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En el corazón de la Torre de las Campanas de la catedral ourensana

Escaleras interiores por el cuerpo inferior medieval de la torre. FOTO: J.M.G.
Escaleras interiores por el cuerpo inferior medieval de la torre. FOTO: J.M.G.

JESÚS MANUEL GARCÍA. Subiremos hoy a la torre mayor de la Catedral de Ourense o Torre de las Campanas, para conocer un edificio singular que pasa por ser de lo menos agraciado de la basílica aunque no por ello carente de interés. Se halla situada en el ángulo noroeste de la fachada principal o de poniente, aunque hoy poco podemos ver, desde la calle, de la obra original, al hallarse oculta por el revestimiento de sillares que recubre su parte inferior, quedando a la vista la zona superior del cubo sobre el que se yergue el campanario que ya no es medieval sino del XVII. Medieval tampoco es el revestimiento inferior, pues data del siglo XIX y tiene un espesor de 1,65 metros aproximadamente, como constató Pita Andrade. Su altura es de unos 13 metros, rematando en un balcón estrecho que recorre sus tres caras.

   Lo que desde el exterior vemos hacia arriba es el cuerpo medieval, que también tuvo algunas reformas con el tiempo. En cada cara de ese cuerpo se presentan cinco estrechos contrafuertes con fustes lisos en los codillos elcorados con capiteles muy sencillos que recuerdan el orden dórico, sin serlo. Pita Andrade expone que este cubo de la torre, siglos atrás, “debía ser simple continuación del hastial de occidente” y aún dice que es posible que su cornisa se prolongara también a lo largo del muro oeste de la torre. La altura de la obra medieval, que data del siglo XIII, cuando se remató la catedral, es de 22,50 metros.

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Pasadizo a la terraza de acceso a la tribuna del órgano. FOTO: J.M.G.
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Misterio entre luces y sombras en el silencio interrumpido por el murmullo de la ciudad. FOTO: J.M.G.

   Ciertamente la torre es un hito en el paisaje de la ciudad histórica auriense, por el poderío de su robusta estructura granítica. Para subir hay que situarse a los pies de las naves en el interior de la catedral, en la nave del Evangelio (derecha según caminamos desde el altar hacia poniente) cerca del Pórtico do Paraíso. Vemos una puerta tras la que se nos abre un mundo singular, de silencio, penumbra… Allí duerme también parte de la historia de Ourense. Al abrir dicha puerta, lo que primero vemos es un largo tramo de escalera que asciende hasta un primer descansillo en el que hay un vano. Desde ahí continúa subiendo por los lados del cubo de la torre. Es muy interesante observar el vano porque tiene arco de medio punto prolongado en su bóveda y justo donde acaba esta se aprecia, en diagonal, la prolongación de este foco de luz, debido a que se corresponde con el “abrigo” de piedra que recubre el cubo inferior de la torre.

Habitáculo dentro de la torre medieval. FOTO: J.M.G.
Habitáculo dentro de la torre medieval. FOTO: J.M.G.

   Seguimos subiendo y el hueco de la escalera se cubre con bóveda de cañón ligeramente apuntada en dos tramos donde fue necesario reforzar las primitivas de cañón, que se corresponden con actuaciones en el siglo XVI. Al doblar la ascensión por el tercer tramo de peldaños volvemos a ver otro vano con las mismas características que el ya citado. Cuando alcanzamos por dentro la cara este de la torre, a la derecha un pasadizo nos permite acceder a una terraza desde la que se pasa, bien a la tribuna del órgano, bien al bajo cubierta de la nave lateral norte de la basílica. Si no salimos de la escalera interna, a la izquierda veremos una cámara con la única luz de un vano que da a la fachada norte de la torre. Se trata de un habitáculo con planta en forma de L que dispone de un muro a modo de banco corrido también en forma de L, en dos de sus lados. Se cubre con bóveda de cañón y se accede por una puerta con mochetas, de influencia románica.

Vista del desarrollo de la torre desde el este. FOTO: J.M.G.
Vista del desarrollo de la torre desde el este. A la izquierda se aprecia el tejadillo de salida hacia la terraza de acceso al órgano a través de una terracilla interior FOTO: J.M.G.

   El muro perimetral que se construyó en el XIX tiene un espesor de 1,65 metros aproximadamente, como constató Pita Andrade. Su altura es de aproximadamente 13 metros, rematando en un balcón estrecho que recorre sus tres caras. Lo que desde el exterior vemos hacia arriba es el cuerpo medieval, que también tuvo algunas reformas con el tiempo. Continuamos subiendo hasta alcanzar ya el piso superior en el cuerpo de campanas, donde hay ocho bronces colocados en otros tantos huecos pareados en cada una de las cuatro fachadas.

Escalera vista desde el habitáculo interior. FOTO: J.M.G.
Escalera vista desde el habitáculo interior. FOTO: J.M.G.

   Si alzamos la vista, aún hay unos cuantos metros más de torre sobre nosotros, pues se contempla el interior de la cúpula y la armonía con la que está hecha. Es de media naranja colocada sobre un tambor a su vez sostenido por sobrias pechinas. Hay también dos grandes vigas de madera colocadas en paralelo, que tendrían la función de ayudar en la colocación de las campanas en su sitio. Las vistas desde el campanario son buenas, pues permiten hacernos una idea del centro de la ciudad de Ourense aunque no producen vértigo. Es sabido que la catedral se construyó en un terreno en declive, y que unos metros más allá de la cabecera del templo, hacia el este, el terreno sigue elevándose de modo que los edificios de gran tamaño construidos en la cima, son más altos que la propia torre de la catedral. Es este un efecto debido al urbanismo contemporáneo tanto de esta, como de tantas otras ciudades españolas. Todo el cuerpo de campanas está protegido de la presencia de aves mediante una red metálica que tras cada campana protege el recinto. A través de una pequeña puertecilla o cancilla de la propia verja se puede salir al balcón que recorre los cuatro lados de la torre, y ofrece una magnífica vista de las cubiertas del templo.

