JESÚS MANUEL GARCÍA. En la provincia de Ourense han vivido, siglos atrás, personajes destacados en sus diversas facetas. Uno de ellos nos lo da a conocer el investigador Justo Carnicero Méndez-Aguirre. Se trata de un notario que lo fue en la villa de A Rúa, siendo su nombre Francisco Rodríguez, al que posiblemente le quepa el honor de haber sido el primer meteorólogo metodológico de Galicia. Porque llevaba al día un cuadernillo en el que apuntó todos los fenómenos meteorológicos habidos EN su zona y en otras desde el año 1598 hasta 1638. Ese cuaderno lo encontró Carnicero cuando estaba revisando una documentación jesuita en Salamanca, para su tesis doctoral felizmente terminada y a punto de defender.
Entre sus apuntes, Rodríguez incluyó la peste que asoló Galicia en 1599 así como terremotos y hasta un cometa. Su obra destaca como un trabajo singular para las fuentes de la historia de Galicia, dice el investigador. Del siglo XVI en España solamente existen o se conservan otras tres poblaciones con libros que narran los mismos hechos que cuenta Francisco Rodríguez. Son libros localizados en Aracena (Huelva), cuyos datos se tomaron entre 1558 y 1611; Teruel (1500-1549) y Sevilla, con datos recogidos desde 1592 a 1604. Señala Justo Carnicero que los diarios de Rodríguez “analizan meticulosamente por fechas, días y horas tormentas, inundaciones, plagas de langosta, nevadas… Son antecedentes de la primera estación meteorológica de España, que se abrió en Oña, Burgos, por los jesuitas”. La primera estación meteorológica gallega se instaló en A Guarda, a finales del siglo XIX por el padre Merino, de la Compañía de Jesús. Al ser expulsados de España los jesuitas, solamente se conservan fragmentos de los diarios. Justo Carnicero tiene digitalizado el de Salamanca.
Francisco Rodríguez, notario valdeorrés, escribió en su diario que en el año 1602 llovió durante 16 días seguidos en el mes de junio, o que en 1607, concretamente el 3 de mayo, cayó una helada y que el día 12 nevó. En el año 1611 apuntó tormentas fuertes ocurridas en octubre, y dos años más tarde llovió, dice, sin parar, desde el 26 de abril hasta el 22 de junio. En 1621, el día 7 de mayo, apuntó una nevada que impedía el paso por los caminos de Valdeorras. Tan singular notario se refirió en el año 1626 a las inundaciones habidas en el río Tormes a su paso por Salamanca, y las del Guadalquivir en Sevilla. ¿Cómo fue posible estar al tanto de estos hechos en aquella época y en un lugar tan alejado como la ourensana comarca de Valdeorras? Carnicero señala que Rodríguez tenía dos maneras de saberlo, una, por los arrieros que cruzaban la comarca y, en segundo lugar, por “la literatura de desgracias que circulaba, como los Sucesos de la grande y furiosa avenida del Tormes de 1626”. En febrero de 1605 Francisco Rodríguez apuntó que había temblado la tierra. O que se había producido una importante crecida de las aguas del río Sil, como la habida en noviembre de 1627, señalando que desde las barandas de la Ponte Cigarrosa era posible tocar el agua estirando los brazos. Hay que pensar que este gran puente medieval de origen romano tiene una altura considerable. Estos datos recogidos por Méndez-Aguirre pueden leerse con más detalle en el Boletín Auriense, nº 38-39, años 2008-2009, pp. 293-320.
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