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Corrupción y fraude en obras de los siglos XVI y XVII

JESÚS MANUEL GARCÍA.  El mal de la corrupción que tanto impregna la vida española, y de otros países, no es de ahora. Ni de la década pasada. Fraude y corrupción hubo siempre en todas partes, lo cual no la justifica. Por ejemplo, en pleno Siglo de Oro español, como hace unos años estudió Miguel Ángel Aramburu-Zabala Higuera. Este profesor de Historia del Arte de la Universidad de Cantabria nos sorprendía con un libro muy curioso editado en el año 2001, en el que señala que el fraude y la prevaricación en los oficios públicos de Europa en los siglos XVI y XVII, derivados del choque entre el poder público y la gestión privada, son bien conocidos en Francia. También hay estudios al respecto en Inglaterra e Italia. En España la Universidad de Valladolid publicó en 1998 un trabajo sobre la corrupción municipal en las instituciones de Castilla a finales de medievo. Santos Madrazo indica que en los primeros años del siglo XVII la corrupción era moneda de cambio en Inglaterra y en España “debido a que en la organización política y las prácticas que generaba el Estado, la esfera privada y la esfera pública eran difícilmente separables”.

Portada del libro. FOTO: J.M.G.
Portada del libro. FOTO: J.M.G.

   En el XVI se detecta más corrupción porque el Estado moderno legisla sobre el papel de un modo más abundante que en la Edad Media. Fraude y corrupción había en la arquitectura. Si en los demás países europeos existían los gremios de canteros para garantizar la calidad de los edificios que construían, en Castilla, señala Aramburu-Zabala, no hubo tales gremios sino maestros de cantería. En 1530 apareció la subasta pública de adjudicación de obras y su tasación final. En subastas y tasaciones se asentaba el fraude.

   En el Siglo de Oro, en las obras para la realeza se ocultó la corrupción, en las obras públicas el poder central actuó con mucho rigor castigando los abusos. Los inmuebles religiosos estaban sometidos al rigor de los constructores pero la jerarquía eclesiástica alternaba ese rigor con la flexibilidad a la hora de perseguir al corrupto. En la arquitectura de las viviendas del pueblo las leyes seguían siendo medievales por lo que no se cumplían.

   En el monasterio de El Escorial, su obra acabó siendo un río de aguas revueltas que impedía continuar con la construcción hasta que en 1572 se hizo con el control de los trabajos Juan de Herrera, reduciendo gastos y apurando la terminación del monasterio, que quedó construido en 1586. La corrupción detectada en esta obra fue ocultada debidamente por los miembros de la Congregación de San Jerónimo. Parece que el fraude radicaba en la indebida calidad de los materiales. En la obra escurialense participó en el equipo de Herrera el ingeniero Cristóbal de Rojas, experto en arquitectura militar, quien cuenta los fraudes detectados siendo uno de los más importantes el de la cal, pues se empleó una que parecía ser de alta calidad cuando en realidad era peor. Lo mismo sucedió con los ladrillos, que se pagaron por buenos y se sirvieron otros pésimos. También hubo fraude en el uso de la madera. Y los responsables de la construcción metían como canteros a familiares legos en el oficio, por lo que tallaban mal los bloques de granito.

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En la cúpula de la basílica de El Escorial se detectaron en su época grietas de un posible fallo en la calidad de materiales. FOTO: Cedida.

   Sobre esto último se conservan unas Constituciones Sinodales de la Iglesia de Burgos en las que consta que se prohibió contratar obras a quienes fuesen ajenos a los oficios correspondientes. Abundó el traspaso de trabajos pues maestros hubo que se convirtieron en contratistas. Iban a las subastas y luego traspasaban esas obras. El autor del libro que nos ocupa expone que el fraude estaba legalizado y fruto de ello era que las obras se contrataban por un precio menor que el legal establecido.

   Por el fraude se vinieron abajo varias obras arquitectónicas entre los siglos XV y XVI, pensemos en los cimborrios de las catedrales de Sevilla, Jaén y Burgos. Fallos se detectaron en la cúpula de la basílica de El Escorial y el autor se pregunta si se debieron a un diseño inapropiado o a algo más. En 1639 se produjo un gran incendio en la Plaza Mayor de Madrid, con numerosos muertos. La documentación dice que las casas no tenían paredes maestras ya que todo eran tabiques. Se trataba de construcciones de mala calidad. Fallos estructurales por mala construcción los hubo en puentes como el de Coria o el de Almaraz, ambos en Cáceres, entre otros.

Referencia:

ARAMBURU-ZABALA HIGUERA, M. Á. : Fraude y corrupción en la arquitectura del Siglo de Oro, Santander, Universidad de Cantabria, 2001.

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