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Segando y mallando para la Festa dos Fachós

Momento de la siega en una finca de Aguil. FOTO: S. V.
Momento de la siega en una finca de Aguil. FOTO: S. V.

JESÚS MANUEL GARCÍA. En la histórica y noble villa ourensana de Castro Caldelas han comenzado a preparar la nueva edición de la invernal Festa dos Fachós, que tiene lugar cada víspera de San Sebastián, en esta localidad de montaña. Lo fundamental para esta cita única por singular en el calendario festivo gallego es la paja para hacer el fachón que no es más que un gran haz de paja que en esa fiesta se utiliza como antorcha. Varios fachós se concentran en el atrio de Os Remedios y nada más ponerse el sol, suena una bomba de palenque que inicia la curiosa procesión con la villa a oscuras. Antiguamente eran los hombres quienes llevaban estas antorchas gigantes.

   El recorrido pasa por la Plaza Maior y sube hasta el impresionante castillo para rodearlo y regresar al punto de partida donde hasta altas horas de la madrugada hay baile, y se pueden degustar bocadillos de chorizo asado, además de vino de la subzona de la Ribeira Sacra y el tradicional postre que aquí es la bica. La procesión pagana lleva una imagen en paja que representa a San Sebastián, que no se quema y se conserva de año en año. Pues para que todo ello vuelva a ser una realidad, estos días se llevó a cabo la acción de la siega en una finca del pueblo de Aguil, propiedad de José Souto. Luego vendrá la malla, que dejará la paja lista para el invierno. De ahí se confeccionarán los fachós, que pueden tener de longitud entre un metro o más. De hecho siempre preside ese recorrido nocturno el gran fachón que puede sobrepasar los diez metros de largo y tienen que portarlos varias personas, en el centro sujetando para que no se doble y en las puntas lo izan con horquillas. Los fachós normales se portan prendidos en vertical y el efecto que causa ver centenares de estos elementos por las calles es impresionante. Como dice Olegario Sotelo Blanco, si aún hoy es posible celebrar esta curiosa fiesta precursora de la primavera se debe a que en el municipio caldelao se conserva la tradición de la siega del centeno que, no siendo hoy una necesidad alimentaria, sirve para recordar las tradiciones locales agrarias. Hubo algún año en que se vio la necesidad de enseñar a la gente a hacer la siega y la malla. El propio Sotelo Blanco cuenta que con otros vecinos sembraron una finca en Quintela para producir paja ya que en la villa se quejaban de que escaseaba este producto natural para la fiesta del 19 de enero.

Centeno segado de cuya paja saldrán los fachós. FOTO: S. V.
Centeno de cuya paja se harán los fachós. FOTO: S. V.

  Esta celebración llama mucho la atención de forasteros que acuden a Castro Caldelas para ser partícipes de una tradición que parece arrancar, según algunos autores, en el siglo XVIII, pues hay quienes consideran que en una epidemia que se manifestó en la zona utilizaban el fuego de los fachós como medida de carácter sanitario. Para otros se trata de una procesión que se hizo en aquel entonces para pedir la intercesión de San Sebastián. Sotelo Blanco vincula esta fiesta a los ciclos naturales, como una celebración pagana que fue cristianizada. No olvidemos que en muchas localidades se celebran reuniones de personas alrededor de la hoguera, del fuego, elemento purificador. Pensemos en otro ritual, el de la noche de San Juan, entre otros.

    Con el paso de los años, la Festa dos Fachós es puro espectáculo pues ya no está conectada con lo que le era normal en otros tiempos, su unión con la naturaleza. Castro Caldelas es la villa cabecera de una comarca, Terra de Caldelas, al norte del territorio provincial de Ourense, dotada con un paisaje variado y no menos espectacular, desde zonas llanas o de meseta hasta los profundos valles que se adentran en el alma de la Ribeira Sacra. En esta tierra caldelá se cultivaba el centeno y llegó a sembrarse también en el monte, lo que repercutió en el incremento de la producción, de donde se hizo necesario contar con cuadrillas de segadores, limeses, que provenían de la propia comarca y de la vecina Terra de Lemos. Los hombres segaban y ataban las gavillas mientras las mujeres las hacinaban en círculos con las espigas hacia fuera. La siega duraba todo el día, desde el amanecer hasta la puesta del sol. En las primeras horas frescas los hombres iniciaban la faena dejando para el calor del mediodía el atado y el hacinado, para que la paja se secase y no se estropeara el grano.

   Esta acción agraria derivaba después en la producción de pan, lo que Sotelo Blanco denomina cultura del pan, porque aquellas familias que poseían mayor extensión de campo de centeno estaban mejor capacitadas para subsistir que otras. Y si alguien estaba escaso de pan, podía pedirlo al vecino y devolvérselo en la próxima hornada. Este producto, que se consumía fresco y reseco, era la mejor medida de aquella economía de subsistencia caldelá. Es preciso tener en cuenta que Castro Caldelas es zona montañosa de paso hacia Ourense, que se quedó casi anclada en el tiempo al dejar de ser su principal carretera la N-120 (Logroño-Vigo), porque su trazado nuevo se derivó por Monforte, varios kilómetros valle abajo. La villa se halla a medio centenar de kilómetros de Ourense, en una tierra que precisamente por no gozar de tan buenas comunicaciones supo conservar con más pureza sus tradiciones. Hoy, como en tantas otras zonas de la provincia ourensana, se vive un importante descenso de población que hace que en Ourense solamente la capital supere los 100.000 habitantes, no alcanzando ninguna de sus más grandes villas los 20.000. Esto contrasta con un paisaje y un patrimonio cultural de primer orden.

Publicado enCastro CaldelasOurensePatrimonio

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