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Hablar bien en público

FOTO: J.M.G.
FOTO: J.M.G.

JESÚS MANUEL GARCÍA. Cada día, en la radio, en televisión, en la calle, en actos varios, escuchamos a políticos que dicen y dicen. Pero sucede que a menudo una buena parte de estos dicen mal o indebidamente. Les falla el modo de comunicar lo que quieren transmitir. Y es en ocasiones tan grave que se arriesgan a que el espectador se convenza de que el político no es natural, que está soltando una concatenación de palabras que ni él mismo se las cree. Tienen un tono de voz apagado, hablan mal, se atropellan a veces, o leen un discurso sin vida. Por eso resultan pesados, aburridos, enervantes.

   Cosa parecida sucede con académicos, profesores, doctores en los más diversos saberes. Hay algunos que, siendo eminencias en su campo, no consiguen entusiasmar a su público cuando a ellos se dirigen verbalmente. Convierten sus intervenciones en soporíferas. Todos lo hemos experimentado alguna vez asistiendo a alguna sesión. Y es ahí donde uno se pregunta cómo es posible que no sepan comunicar sabiendo tantas cosas. Cierto que no todo el mundo está capacitado para ser un brillante orador o lector. Pero habría que experimentar, esforzarse por ser cada vez mejores comunicadores.

   Bien es verdad que está el llamado miedo escénico a hablar en público que padece mucha gente. Pero como nos referimos a personas que representan al pueblo, y de profesionales que enseñan en las aulas, el miedo escénico les tiene que afectar menos o nada. Han de vencer el leer un discurso como si de niños que aprenden a leer se tratase, con esa entonación característica que demuestra timidez, flojedad. Como me dijo un día el desaparecido periodista y escritor Segundo Alvarado, hablando de poesía, el texto es el pentagrama. Cada estrofa es un pentagrama donde se cuelgan notas (letras) que forman palabras y frases. Y la voz es el instrumento que las toca. Y como tal instrumento tiene que estar afinado y así, al tocar el texto de un discurso, la voz hará resonar los sonidos al pronunciar bien cada palabra, cada oración, cada silencio.

Foto: J.M.G.
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   La voz ha de sobrevolar con elegancia el texto, lo que provocará musicalidad si así lo marcan las “notas”. La voz se va modulando a medida que avanza sobre la frase, demostrando vida y estilo al leer o, mejor, al decir ese leer un texto como si fuese un guión de radio. En una palabra, por pequeña que sea, todas y cada una de sus letras importan, por lo que hay que pronunciar exactamente como se indica en la partitura.

   Pascale Bang-Rouhet dice que si no pronunciamos una letra en una palabra es como una dentadura con un diente roto o un artículo de prensa con una mancha. El orador tiene que vibrar para contagiar al auditorio. Palabra y voz, nada menos. Recientemente un alto cargo en una comunidad autónoma española presentó unos actos lúdicos estivales. Pues bien, daba pena, producía tristeza, cansancio con su decir. Leía e informaba dando la sensación de que le faltaban ganas, espíritu. Y contó todo el programa de actos culturales, sí, pero no enganchó, no comunicó. Y cuando esto sucede la información que debías ofrecer se pierde por el camino, es como si se cayese al suelo a medida que se va dando sin comunicar bien. Es un fracaso.

   Vemos políticos que no contagian ilusión por más que la citan, que no empatizan con el auditorio. Otra cosa son los palmeros de cada corriente política, a los que en los actos de sus partidos prácticamente les vale todo lo que los líderes digan sin importarles el cómo lo digan. Cuando la voz va “cantando” el texto, no se puede apagar al llegar al final de cada frase. Esto provoca que en la sala el público se venga abajo. Hablar claro, con frases cortas, bien entonadas. Peter Heihl nos recuerda que el efecto de un discurso depende de tres detalles: un 10% del contenido a exponer; un 40% de la voz y un 50% más o menos del lenguaje corporal.

   Conviene despreciar muletillas. Recordamos a un político gallego que cada vez que hablaba en público, adornaba sus intervenciones con la expresión “como non podía ser menos” hasta hacerla cansina e insoportable. O esta otra: “como dice o outro”… Conviene evitar superlativos, expresiones vulgares, negativas, generalizar, exagerar, usar frases hechas; autorreferencias; ser categóricos o hacer preguntas tipo “¿me entiendes?”. Todas estas cuestiones son prescindibles para una buena comunicación verbal. Hay muchas más como nos recuerda Guillermo Ballenato. Tampoco es bueno usar expresiones que solo demuestran una falsa confianza, cuando alguien dice: “Yo le garantizo”, “entre nosotros, en confianza”, etc. Ni emplear tics verbales tip “Bueno…”, “ajá” o hacer uso de las redundancias tan absurdas como: “Bajar abajo”, “subir arriba”, “volver a repetir”, “carta escrita” o “una opinión personal”.

   Volviendo a Pascale Bang nos habla de cuatro perfiles que influyen en el perfil de orador de cada uno y que fija el nivel de autoestima. Son estos:

   1.-El orador que se ve negativo y ve al público positivo. Demuestra baja autoestima, piensa que el público sabe más que él. desde los cuatro años eligió este orador el complejo de inferioridad y la dependencia que le hace creer que el público le supera.

   2.-El orador que se ve negativo y también ve negativo al público. Es más pesimista que el del caso anterior porque todo lo analiza de modo alarmista. Va de víctima y es alguien inseguro y amargado que no superó las etapas entre los seis años y la adolescencia. Está insatisfecho de forma permanente.

   3.-El orador que se ve positivo pero ve al público negativo. Su perfil es de prepotencia, no escucha y escondió su inseguridad con un falso papel de dominante. No confía en sí mismo.

   4.-El orador que se ve positivo y piensa que el público también lo es. Es el orador que mejor conectará con el auditorio, es una persona abierta a los demás, que se adapta bien, confía en sí mismo y también en los demás.

   Que cada cual elija el que se acomoda más a sí mismo. Y nunca olvidar que hablar mal en público o escribir mal es similar a cuando alguien no se asea. Algo parecido. Y a estas alturas del milenio, a pesar de la que está cayendo, hoy precisamente no estamos escasos de agua ni de gel…

Referencias:

BALLENATO PRIETO, G. : Comunicación eficaz. teoría y práctica de la comunicación humana, Madrid, Pirámide, 2009.

BANG-ROUHET, P. : ¿Qué nos jugamos cuando hablamos en público? Comprenda su miedo escénico y cómo controlarlo, Barcelona, Alienta Editorial, 2009.

GUIX, X. : Ni me explico, ni me entiendes. Los laberintos de la comunicación, Barcelona, Urano, 2011.

HEIGL, P. : Hablar bien en público y en privado, Barcelona, Editorial Alma, 2013.

Publicado enComunicacióncomunicación oral y escritaOpinión

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