Saltar al contenido

En el cielo de Ourense. Las cubiertas de la catedral (III). Camino de ronda

Camino de ronda por el brazo norte del crucero. FOTO: J.M.G.
Camino de ronda por el brazo norte del crucero. FOTO: J.M.G.

JESÚS MANUEL GARCÍA. Seguimos subiendo por el husillo sur hasta alcanzar la cima. A medida que ascendemos observamos cómo este caracol de piedra se ve renovado gracias a la restauración que se hizo en esta zona en el pasado siglo. Nada más salir de nuevo al exterior, observamos un tramo del camino de ronda, como itinerario que recorre todo el transepto catedralicio de norte a sur, de sur a norte. Vemos la Torre del Reloj, del siglo XVI, cuya esfera mira al sur, pues por esa zona se extendía la vieja ciudad.

Cuerpo interior del reloj, en la torre homónima. FOTO: J.M.G.
Cuerpo interior del reloj, en la torre homónima. FOTO: J.M.G.

   Omnipresente y airoso en su presidencia del exterior catedralicio se muestra el cimborrio que Rodrigo de Badajoz construyó en los últimos años del XV y primeros del XVI. Al comenzar a deambular por el camino de ronda apreciamos que, en los extremos, encima de las fachadas norte y sur del transepto, en las esquinas, hay dos torres defensivas en cada una de ellas. No olvidemos que en la Edad Media era esta catedral la mejor fortaleza de la ciudad, un gran buque de piedra invencible, símbolo también del poderío episcopal.

El cimborrio es el elemento más destacado del exterior catedralicio. FOTO: J.M.G.
El cimborrio es el elemento más destacado del exterior catedralicio. FOTO: J.M.G.

   Olga Gallego indica que desde finales del siglo XII o a principios del XIII la catedral ourensana fue dotada de torres y elementos defensivos sobre la nave del crucero. Son estas que tenemos ante nuestros ojos ahora, segurísimo que ligeramente transformadas con el paso de los siglos. Se conocía este importante complejo defensivo en aquel entonces como Fortaleza da Igrexa o Bóveda da Igrexa. Son cuatro torres circulares ubicadas en la cima de los contrafuertes de ambas fachadas y se apoyan sobre un elemento tan bello como típico en esta basílica: los capiteles ménsula que no tienen bajo ellos columna o columnilla. Se trata de capiteles cuya ornamentación es vegetal y llevan también bolas. Pueden pertenecer a la época del pontificado del obispo Don Alfonso I, es decir, entre los años 1174 y 1213. Ni que decir tiene que estas torrecillas muestran su emplazamiento similar al de las que tuvo la catedral compostelana, bien estudiadas por Carro Otero.

Vista de la Torre del reloj desde la praza do Trigo, al sur del templo. FOTO: J.M.G.
Vista de la Torre del reloj desde la praza do Trigo, al sur del templo. FOTO: J.M.G.

   La torre o cubete que, desde la calle Lepanto vemos a la derecha del portal norte, fue modificada debido a los destrozos habidos en esa fachada con las luchas condales de finales del XV, pues sus capiteles ménsula se sustituyeron por otras piezas aprovechadas. Estas torres son otro signo de que estamos en una catedral fortaleza, pues previamente conocimos almenas.

Torre del reloj vista desde las cubiertas. FOTO: J.M.G.
Torre del reloj vista desde las cubiertas. FOTO: J.M.G.

   Las torrecillas de la fachada sur defendían mucho mejor la catedral que las del norte, prueba de ello es cómo resolvió el conde de Benavente el asalto al templo. Olga Gallego nos cuenta cómo desde la cima de la catedral, desde el citado camino de ronda, volaban piedras y flechas que causaban daños múltiples tanto en los tejados cercanos como en quienes circulaban por las rúas de la vieja ciudad episcopal.

Apréciense las dos torrecilla defensivas de la fachada norte. FOTO: J.M.G.
Apréciense las dos torrecilla defensivas de la fachada norte. FOTO: J.M.G.
Escaleras de caracol para ascender a las cubiertas. FOTO: J.M.G.
Escaleras de caracol para ascender a las cubiertas. FOTO: J.M.G.

   La ya mencionada Torre del Reloj señala, en su época, el XVI, el final del uso de la catedral como fortaleza. La paz de los Reyes Católicos hizo que en este monumento los esfuerzos se dirigiesen a levantar la ya citada torre para poner el reloj que marcase las horas de la ciudad, y la potente pero inacabada Torre de San Martiño, fábrica de claro estilo renacentista que quedó a medio hacer por la razón de que en aquel siglo las prioridades en la catedral eran otras, nada menos que evitar el desplome del edificio tras el asalto condal y otros problemas que llegaron a acentuar el riesgo de derrumbe general.

   La basílica disponía de su torre de las campanas, edificio este que por sí solo ya tiene unas cuantas vicisitudes. La terminó en el XVII Pedro de Arén. La del reloj se construyó sobre un contrafuerte de la fachada sur, lo que hizo que este fuese ensanchado de modo que la torre invade, por su anchura, parte de la fachada haciéndole perder su aspecto original. Se empezó a construir en 1515 siendo el autor de las trazas Lope Ramos, según se lee en el contrato que como maestro de la catedral le hizo el Cabildo en 1544. El reloj se le contrató a Gaspar Fernández en 1551, “Mayestro de hazer yngenios para reloxes”. Su campana, hoy sin uso, es del año 1559.

Remate de la Torre del Reloj, con elegante balaustrada del XVI. FOTO: J.M.G.
Remate de la Torre del Reloj, con elegante balaustrada del XVI. FOTO: J.M.G.

   Las múltiples obras registradas en la catedral movían la economía local. Se estableció un fondo denominado Obra da Catedral al que iban las rentas para sostener aquellos trabajos. A ella se sumaban las obras de la Ponte Maior, lo que activaba la vida en la ciudad.

   Desde el camino de ronda no se nota vértigo alguno. Ni sensación de estar a una altura considerable y ello es debido al desaguisado urbanístico que permite la presencia de numerosos edificios de varios pisos ubicados en terrenos más altos que el de la catedral, pues esta se construyó sobre una pendiente que arranca en el Montealegre. Sí impresiona un poco mirar hacia Hernán Cortés, pero como tampoco los muros permiten asomarse en demasía, el recorrido por esta zona de la catedral se hace cómodo aunque no para grandes grupos de visitantes, por las obvias condiciones de acceso y seguridad.

Detalle del interior de una torrecilla defensiva de la fachada sur y el camino de ronda. FOTO: J.M.G.
Detalle del interior de una torrecilla defensiva de la fachada sur y el camino de ronda. FOTO: J.M.G.
Vista aérea de la Praza do trigo desde la cima del portal sur de la catedral. FOTO: J.M.G.
Vista aérea de la Praza do trigo desde la cima del portal sur de la catedral. FOTO: J.M.G.

   Con todo, es un paseo espectacular desde el que se contempla la envergadura de este edificio histórico, incluido el desnivel que se aprecia en la cubierta de la nave central, lo que indica el arranque de la campaña final de construcción, algo que también se aprecia muy bien en otros elementos del interior. Dejamos aquí nuestro paeeo que continuará para conocer en detalle el cimborrio.

Vista del costado sur de la catedral desde el camino de ronda del transepto, con la terraza sobre el archivo y el desarrollo de la nave central. FOTO: J.M.G.
Vista del costado sur de la catedral desde el camino de ronda del transepto, con la terraza sobre el archivo y el desarrollo de la nave central. FOTO: J.M.G.
Publicado enArquitecturaCatedral de OurenseOurensePatrimonio

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *