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OPINIÓN. Desdisneylandizando la sede del Concello de O Porriño

El Concello se basta a sí mismo para lucir cada noche con los focos que resaltan con discreción el poderío artístico de la fachada. FOTO: J.M.G.
El Concello se basta a sí mismo para lucir cada noche con los focos que resaltan con discreción el poderío artístico de la fachada. FOTO: J.M.G.

JESÚS MANUEL GARCÍA

Es una buena noticia que los responsables del gobierno municipal de O Porriño hayan decidido retirar los cables transparentes con lucecitas de colores que literalmente cosían la fachada del monumental edificio sede del Ayuntamiento. Demuestra que por fin vemos una señal de respeto y cuidado del patrimonio histórico de la villa, concretamente del monumento más importante local, obra del gran Antonio Palacios Ramilo, que conocemos bien por nuestra investigación que en pocos meses dará fruto en una monografía sobre uno de sus proyectos urbanísticos en Ourense. Y es que al menos en el Concello se ha optado por este acto de respeto, lo que ya no es posible en otra importante obra del afamado arquitecto, la farmacia de su hermano Pepe. Las políticas nada afortunadas del feísmo y de la especulación le colocaron al lado un horroso mastodonde hotelero que achica y quita aire y gracia al singular edificio. Eran otros tiempos, sí, pero incluso ese esperpento pudo evitarse si aquella corporación del momento tuviese otra sensibilidad.

Exterior de la caja de escelare, que divide en dos la fachada, pues a partir de ella continúa la vidriera neogótica del antiguo salón de sesiones. FOTO: J.M.G.
Exterior de la caja de escelare, que divide en dos la fachada, pues a partir de ella continúa la vidriera neogótica del antiguo salón de sesiones. FOTO: J.M.G.

   Durante años, la bellísima fachada del Ayuntamiento lució sus bloques de granito local con los cables transparentes que recorrían toda su superficie, bordeando arcos de vanos, almenas, aleros y otros detalles, incluidas esculturas, que engrandecen el conjunto artístico. Dichos cables afeaban y contaminaban visualmente el monumento porque estaban de más. Pero los responsables municipales no repararon en este detalle. Luces permanentes que se activaban en la noche de las jornadas grandes de la Navidad y en las fiestas patronales de la villa, en honor del Santo Cristo. Y claro, ver en la oscuridad el edificio recortado en colores por aquí y acullá le daba un aspecto disneylandizador rozando lo ridículo para resaltar festivamente un edificio que por sí es motivo permanente de resalte desde que lo entregó Palacios. Las bromas de algunos vecinos les llevaban a comparar aquella fachada iluminada cual tómbola con otro negocio tan distinto como nocturno.

   El Concello de O Porriño se ilumina cada noche mediante un sistema de focos que le dan luz blanca la cual resalta su monumentalidad, la del gris pétreo que se impone a las tinieblas, aportando todavía más si cabe poderío expresivo a una fachada tan famosa que nos crea la ilusión de estar ante una gran sede municipal cuando en realidad casi hablamos de una fachada telón, dada la estrechez de la finca en la que se levanta el edificio, que con el paso del tiempo tuvo que ser ampliado a un lado y hacia atrás.

   Ahora ya se le puede hacer fotos sin la molestia de los cables que todo lo invadían. Y aún habrá quien diga que hay otras cosas más urgentes que hacer en el municipio. En cualquier municipio hay en todo momento cosas, muchas cosas importantes que hacer, y en las que tienen que implicarse todos sus concejales, oposición incluida. Esta que comentamos es también importante. Porque demuestra interés por conservar y cuidar del mejor modo la fachada más importante del contorno. Por cuidar el patrimonio cultural, detalle al que están obligados los concellos también. Una pena que tal «menudencia» no se haya afrontado mucho tiempo atrás. No lo supieron ver los políticos locales. Ya va siendo hora de pensar algo más en el patrimonio cultural que cada pueblo posee y mimarlo. Y aquí podríamos incluir también ciertas pancartas en fachadas monumentales de iglesias, o los carteles que piden silencio en el interior del templo, colocados al lado de una escultura o conjunto escultórico de gran interés artístico. Hay que tener cuidado y buen gusto para que nada entorpezca el reino de la belleza.

   Volviendo a O Porriño es menester felicitar a la alcaldesa y a su equipo por afrontar esta obra de cuidado de su edificio más célebre. No se olviden que O Porriño está en el mapa nacional del arte del siglo XX con mayúsculas gracias al trabajo de su vecino Antonio Palacios, que con este inmueble introdujo su regionalismo en la arquitectura gallega. Sus obras en la villa sobreviven con buen gusto a la desfeita urbanística de las últimas décadas. Ellas ponen el toque de distinción y nobleza en su espacio urbano. No es una cuestión baladí.

Publicado enArquitecturaArteO PorriñoOpiniónPatrimonio

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