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Los no lugares de nuestra vida

Las estaciones de ferrocarril también son no lugares. FOTO: J.M.G.
Las estaciones de ferrocarril también son no lugares. FOTO: J.M.G.

JESÚS MANUEL GARCÍA. Trataremos aquí a vuelapluma de un tema en el que casi todos estamos inmersos y a veces no nos percatamos de ello. Me refiero a los lugares conocidos como no lugares. Espacios para el anonimato, donde solamente hay seres humanos mezclados, desconocidos, que pasan por ese lugar no lugar sin más. Convierten los no lugares a los ciudadanos en simples elementos de conjuntos que se forman al azar y que son signo de la actual condición del ser humano y posiblemente de la futura. Son lugares para la circulación apresurada de personas y de bienes, pero también se incluyen los medios de transporte y hasta los grandes centros comerciales. Lugar y no lugar son lo que Marc Augé denomina polaridades falsas. Los no lugares son la medida de la época, que se podría obtener sumando las rutas aéreas, de ferrocarril, las autopistas y los medios de transporte: coche, tren, avión…

Terminal 4 del aeropuerto Adolfo Suárez, en Madrid. FOTO: J.M.G.
Terminal 4 del aeropuerto Adolfo Suárez, en Madrid. FOTO: J.M.G.

   Distinguir entre lugar y no lugar pasa por la oposición del lugar con el espacio. Pero Certeau no tiene en cuenta tal oposición pues el espacio es lo que él considera lugar practicado. Sirve el ejemplo de los pasajeros que deambulan por la terminal del aeropuerto, que son los que transforman en espacio las salas de la terminal definidas como lugar por la arquitectura. Así el lugar sería el conjunto de elementos constructivos que existen en un determinado orden (la terminal con todos sus componentes: cristaleras, paredes, pasillos, señales, tiendas, rampas, escaleras, ascensores…) y el espacio (animación de ese lugar por el tránsito de los viajeros). El espacio del pasajero sería el arquetipo del no lugar.

  “Mientras que la identidad de unos y otros constituía el lugar antropológico a través de las complicidades del lenguaje, las referencias del paisaje, las reglas no formuladas del saber vivir, el no lugar es el que crea la identidad compartida de los pasajeros, de la clientela o de los conductores del domingo”, indica Augé. El usuario de un no lugar está, en relación con el otro, los otros, mediante una relación contractual: el billete de avión, el billete de tren, la tarjeta del peaje de la autopista e incluso el carrito del supermercado.

En los no lugares el ciudadano tiene identidad cuando muestra su billete o documento de identificación. FOTO: J.M.G.
En los no lugares el ciudadano tiene identidad cuando muestra su billete o documento de identificación. FOTO: J.M.G.

   Y un detalle curioso es que el no lugar solamente crea soledad, similitudes, pero no crea identidad. Esta la origina el hecho de presentar el billete y el documento de identidad al revisor o a la azafata antes de embarcar. Es ahí, en ese acto, cuando el usuario del no lugar, en este caso el viajero, encuentra su identidad. Cierto es también que hoy lugar y no lugar están entremezclados y así la posibilidad de un no lugar está al alcance de cualquiera en cualquier lugar.

   Será que vivimos muy deprisa, será que formamos parte de la sobremodernidad que nos ofrece un mundo cargado de hechos y ese querer entender nuestro presente nos impide dar sentido al pasado reciente. Y esa sobremodernidad nos deja una sobreabundancia de espacio que se expresa, dice el antropólogo francés, en la multiplicación de las referencias imaginadas e imaginarias y en la  aceleración de los medios de transporte y nos lleva a la multiplicación de los no lugares mediante concentraciones urbanas, transporte de ciudadanos….

Publicado enAntropología

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