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Propuesta de restauración de un libro de historia del siglo XVIII

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Nuestro modelo es el volumen VIII de The Modern part of the Universal History que data de 1761. FOTO: J.M.G. Biblioteca J.M.G.

JESÚS MANUEL GARCÍA. Nos dice Colin Clair que a comienzos del siglo XVIII, Inglaterra tenía un panorama de la imprenta hundida en la mediocridad, pero a finales de la centuria se había producido un cambio destacable. Gracias a grabadores de punzones y fundidores de letras tales como Caslon, Baskerville, Wilson, Martin, Austin y Figgins, Inglaterra pudo ponerse a la altura del Continente, tipográficamente hablando, y puso fin al monopolio que entonces ejercían los holandeses como proveedores que eran de tipos para el país. Debido a James Whatman y a William Balston se podían conseguir en la propia Inglaterra buenos papeles para imprimir, para escribir y para láminas, todos ellos utilizados en imprenta. Ya no era necesario ir a buscarlos a Génova.

   Y gracias a impresores como Bowyer, Bell, Bumer y Bensley, la producción de libros alcanzó un nivel elevado, y el medio siglo que va desde 1780 a 1830 se puede considerar como período destacable de la producción editorial británica. Los primeros papeles fabricados en Europa proceden de tejidos de fibra vegetal (lino, cáñamo, algodón). Ese sistema de fabricación durará en el continente hasta la mitad del siglo XIX, época en la que se introducirá la madera.

  Hay dos grandes períodos de fabricación papelera en Europa: El del papel de trapos, que se obtenía de los trapos de lino y cáñamo en la primera época, y más tarde del algodón. El segundo período es el del papel de madera. Y se distinguen dos etapas artesanales manuales: Se corresponde con los tiempos más antiguos de la fabricación de papel. En los molinos papeleros los trapos blancos sufrirán un proceso que los convertirá en el nuevo material de escritorio. Se troceaban los trapos, se desempolvaban y se sumergían en el agua para limpiarlos. Cuando fermentaban se les añadía lejía, se dejaban macerar y batear para conseguir su desfibrado y una pasta que, bien mezclada con agua, será la materia prima del papel. Extraída del agua con fibras entrelazadas de bambú, rejillas metálicas, según épocas y lugares, debidamente prensada y secada, obtendremos la hoja de papel. Esas hojas se encolarán con engrudos vegetales en los primeros tiempos, más tarde con colas animales y un posterior satinado. El encolado une las fibras. La hoja de papel así fabricada es de grosor desigual, notándose restos de filamentos del trapo original. La formadora de hilos metálicos entrelazados dejará en la hoja estas marcas de líneas traslúcidas por haber recibido menos cantidad de pulpa o pasta, a modo de verja, de ahí que sea papel verjurado.

   Como la demanda fue mayor, los impresores marcaban sus papeles con lo que conocemos como marcas de agua. El papel obtenido se compone de :

1.-celulosa,

2.-cola vegetal o animal

3.-pequeña reserva alcalina por el uso de cal al obtener la pasta.

   Época artesanal industrializada: En los últimos años del siglo XVIII y principios del XIX aparecerán sistemas automáticos que sustituirán la tradicional formadora de hojas. Permitirán fabricar largas tiras de papel, papel continuo. Son telas continuas soportadas por rodillos animados de un movimiento rectilíneo horizontal sobre los recipientes de pulpa. Esta se deposita sobre ellos muy diluida, cediendo agua a su través y por la presión de los rodillos. El papel obtenido no es verjurado y su espesor es mucho más regular y uniforme. Sus componentes son: celulosa, agua, aprestos vegetales y animales o químicos como el alumbre.

   En el siglo XVIII, por la demanda creciente de papel y escasez de trapos blancos, se empiezan a utilizar en su fabricación los trapos de color, decolorados previamente con productos clorados. En cuanto a la tinta, se entiende por tal toda sustancia que en un estado más o menos fluido e, incluso, sólido, es adecuada para escribir, imprimir o colorear, según técnicas e instrumentos apropiados a cada una de estas posibilidades. A lo largo del tiempo se han utilizado tintas de distinta naturaleza: vegetal, animal y mineral. Los componentes varían sobe todo en épocas en que eran preparadas con recetarios de carácter experimental.

