JESÚS MANUEL GARCÍA. En pleno centro histórico de Ourense hay un punto elevado que merece la pena ser visitado, aunque no está abierto al público. No nos referimos al ya visto de la torre mayor de la catedral. Nos vamos, a muy pocos metros de allí, a la calle Lamas Carvajal, para subir a la torre de la iglesia de Santa Eufemia. Visitamos un edificio jesuita, hoy templo parroquial diocesano, lleno de interés. De él solo nos interesará aquí su única torre. Contamos con el apoyo y la amistad de su párroco, Manuel Mera, que gustoso nos acompaña en tan interesante recorrido.
Para subir a la torre hay que dirigirse, nada más entrar en la iglesia, a la derecha. Allí veremos una verja que nos da acceso a una escalera. La subimos y llegamos a un primer piso que se corresponde con la tribuna del órgano y con las tribunas laterales del templo, tan típicas de la arquitectura de la Compañía de Jesús.
De frente y a la derecha vemos sendas puertas que permiten acceder al órgano y a la tribuna norte y sur. Si entramos en esos espacios elevados del interior del edificio nos sorprenderemos de la belleza y proporción de tan majestuoso lugar. El órgano se ubica a los pies del templo y en la tribuna que corre sobre la nave lateral norte hay diversos elementos artísticos, restos de retablos etc. que allí se conservan, además de mesas y sillas para la catequesis.
Las vistas de la nave central y del crucero son soberbias. Muestran la elegancia de esta fábrica que para muchos pasa desapercibida.
Volvemos al rellano de la escalera, al que da luz una ventana que adorna la fachada barroca de la iglesia, en la calle de la torre. Y seguimos subiendo por una puerta ubicada al norte. Ahí comienza un oscuro caracol de escalera que hay que utilizar con sumo cuidado. A medida que subimos se va haciendo la luz mediante un pequeño ventanuco rectangular que se corresponde con el final del caracol.
Desde ahí la subida continúa, ahora mediante escalones de piedra empotrados en el muro, como ya vimos en Oseira. Los peldaños están llenos de excremento de aves. Una nueva ventana nos deja ver las cubiertas de la iglesia por el lado norte, con sus contrafuertes. Unos escalones más y ya, a plena luz del día, se nos aparece el campanario con sus dos campanas fundidas en Portugal y de sonido agudo en las señales horarias, que en nuestra visita no sonaron por estar averiado el sistema eléctrico que las golpea.
No hay barandillas de protección, vemos los cuatro huecos para campanas y, a continuación, el vacío. Pero las vistas no tienen desperdicio. Si miramos hacia el este, es decir, hacia la plaza de Santa Eufemia, hacia la catedral, vemos ese espacio urbano allá abajo y la torre catedralicia, con sus volúmenes, que se eleva dorada por el sol de meia tarde, sobre el caserío urbano. Nuestro campanario en el que nos hallamos es unos metros más bajo que el citado.
Si miramos hacia el norte, se nos presentan las cubiertas de la actual Casa Sacerdotal, antiguas dependencias del colegio de los jesuitas. Cuando los jesuitas llegaron a Ourense, fundaron una pequeña casa en el año 1653, y una iglesia. Desde entonces llevaron a cabo varias reformas que cambiaron el aspecto de su sede, creciendo en grandiosidad. La reforma comenzó por el templo, como consta en la documentación de la orden correspondiente a los años 1678 a 1681. Fue inaugurada para el culto el 29 de mayo de 1683 con un acto cargado de solemnidad. Se trataba del segundo templo construido en ese lugar por los hijos de San Ignacio de Loyola, del que nada queda. Era un templo de planta circular. En 1691 el Conde de Maceda vendió a la orden terreno y las obras comenzaron en 1694, sumidas en una dura polémica y litigio con el cabildo, llegando el asunto a la Nunciatura por parte de los jesuitas. Hacia 1733 los religiosos decidieron hacer una nueva iglesia donde estaba la anterior, apareciendo en la documentación como procurador de fábrica el hermano Sebastián del Pino, que en 1740 dejó Ourense para ir a la ciudad de A Coruña. El colegio ocupaba un pabellón rectangular de casi 200 metros de largo, con planta baja, tres pisos y desván. También observamos la calle Lamas Carvajal, oculta entre las fachadas y al fondo, el inicio del Paseo.
