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OPINIÓN: Ruidos en la difusión del patrimonio cultural

                                                             JESÚS MANUEL GARCÍA

   Sabemos, no es nuevo, que las redes sociales aguantan lo bueno y lo malo. Así como ofrecen buenas informaciones, también dan muchísimo gato por liebre, pues pueden con todo. De ahí lo de potenciar la capacidad crítica de selección. Porque no todo vale. Por aguantar, pueden también con el peso de la libertad de expresión, no pocas veces equivocada, cual hooligans, extralimitándose en el uso de un derecho fundamental _cuya conquista costó sangre_, a juzgar por la infinidad de comentarios, pues además de los bien escritos y con criterio lógico otros muchos son ambiguos y rudos, por blasfemos y soeces. Lo que antes se gritaba en bares y tabernas, insultos y palabras malsonantes incluidas, se ha traspasado a las redes, donde algunas personas dan rienda suelta a su más sangrante visceralidad para opinar sobre cuanto se les ponga por delante, con sentido o sin él. Todo vale. Allá cada cual.

   Cosa distinta se da cuando quien informa en público, sea medio de comunicación o red social, comete un error y no lo soluciona. Así hemos visto, entre otros errores, que se ha publicado que la cultura castrexa o castreña es cultura castrense; que la imagen gótica del Santo Cristo de Ourense es barroca o que la hermosa iglesia románica de San Martiño de Cameixa, en Boborás, resulta ser originaria del siglo XVII. Tampoco se puede publicar en abierto, por ejemplo, en Facebook, un post precioso de fotos de una iglesia románica, como la de Astureses, estropeándolo cuando la autora le escribe una breve introducción señalando que el monumento es de origen templario.

   Curiosamente todos estos fallos, uno detrás de otro, tienen que ver con el sufrido mundo del patrimonio cultural. Un campo que gusta a muchos, y todo el mundo se cree con derecho a meterse en él, cuando enseguida se sabe si el que lo hace está experimentado en patrimonio o es un simple aficionado. Ante semejante tesitura, lo que no falla nunca es informarse para tener los conceptos claros, desde saber diferenciar la secuencia temporal de la evolución de los estilos hasta tener presente que lo que dices en tu post figura en textos de hace décadas, como el caso de los templarios en Astureses. Textos sin rigor científico, fruto de suposiciones que su autor o autores hicieron en su día y ahí quedaron, puestas sobre el papel, sin que nadie dijese otra cosa. Pero en Historia y en Arte la investigación avanza y así en los últimos tiempos se publicaron nuevos trabajos científicos que desbaratan la presencia de templarios en la iglesia de Astureses o en la de Moldes, también en Boborás. Los documentos muestran que en Astureses quien se benefició de las rentas de esa feligresía fue la Orden del Santo Sepulcro, en primer lugar, y la Orden de San Juan, después. En la primera no se documentan caballeros como tal cuerpo militar.

   De todo ello se deduce que, ante los avances de la investigación científica, hay quienes ya sea por ignorancia o por razones incomprensibles insisten en su error infundado. Unos copian de otros, trasladan el error a su post y se resisten a enmendarlo. Porque no leen. Se han quedado atrás, con los libros de esos autores ya superados. Por tanto, algunos aficionados no ayudan a difundir con rigor el patrimonio cultural por no ofrecer un texto acorde. A lo máximo que llegan es a crear una imagen deforme del territorio. Y eso, cuando el objetivo es que lo lea el público, se llama engaño, fraude, un no respetar al lector, que no se merece lo que le ofreces. Pero aún así, alguno de los aficionados que yerran, antes que corregir optan por revolverse y hacer mal uso del lenguaje confundiendo términos jurídicos, además de caer en la falta de educación, definiéndose de esta guisa a sí mismos.

   Informar sobre patrimonio cultural puede ser una diversión, mas no una broma. No vale todo. No puedes cambiar la historia equivocándote en una fecha, en un siglo, en un estilo o en un dato cuando a los investigadores, con otro criterio científico, que aporta más luz y recursos, el ajustar un dato en nuestros trabajos nos supone consultar numerosos documentos, bibliografía e incluso viajar al archivo o lugar donde esté la información, por lejos que se halle. Y ello puede llevarnos horas, días, meses. Como para que alguien despache en un segundo, en un post en público, un dato erróneo con alegría, y aún haya que agradecérselo. El mundo al revés.

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