   Los componentes básicos son: colorante disolvente aglutinante mordiente Componentes secundarios: espesante humectante antiséptico olorante anticongelante abrillantador penetrante De las tintas caligráficas la más interesante es la del carbón. Se obtenían mediante semicombustión de materias orgánicas, sobre todo maderas resinosas, molidas y mezcladas con el hollín fruto de la cremación. Ese polvo se amasaba con aglutinante y se dejaba secar formando núcleos o pastillas listas para obtener la tinta por simple disolución en agua. La mejor calidad de esta tinta se consigue por la finura del polvo.

Aspecto de la cubierta del libro. FOTO: J.M.G.
Aspecto de la cubierta del libro. FOTO: J.M.G.

OBJETO ELEGIDO: Libro antiguo

TÍTULO: The Modern part of the Universal History / compiled from original writers by the authors of the Antient. ( v.); 38 cm.- London; T. Osborne (etc.), V. VIII; 716 p. 1761.

ORIGEN GEOGRÁFICO: Inglaterra.

MATERIA: Papel verjurado

TÉCNICA: Impresión artesanal.

LÁMINAS, ILUSTRACIONES: No

ÉPOCA: Segunda mitad del siglo XVIII

CRONOLOGÍA: 1761.

UBICACIÓN ACTUAL: En una vitrina de madera y cristal de la Biblioteca J.M.G. en Ourense.

ESTADO DE CONSERVACIÓN: Aceptable.

PROCEDENCIA: Regalo del actor inglés Denis Demarne a principios de la década del 2000.

Ex libris de la Somerhill Library. FOTO: J.M.G.
Ex libris de la Somerhill Library. FOTO: J.M.G.

-ESTUDIO Y ANÁLISIS DEL LIBRO. Esta obra es el volumen octavo de la The Modern part of the Universal History compilada del original por los autores de la antigua. Consta de 716 páginas, incluye la Historia de los reinos de España y de Portugal y fue publicado en 1761 en Londres por T. Osborne, C. Hitchand, L. Hawes, A. Miller, J. Rivington, S. Crowder, B.Law and Co. T. Longman, C. Ware y S. Bladon. El volumen tiene 38 centímetros de alto por 25 de ancho y 5 de grosor. Está impreso en papel verjurado resistente y bien conservado todavía en la actualidad. Desconocemos el resto de volúmenes de esta enciclopedia debido a que el octavo llegó a nosotros como regalo privado en Londres, en la residencia del actor Denis Demarne, quien en los últimos años de su vida trabajó en la subasta de antigüedades. El regalo tuvo lugar a finales de los años 90 del siglo XX y desde entonces se encuentra en una vitrina de cristal y de madera, en nuestra biblioteca.

Primera página de la obra. FOTO: J.M.G.
Primera página de la obra. FOTO: J.M.G.

   El libro carece de ilustraciones excepto una pequeña a modo de timbre en la primera página o portada. Representa una columna dórica sobre un pedestal rodeada de nubes. A sus pies está la leyenda: In recto decvs. En la parte interior de la cubierta, figura el ex libris de la Somerhill Library, con el número de registro 57, puesto a mano, lo que nos dice que este volumen formó parte de dicha biblioteca hasta que fue destinado a subasta, algo a lo que no llegó a producirse por convertirse en regalo.

El voluen no tiene imágenes sino texto solamente en sus páginas, con diversas anotaciones. FOTO: J.M.G.
El volumen no tiene imágenes sino texto en sus páginas, con diversas anotaciones. FOTO: J.M.G.

   Está impreso a línea tirada, con pequeñas notas al inicio de cada párrafo a modo de resumen del mismo. En las márgenes derecha de las páginas pares e izquierda de las impares, cada párrafo va marcado por orden alfabético, de la a a la e, así en todas las páginas. Consta, además, el número de página y, en la parte inferior, aparecen notas a pie de página en versalitas, además de verse la ordenación alfabética de los pliegos.

Este ejemplar del XVIII tiene problemas en el canto y en las tapas, que están sueltas. La calidad del papel es muy aceptable por su limpieza. FOTO: J.M.G.
Este ejemplar del XVIII tiene problemas en el canto y en las tapas, que están sueltas. La calidad del papel es muy aceptable por su limpieza. FOTO: J.M.G.