   No es fácil caminar por este pasadizo perimetral porque cada ciertos metros hay en el suelo focos que iluminan en la noche el monumento. Yolanda Barrocanal sostiene que es posible que en el proyecto de construcción de esta catedral se pensase en dotar al templo de dos torres en su fachada occidental, pues tenían el referente compostelano, tan presente en la sede auriense. Y porque tener dos torres en la fachada occidental era signo de la importancia y preeminencia de la catedral sobre cualquier otra iglesia de su diócesis. La situada en el ángulo suroeste de dicha fachada de poniente no es una torre medieval sino renacentista, y quedó sin terminar.

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Último tramo de escaleras para alcanzar el campanario. Se aprecia la malla que evita el paso de aves. FOTO: J.M.G.
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Aspecto del balconcillo que recorre el cuerpo de campanas, con balaustrada y bolas. FOTO: J.M.G.

   La Torre de las Campanas presentaba estado de ruina en 1861, según la memoria del maestro Juan Cendón Carballal, que contiene planos de planta y alzado de la torre medieval y que bien estudió Barriocanal. Aquella torre primitiva que dejó de verse tal cual en esa segunda mitad del XIX constaba de una parte inferior de planta cuadrada mostrando basas sobre las que se colocaron columnas “tipo de soporte que en las fachadas norte y este aparece substituido por tres pilastras a modo de sencillos contrafuertes”. En el alzado oeste aún se ve su diseño medieval con dos arcos ciegos de medio punto y jambas lisas y entre ellos el muro se articula con columnas estilizadas al frente y a los extremos, apoyadas en basas áticas y rematadas en sus capiteles.  En el siglo XVII la torre ya daba problemas por su inestabilidad presentando riesgo de colapso. Fue el 29 de mayo de 1682 cuando el cabildo eligió a Pedro de Arén para afrontar la obra. Se le encargó respetar el primer cuerpo de la torre y colocarle dos nuevos cuerpos, siendo el último el campanario. Por eso vemos las pilastras o contrafuertes ya mencionados en las caras del segundo cuerpo.

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Vista de las cubiertas del templo desde el balconcillo del campanario. FOTO: J.M.G.

   Ciertamente a partir de la actuación de Arén la torre mayor dejó de ser medieval para adaptarse al estilo barroco. Basta con fijarse en la balaustrada con bolas sobre machones.

   Pero la historia de dificultades en la torre siguió pues aunque se ajustó la construcción de la linterna el edificio seguía resintiéndose y así, entre 1714 y 1862 se desarrolló un largo proceso para solucionar el problema, es decir, para restaurarla o echarla abajo. Las grietas de la torre alarmaban a los vecinos. Hubo varios reconocimientos por técnicos llamados por el cabildo que aseguraron que la torre estaba segura. Por si no bastasen las dificultades, en dos ocasiones cayeron sobre la torre rayos de tormenta, uno en 1736 y otro en 1810. Así se contrató la fundición de campanas y su colocación, lo que aumentaba el peso en la torre. La alarma corrió por la ciudad y a lo largo de la primera mitad del XIX se sucedieron varias acciones para intentar evitar el derribo de esta arquitectura.

La cara este del campanario desde el balconcillo. FOTO: J.M.G.
La cara este del campanario desde el balconcillo. FOTO: J.M.G.
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Interior del cuerpo de campanas. FOTO: J.M.G.
Cornisa que soporta el balconcillo del cuerpo de campanas vista desde el ángulo sureste de la torre. FOTO: J.M.G.
Cornisa que soporta el balconcillo del cuerpo de campanas vista desde el ángulo sureste de la torre. FOTO: J.M.G.

 El expediente de reparación nos dice Barriocanal que lo aprobó la reina de España el 24 de julio de 1862 llegando a reunirse para reforzar el cuerpo inferior 327.567 reales. Sus autores fueron Juan Cendón Carballal y Joaquín Pérez, el primero maestro encargado y el segundo, maestro de obras. Desde aquellas obras la torre quedó robustecida con el ya citado primer cuerpo revestido de piedra. Recientemente se efectuaron labores de mejora en este edificio, saneándolo y limpiando sus fachadas para eliminar vegetación que se resiste a desaparecer y para evitar filtraciones de agua al interior del templo. Como ya hemos visto en otra entrada, dicha torre ocupa unos metros del último tramo de la nave lateral norte, metiéndose aproximadamente hasta la mitad del tramo, como evidencia también la bóveda de crucería simple, que ha quedado así truncada. Incluso en nuestros días se comenta por los arquitectos más conocedores de esta obra que cabe la posibilidad de conservar la torre medieval si se le retirara el revestimiento del XIX. Eso permitiría ver las fachadas de la obra medieval. Pero. ¿quién se atreve?

Referencias:

BARRIOCANAL LÓPEZ, Y. : “La torre de las campanas de la catedral de Ourense” en VV. AA. : El comportamiento de las catedrales españolas del Barroco a los historicismos, Murcia, Universidad de Murcia, 2003.

FERNÁNDEZ GASALLA; L. : “El arquitecto Pedro de Arén (1631-1699)” en El Museo de Pontevedra, LXI, Pontevedra, Museo de Pontevedra, 2007.

PITA ANDRADE, J. M. : La construcción de la catedral de Orense, Santiago de Compostela, Instituto Padre Sarmiento de Estudios Gallegos, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Madrid, 1954.

Publicado enArquitecturaCatedral de OurenseHistoriaOurensePatrimonioRestauración monumental

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