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El Irrio o el alma de Castro Caldelas

JESÚS MANUEL GARCÍA. Cuando entramos en la sede municipal de la villa ourensana de Castro Caldelas, subimos la escalera interior, entrando, a la derecha, para alcanzar la primera planta, que se nos presenta con una puerta de madera y varios huecos de vidrio. Al abrirla, entramos en un vestíbulo que al frente tiene un mostrador de la administración local, a la izquierda los despachos del secretario y de la alcaldesa y, a la derecha, una pared formada por una estantería tras la cual hay un pequeño espacio lleno de proyectos y documentación varia, cuyas paredes están adornadas, una, con un escudo de la villa tejido en lana y, al frente, en una esquina, se muestra una hornacina de madera que, tras su puertecilla de cristal, permite ver el totem más sagrado de la tradición caldelá. Es su máscara propia, por excelencia. Allí está O Irrio, como si de una reliquia se tratase. Tenemos ante nosotros la única máscara de cuantas hay en la provincia ourensana, que no es de carnaval. Solo la veremos en la calle en septiembre, en las fiestas de la Virxe dos Remedios.

   El ejemplar que se custodia en la vitrina es el auténtico, hecho en madera, y que solo sale en la procesión del día de la Virgen y en los actos protocolarios de la fiesta. Para el resto de cada jornada de Os Remedios sale una réplica. El Irrio o Irrio peliqueiro es lo que vemos en las imágenes que acompañan el texto. Una máscara que representa la faz de un hombre mayor, llevando el resto de la cabeza cubierto con un paño rojo. Cuando esta máscara o su réplica cobran vida en el cuerpo de quien la porte, va ataviado el Irrio con una vestimenta a modo de frac dotado de botones grandes en el pecho. No hay certezas en cuanto al origen de tan singular personaje.

El Irrio de Castro Caldelas. FOTO: Jesús Manuel García
El Irrio de Castro Caldelas. FOTO: Jesús Manuel García

   Vicente Risco nos dice que esta máscara derivó del carnaval a la fiesta de la patrona de la villa, por tanto pasó de una fiesta pagana a otra religiosa. Incluso deja ver que el verdadero origen se pierde en el tiempo. Para el investigador Enrique Bande es posible que el Irrio haya sido en su momento la máscara de un personaje grotesco de los que salían en la procesión del Corpus, antes de que la propia Iglesia eliminara de esta procesión todo elemento profano y carnavalesco. Aún quedan en algunos puntos de España personajes como los enanos y cabezudos que salen en alguna procesión del Corpus. O el hecho singular que se vive en Redondela en esas fechas, con la salida de la Coca, que tiene su origen en la cercana isla de San Simón. Hay incluso quienes quisieron ver en esta máscara caldelá una representación de la nobleza y sus administradores o recaudadores.

   Para otros es un defensor del pueblo. Según Olegario Sotelo, buen conocedor de su tierra, el Irrio, como dice Risco, tiene origen totémico. Pero sin duda estamos hablando del elemento más típico del folklore caldelao. También se le llama Irrio peliqueiro porque porta una piel, pelica, de oveja que azota simbólicamente a los vecinos, pues es uno de sus derechos. El Irrio sale acompañado por gaiteiros en la procesión y el pueblo lo respeta. Antiguamente iban con él otras máscaras que, según Vicente Risco, eran las pantasmas que llevaban junto a sus manos guantes rellenos de serrín de modo que les colgaban y balanceaban al bailar.

   Hay que señalar que fue en el año 1951, concretamente el 7 de septiembre, cuando el entonces alcalde de Castro Caldelas, Jesús Losada, hizo público un bando que se guarda en la histórica villa como oro en paño por lo que atañe a su más preciada tradición. Según dicho documento, la persona del Irrio es inviolable y a nadie la está permitido maltratarlo por lo que todo ciudadano queda obligado “a tolerar sus persecuciones y golpes, siempre que estos sean dados moderadamente con el ‘pelico”. Por medio del histórico y original bando se ruega a los tenedores de productos como “fruta, barquillos, etc. toleren las apropiaciones que el Irrio efectúe, siempre que se mantengan dentro de los límites de prudencia que las antiguas y notorias normas consuetudinarias permiten”.

   Al Irrio se le puede insultar pero siempre que tales insultos “no constituyan ofensa a la moral, desprecio a la tradición ni menoscabo a la decencia”. Si hubiere algún momento en el que el Irrio se excediese en sus acciones, a nadie le estará permitido recriminarle, pues en ese caso hay que dar cuenta a la única autoridad competente, la de la alcaldía, “para imponerle la condigna sanción, previa comprobación de lo denunciado”. Este bando es, pues, un documento delicioso para regular oficialmente el papel de esta máscara, “personificación y símbolo de estos antiguos y brillantes festejos, y en virtud de lejanos títulos, corroborados por constante e inmemorial uso (praeter y secundum legem), es titular de singulares prerrogativas inherentes a su alta significación que nadie debe desconocer y menos vulnerar”. Pero la presencia de este personaje en la procesión de la patrona local está documentada, al menos, desde el año 1839, según ha encontrado en los archivos parroquiales Olegario Sotelo.

   He aquí otro tesoro cultural de Ourense, tierra rica en máscaras, elementos que desde el origen de la humanidad fueron utilizados por todos los pueblos primitivos para representar o simbolizar a sus dioses o sus totems, es decir, el espíritu que protegía a la tribu. No empleaban las máscaras como hoy se hace, para festejos ya que este elemento tenía un carácter sagrado, ceremonial. El origen de la palabra máscara en las lenguas latinas es árabe, partiendo de maskhara, o imagen facial de cartón cuyo fin era conseguir un disfraz. La cultura latina tenía otra palabra, persona, que apreciaban los niños y los adultos. Todo lleva a pensar que en la cultura latina no se utilizó la idea de la máscara antes de contactar con el mundo griego en cuya comedia, allá por el siglo IV antes de Cristo, se utilizaba el aderezo denominado próssopou, derivación de próskê, que significaba falsa apariencia. El vocablo griego pasó al mundo latino como persona, que de significar sonido (del verbo sono, sonui, sonitum) pasó a significar el carácter del personaje que representaba el actor. Y también vino a significar persona.

Publicado enCastro CaldelasOurensePatrimonio

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