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La capilla de la Asunción recupera su esplendor en la Catedral de Ourense

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La viveza de la policromía vuelva a encender el mensaje que transmite este retablo del siglo XVII. FOTO: J. M. G.

JESÚS MANUEL GARCÍA. En la catedral de Ourense se ha presentado hoy el resultado final de la restauración del retablo de la Virgen de la Asunción, en una de las capillas de la girola.La obra tuvo un presupuesto de 12.342 euros aportados por la Dirección Xeral do Patrimonio Cultural y de su realización se encargó el Centro de Conservación y Restauración San Martín S.L.U. Hoy hemos visto la capilla iluminada y luce de manera espléndida. Se han llevado a cabo labores de limpieza superficial y fijación de la policromía, se ha consolidado y saneado la madera, que padecía ataque de xilófagos, han desmontado la predela y hornacina central para luego efectuar una reintegración volumétrica. Fue necesario instalar nuevos anclajes. La imagen de la Virgen es muy pesada en kilos y estaba mal asegurada, con peligro de que en cualquier momento pudiera desprenderse. También realizaron una limpieza química, labores de estucado, reintegración cromática, montaje de las piezas desarmadas terminando con una protección final propia de estos trabajos de restauración.

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La Virgen sube al Cielo rodeada de ángeles en su camino. FOTO: J.M.G.

Esta capilla, como las demás del deambulatorio, son del siglo XVII. La que nos ocupa se conoce también como capilla de Argiz. La historia de esta capilla, seguiremos para ello la erudición del investigador José Hervella Vázquez, se remonta al año 1647, cuando el regidor y alguacil de Ourense, Pedro Álvarez de la Cruz, que estaba viudo, dijo a sus hijos que a su muerte quería ser enterrado en una capilla de A Valenzá (Barbadás), y que junto a los suyos trasladasen los restos mortales de su esposa. Ordenaba que la capilla se dedicase a la Virgen. Advertía el donante que si esto no era factible, buscasen una capilla en la catedral ourensana ahora que el deambulatorio estaba terminado. Fue un hijo de Pedro Álvarez el que compró al cabildo la actual capilla, que es la primera que vemos, después de la puerta de la sacristía, si accedemos a la gorila por el lado sur. Como había que amueblar decentemente la capilla, la primera dotación fue una reja que la familia del donante encargó al lucense Simón Fernández. Las partes de madera que completan esta reja son de la autoría de Antonio de Freiría.

La pared frontal había que llenarla con un buen retablo y este encargo se le hizo a los artistas Mateo de Prado y Bernaro Cabrera. La pintura se le contrató a Martín López Gayoso. En efecto consiguieron cubrir todo el muro frontal con un gran retablo en cuyo centro se halla la voluminosa y pesada imagen de la Virgel de la Asunción.

Si lo miramos bien, veremos en los extremos del banco escenas alusivas a San Antonio de Padua, a la derecha, y a San Pedro, a la izquierda. La Virgen se muestra rodeada de un coro angélico, desde la peana hasta la parte superior. Como sucede en una escena bíblica de este tipo, se está representando la subida de María al Cielo, por eso algunos angelotes forman una especia de nube que la acompañan en ese momento.

El donante quería que su capilla tuviese las imágenes de los santos arriba indicados, y su hijo añadió una escena del seráfico Francisco de Asís. Vemos también los emblemas heráldicos del fundador, que pertenecía a la Inquisición y esta tenía al príncipe de los apóstoles como su patrono. Hervella interpreta la escena del ático de este retablo como la de San Francisco en el monte Alverna. En esa escena el santo pide al caballero Orlando una celda junto a un haya, donde el seráfico oraba, yéndose a otro lugar más solitario a medida que se acercaba la festividad de la Asunción de la Virgen.

A ambos lados se observan sendos pares de columnas salomónicas que ahora lucen en su esplendor, el de un retablo que contiene tonos dorados, rojos, azules, verdes que ahora destacan sobremanera. Visitar esta capilla merece la pena porque desde ella, a mano derecha, accedemos a un pequeño habitáculo a través de un arco en el que se nos muestra la magnífica escultura en madera de un Cristo crucificado, obra del XIII. Jesús está clavado en la madera pero con los ojos abiertos y portando una corona real sobre su cabeza. Es el Cristo de los Desamparados, tallado a tamaño natural, algo no frecuente en Galicia. Destaca la talla del pecho, y la de los pliegues del paño de pureza. La cruz no es lisa sino que pretende imitar el tronco de un árbol. Por su ubicación es uno de los lugares íntimos y especiales de esta catedral auriense tan rica en obras de arte, tan excelsa en simbolismo.

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