   El canto superior es en oro. La tinta es negra en todo el libro salvo en la portada, que emplea la roja también. El ejemplar tiene dañado el lomo, pues se le ha desprendido un trozo donde está el título y número de volumen. También se le ha soltado una cabezada. La cubierta presenta rasgos del paso del tiempo, con los desgastes en las esquinas y contornos, incluso se le ha levantado el papel de la cubierta, en la que además se ve un ribete de oro.

-PROPUESTA DE RESTAURACIÓN Y CONSERVACIÓN PREVENTIVA. Aunque el estado del libro no es el mejor, tampoco presenta graves alteraciones. Una primera operación podría consistir en retocar la cubierta para recomponerla, uniéndola de nuevo, y mejorar el lomo, que ha perdido una capa ornamental. Lo más apropiado es desencuadernar el libro con sumo cuidado. Para ello, en primer lugar hay que desprender la encuadernación del lomo con cuchilla o rejón que corte bien los cordeles que unen el libro a las tapas, evitando movimientos bruscos que desgarren el papel. Cuando tengamos las tapas separadas, en nuestro caso ya están sueltas previamente por su deterioro, salvo el lomo, hay que sanear bien el lomo del libro, usando una tijera o una cuchilla que nos permitirá eliminar restos de cola o de cualquier otro cuerpo extraño.

Trozo de canto suelto. FOTO: J.M.G.
Trozo de canto suelto. FOTO: J.M.G.

   El lomo se puede meter en una bandeja de agua caliente durante unos segundos. Esto ayudará a que su superficie sucia ablande los restos de cola para desprenderlos sin esfuerzo. Al eliminar la cola, se recomponen los pliegos, que ofrecen en su manipulación mayor seguridad que las hojas sueltas, se le quitan los hilos del centro. A continuación conviene un lavado de las hojas. En nuestro caso, para evitar más daños, podemos obviarlo dado que las páginas no están sucias apreciándose tan solo ligeras manchas de humedad en la primera página. Si no utilizamos el lavado lo más aconsejable es aplicar engrudo en la lomera para evitar el paso de humedad al interior de los pliegos.

   La cubierta se puede restaurar y reintegrarla unida al libro mediante cola blanca diluida. Hay que pegar el trozo de lomo suelto y la cabezada. No nos consta que este volumen se haya restaurado previamente. Mejorada su cubierta, el ejemplar quedará bien protegido. Hay que confiar esta tarea a un restaurador profesional, no a un encuadernador, pues el primero sabe cómo tratar el libro, objeto delicado, al que no conviene eliminar márgenes ni ninguna otra cosa de su estructura fundamental. Corremos el riesgo de que se nos rompa el papel.

   A diferencia de otros materiales más resistentes, el papel es frágil dado su origen vegetal, compuesto por fibras de celulosa. Su principal problema es la acidez, que provoca una reacción cáustica que afecta a la cadena de moléculas de la celulosa hasta el punto de deshacerla. Por ello se necesitan programas de desadificación utilizando lavados o baños del papel o aplicando productos gaseosos, líquidos, estos últimos los preferidos. Otro factor de deterioro del papel es el tener un pH por encima de 7. Esto se trata con una solución ligeramente acidulada a base de un ácido débil para lograr un pH neutro. Es fácil conservar un libro como este en buenas condiciones. Se conserva en una vitrina en la que una vez al año se colocan dos piezas de naftalina. Se ajusta a las normas mínimas de luz general indirecta (300 lux máximo), con una temperatura constante entre 14 y 20 grados. La humedad, entre el 45 % y el 50 %. Su uso es solo para consulta, lo que se produce muy pocas veces al año.

-BIBLIOGRAFÍA:

-ALMELA MELIÁ, J. : Higiene y terapéutica del libro, Fondo de Cultura Económica, México, 1976.

-CLAIR, C. : Historia de la Imprenta en Europa, Ollero & Ramos, Madrid, 1998.

-DAHL, S. : Historia del Libro, Alianza Editorial, Madrid, 1999.

-MELERO, P. A. : Introducción a la restauración artesanal de libros, grabados y manuscritos, Ollero & Ramos, Madrid, 1995.

-VV. AA. : La preservación y restauración de documentos y libros en papel: Un estudio del RAMP con directrices, Programa General de Información y UNISIST, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, París, 1984.

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