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Cuidar la oratoria y tiempos en actos inaugurales

JESÚS MANUEL GARCÍA. Cuando eres parte de la presentación de un acto formal, no puedes acudir confiado en la improvisación. Nada se debe dejar al azar. Para salir bien del acto, para no cansar y no correr incluso el riesgo de pisar al compañero. Se ven actos de presentaciones e inauguraciones que incumplen las reglas mínimas protocolarias. No puede ser que para abrir unas jornadas, un congreso, un seminario, se monte una mesa inaugural con siete, ocho, nueve, diez… personas allí sentadas. Y peor resulta si cada una de ellas ha de intervenir. Ni a dos minutos por cabeza se consigue. Es tedioso. Siempre habrá alguno de los allí sentados que salga por donde mejor le parezca, yendo más allá del discurso adecuado para esos dos minutos de intervención. Primero porque se estiran a cinco o… y porque alguno de esos miembros se explaya con datos que sobran en ese acto protocolario inaugural. O con alabanzas improcedentes. En la mesa deben estar sentadas e intervenir las personas imprescindibles y solo ellas. Si se hace en una institución no municipal y se invita al alcalde o alcaldesa a ser uno de los varios presentes en la mesa inaugural, parece absurdo que allí se siente también un concejal de ese mismo alcalde.

Hemos visto ya de todo, incluso en actos universitarios. El presidente de la mesa, es decir, quien pronunciará la fórmula ritual de inauguración del acto que sea, no puede irse por las ramas, o decir en alto, a modo de gracia, que pasa del discurso que le prepararon en el gabinete de comunicación de su departamento. O lo lees o no lo lees, pero no menosprecies el trabajo que otros compañeros te hacen. Eso deja quedar mal a quien menosprecia. Seguro que el discurso que le prepararon (nada como leer tus propios discursos siempre que sea posible y si sabes hacerlo) suena a material enlatado, pero le sería más acertado leerlo o decirlo, antes que apostar por unos datos que pueda llevar de cualquier forma en otro bolsillo de la americana y empezar a hilar ideas de memoria y desmemoria hasta hacerse aburrido.

Los actos inaugurales han de ser ágiles y no durar tanto tiempo como una conferencia o casi. Se dan las ideas básicas de lo que se pretende con ese acto concreto y basta. Se agradece la asistencia y se evitan sofocones de verborrea, muchas veces absurdos. En otras palabras, el auditorio no puede llegar a la primera conferencia ya cansado tras el acto inaugural. Nada se debe improvisar. Y cuando hay que presentar a alguien lo mínimo es saber correctamente su nombre, norma básica de educación y saber estar. Y no se puede hablar a altibajos, con frases mal construidas, con desgana, como si estuviésemos en una tertulia con unas copas.

Si el invitado es un personaje famoso, pongamos por ejemplo un escritor, no se puede hacer su presentación sentando en la mesa a numerosas personas y que todas hablen. No es la primera vez que en la mesa está el personaje que va a dar la conferencia y junto a él, quien lo va a presentar, además de otras cuatro o más personas flanqueando a ambos. Habla uno, luego el otro, y así hasta que llega el turno de quien tiene que hacer la presentación del invitado y, por fin, diserta la persona a la que íbamos a escuchar. Se pierde mucho tiempo, mucho. En esos actos se habla lo justo, con control del minutaje para dar paso a los contenidos propios del programa oficial cuanto antes.

En estos detalles es donde también se ve la categoría de la institución y de quienes tienen que representarla. De ahí que sea factor de suma importancia. Nombramos líneas arriba la palabra protocolo, que todavía a muchas personas suena como un problema cuando no es tal porque si se cumple, porque se conoce, nos hace más fácil el trabajo. Aunque pueda parecer lo contrario, el protocolo lo simplifica.

Y de la mesa inaugural pasamos a las primeras filas de butacas, esas donde están los puestos reservados para autoridades. Porque ya no es la primera vez que un político queda mal al exigir sentarse donde no le corresponde, por muy concejal que sea, dependiendo, obviamente, del acto y de quien lo organice.

De todo lo aquí expuesto sobran los ejemplos por abundantes. Todo es imagen, saber estar, actuar con corrección.

Publicado enComunicacióncomunicación oral y escrita

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