. FOTO: J. M. G.
Publicado enOurensePatrimonioRestauración monumental

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