JESÚS MANUEL GARCÍA. En México se va a llevar a escena una obra titulada Las Touza, de Alfonso Cárcamo bajo la dirección de Carla Soto, con las actrices Laura Aréchiga, Adriana Focke, productora general y Sandra Garibaldi. Será a las ocho de la tarde de los días 4, 11, 18 y 21 de septiembre. Se han editado dos carteles. La foto del primero es un mapa de la Europa de la Segunda Guerra Mundial, y la estación de ferrocarril de Ribadavia (Ourense). El segundo cartel muestra a las tres actrices caracterizadas como las tres hermanas protagonistas, que están juntas ante una ventana. Este proyecto teatral mexicano «apela al rescate de los valores universales como la solidaridad la compasión y el sentido de ayuda a través de una historia verídica que se desarrolla en la España franquista y durante la Segunda Guerra Mundial», dicen los responsables de la producción.
La puesta en escena muestra a las hermanas Touza, rigiendo un «peculiar» casino en el que «se jugaba a las cartas, había un salón de baile y traficaban con cargamentos de café, pero también daban de comer y ofrecían ropa a gente que se veía obligada a emigrar en busca de trabajo». A la vez regentaban un quiosco frente a la estación de Ribadavia, con lo que estaban al tanto de la clandestinidad de la guerra, siendo la cantina el escondite que utilizaban para guardar el café que conseguían de contrabando y que, posteriormente, se convirtió en la guarida perfecta para salvar judíos que huían de la guerra», se lee en la documentación de GlobalArt, que es un grupo de artistas de diferentes disciplinas que están comprometidos con la difusión, promoción y la gestión cultural. La duración de la obra es de 90 minutos con intermedio y no es apta para menores de 12 años.
Las Touza eran las hermanas Lola, Amparo y Julia, naturales de la capital de O Ribeiro, que se distinguieron por pasar clandestinamente a perseguidos por el nazismo. Eran conocidas como As de Ribadavia. De ellas habla en uno de sus artículos Antón Patiño Regueira (A Coruña, 1909), que vivió la represión militar de los sublevados en 1936. En sus memorias se refiere a las tres ribadavienses. De ellas escribió que regentaban el quiosco de la estación en el que vendían “melindres, rosquillas e pavías de Beade e Vieite”. Igualmente despachaban licor café y los vinos del Ribeiro. Con lo que ganaban podían mantener su casa porticada ubicada en el número 2 de la calle del juez Viñas.
Cuenta el narrador cómo de esa casa salía a diario la masa de harina que era llevada al horno situado en la misma calle. Una vez preparadas las viandas, se llevaban a la estación del ferrocarril para tenerlas calientes coincidiendo con la llegada y salida de los trenes.
Lola tuvo un hijo de soltera que fue criado con el apoyo de sus dos hermanas. Pertenecían a una familia numerosa pues eran siete hermanos: Isolina, Lola, Amparo, Julia, Paco, Camilo y Guillermo Touza Domínguez. Lola tejió la red clandestina de salvamento mientras Amparo y Julia se dedicaban a desviar hacia Portugal cuando llegaban a Galicia cuantos huían de ser gaseados y perseguidos por Hitler. Lola se valía del apoyo de un taxista familiar: José Rocha Freijedo, y también de Javier Míguez ‘El Calavera’. Cuando llegaba un tren de viajeros, Lola atendía a los que descendían del tren, escondiéndolos en su casa donde les proporcionaba alimento y descanso hasta la llegada de la noche. Era entonces cuando en el taxi amigo se desplazaban “por Reza, Paixón, Arnoia e Meréns, encomendándose á sorte”, señala Patiño. Así llegaban a la frontera hispano portuguesa de Ponte Barxas.
En aquellos años de pobreza y de hambre, las tres hermanas intentaban salvar a los judíos huidos de Alemania que llegaban a Ribadavia gracias al contacto que les proporcionaban en Monforte de Lemos. El recorrido de estos perseguidos se iniciaba en Polonia, Treblinka, Buchenwald, Dora-Mittelbau, Auschwitz o Dachau para llegar tras muchos centenares de kilómetros a Gerona desde donde viajaban hasta Monforte de Lemos y de allí, a Ribadavia. Esos enlaces llevaban a los escapados hacia estas mujeres, encargándose de correr con los gastos tanto de transporte por carretera como de los guías que les esperaban en la frontera.
Lola falleció un 26 de junio de 1966. Su hermana Amparo aún vivió hasta el 6 de febrero de 1981 y Julia murió el 6 de junio de 1983. Vivieron juntas y enterradas están juntas en el camposanto de Ribadavia. Dejaron un buen recuerdo en muchas familias de la villa por su humanidad, aunque no eran tiempos aquellos para alegrías ni para jugarse la vida escondiendo a judíos.
Estas hermanas se valieron del servicio de intérprete que les proporcionaba Ricardo Pérez Parada, que emigró de joven a Estados Unidos, trabajando en Nueva York entre los años 1908 y 1914. En este último año decidió regresar a Ribadavia, su tierra, casándose con Carmen Covas Blanco y viviendo de un taller de construcción de toneles junto a la estación del ferrocarril. En la Segunda Guerra Mundial no dudó en brindar su apoyo a las hermanas Touza ejerciendo de traductor en la ya conocida red de salvamento de judíos para hablarles en inglés. Estaba convencido, cuenta Patiño Regueira, de encontrarse haciendo el bien.
El recuerdo de estas mujeres queda para siempre en el pequeño libro de memorias de Antón Patiño Regueira y ahora también van a ser dadas a conocer a través del teatro al otro lado del Atlántico. Curiosidades de la vida, se acuerdan de ellas a miles de kilómetros mientras aquí se las ignora relegándolas a saber de ellas si se pregunta en su propia villa o en el entorno. Ojalá la dramatización prevista en México llegue a España y qué mejor que a la Mostra Internacional de Teatro de Ribadavia, en su edición del 2016. Sería perfecto.
He ahí el recuerdo de tres heroínas en una línea de ferrocarril repleta de anécdotas de contrabando con Portugal por la cercanía de la vía, separada del país vecino por el río Miño, en una parte de su trazado. Hemos de agradecer los datos de esta iniciativa teatral a la actriz Adriana Focke que se los envió al profesor ourensano José Luis Guede y este a nuestro sitio web.
En una colina de Jerusalén hay un árbol plantado en honor de Lola, Amparo y Julia, por «tan sagrada obra», en palabras de Efi Stenzler, presidente del Directorio Mundial de la Fundación Judía Nacional o Keren Kayemeth Leisrael en una visita realizada en el año 2008 a Ribadavia.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA:
PATIÑO REGUEIRA, A. : Memoria de ferro, Vigo, A Nosa Terra, 2005, pp. 153-156, 158-159.
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