La ciudad se nos vuelve una sinfonía de áticos y terrazas superiores que no se ven desde el nivel de la calle. Igualmente vemos el patio del actual Obispado, formado con su vegetación y aún alcanzamos a ver algunos áticos del Progreso.
Por el hueco del campanario que da al oeste, se ve la cubierta del templo con la linterna que ilumina la cúpula y el crucero. Los tejados viejos de Ourense se suceden hasta fundirse con otros más nuevos y alcanzar, allá al fondo, la silueta del Auditorio de la ciudad.
En la pared del campanario leemos un texto grabado que dice: “Comienza el 10.2-88, termina el 1-6-96. Maestro cantero González Ansia”. Por el hueco sur el espectáculo continúa porque nos permite salir de la torre y situarnos en el ático de la fachada barroca, al pie de la cruz que la corona.
Y vemos los remates todos, cómo fueron tallados, los pináculos, piezas helicoidales, metopas, cornisas… El pasillo está flaqueado, a la izquierda, por el muro trasero del ático de la fachada de la iglesia y por la derecha, por el tejado que termina en una pequeña pared en la que una puertecilla permite acceder al bajo cubierta.
Esa es la zona del extradós de las bóvedas de cañón de la nave central y al entramado de madera que sostiene el tejado. Sobre las bóvedas lo que hay son restos varios de maderas y otros elementos cuya función es ejercer presión encima de las bóvedas. Salimos de nuevo al pasadizo exterior y podemos observar los dos cuerpos superiores de la torre.
El de campanas necesitaría estar situado encima de un cuerpo que le diese más realce, o contar con un balconcillo, lo que no llegó a hacerse. La consigna era que no podía superar a la torre de la catedral. Y así quedó. Para alcanzar el cuerpo superior no hay escalera aunque sí hueco para colocarla y pasar a ese nivel más elevado, que carece de uso.
La historia de esta torre junto a una fachada del XVIII de gran exhuberancia y concavidad, comenzó a finales de los años ochenta del pasado siglo cuando el entonces párroco, Luis Rodríguez Portugal, solicitó un proyecto al arquitecto Pérez de Juan Romero. El objetivo era realzar la fachada y eliminar un pequeño cuerpo donde se alojaban las campanas. El proyecto data de 1987, situando la colocación de la torre sobre la cornisa de la iglesia y de la planta con doble cornisa moldurada. Ese cuerpo tendría en sus cuatro lados arcos de medio punto, y aún habría dos cuerpos superiores más, un segundo coronado por un cupulín asentado sobre tambor octogonal.
El arquitecto escogió varios modelos de torres campanario barrocas para Santa Eufemia: las de la iglesia de Santa María de Melias, en Pereiro de Aguiar; las de San Jorge de A Coruña y la del monasterio de San Salvador de Lourenzá, en Lugo. La decisión final consistió en diseñar unas torres que tuviesen algo de la primera opción y de la tercera. La propuesta obtuvo el beneplácito de la Xunta. Desde la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el arquitecto Fernando Chueca Goitia se mostró a favor del proyecto ourensano resaltando que lo que se precisaba era construir unas torres adecuadas y que no desentonasen con el lenguaje de la fachada.
El canónigo archivero de la catedral, Miguel Ángel González, también había emitido un informe favorable a dotar al templo de Santa Eufemia con dos torres, que no se levantaron por problemas económicos en su momento y que la opción elegida se mostraba acorde con el estilo de la fachada. Tendría que notarse la diferencia de la piedra para no mezclarla con la fachada, de mayor antigüedad. Así solo se construyó una torre por limitaciones económicas, utilizándose un granito más claro que el de la fachada barroca. Dicha construcción no fue ajena a la polémica en la ciudad, pues la propia Consellería de Cultura de la Xunta llegó a exponer que no tenía sentido rematar la fachada de un edificio perfectamente integrado en el casco histórico de Ourense, con una obra del siglo XX. Pero se construyó la que corona la fachada por su lado diestro.
Concluimos otro recorrido vertical por el patrimonio ourensano que nos deja un magnífico sabor de boca y nos ayuda a conocer mejor y ver de otra manera impresionantes edificios, como este de Santa Eufemia.
-Para saber más acerca de las torres de Santa Eufemia, consúltese el siguiente artículo de Begoña Juan Franco en la revista Porta da Aira :Las Torres de Santa Eufemia
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