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Una mirada a las bóvedas de crucería simple en la catedral de Ourense

Bóvedas de la neve central de la catedral de Ourense. FOTO: J. M. G.
Bóvedas de la neve central de la catedral de Ourense. FOTO: J. M. G.

JESÚS MANUEL GARCÍA. Hoy nos detendremos en observar y comprender las bóvedas medievales que voltean sobre las naves de la catedral de Ourense. En total son 32, todas ellas de crucería simple, entre las tres naves y la del crucero más las dos de la capilla mayor. Y una más, la del propio crucero, que no llegó a construirse o que, si alguna vez se construyó, a finales del XV desaparecería para levantar el magnífico cimborrio. Definimos la bóveda de crucería simple como aquella cuya forma se obtiene cruzando dos arcos diagonales o nervios. Estos sirven de directriz para trazar unas superficies de doble curvatura cuyo nombre es plementería. Dichas bóvedas admitieron diversos materiales.

   En la catedral ourensana son de granito, tanto los nervios como los bloques de piedra de la plementería, piezas muy pesadas, así como la clave, que puede pesar toneladas.  Estas bóvedas de los siglos XII y XIII han sido reforzadas a mediados del siglo XX por el equipo del arquitecto Francisco Pons Sorolla, que aplicó hormigón al extradós de las bóvedas, es decir, que si vemos la otra cara de estas observaremos que están unidas con una capa de hormigón. En general hay estabilidad en toda esta estructura y su arquitecto responsable, Manuel Seoane, no descarta la posibilidad de que algún día se retire ese hormigón y se dejen las bóvedas como estaban desde tiempos antiguos. Sería un modo de estudiar cómo trabajan.

   “La bóveda de crucería ha sido descrita como el gran hallazgo de la arquitectura medieval para facilitar el proceso constructivo de los abovedamientos: en lugar de trazar geométricamente los plementos para buscar posteriormente la curva compleja de la intersección de éstos, se comenzaba situando los arcos de intersección trazados geométricamente. La plementería se tendía a partir de éstos”, señala Arturo Zaragoza Catalán. Así, para construir una bóveda de crucería simple se necesitaba disponer de la montea de un elemento de dos dimensiones como es el arco. La mayor dificultad estaba en la pieza más compleja, es decir, la clave de bóveda, en la que se cruzan los dos nervios.

   Entre las bóvedas más antiguas españolas destacan las de crucería del nártex del Pórtico da Gloria en Santiago. Un estudioso como Paul Frankl indica que el hecho de datar esa obra del año 1170, tardía por tanto, le lleva a pensar que la Península Ibérica pudo ser el último lugar europeo occidental que adoptó el nervio como elemento en sus bóvedas. Hacia la segunda mitad del XII, dice Palacios Gonzalo, surgen las bóvedas de la catedral vieja salmantina y las de la colegiata de Santa María de Toro, las dos son del tipo anglonormando, es decir, que se trata de bóvedas nervadas de forma cupulada “con su plementería dispuesta en lechos horizontales en vuelta de horno”. Otro modelo de bóveda de crucería es el francés, que se resuelve con un sencillo cruce de nervios o arcos. Este es el que observamos en la basílica ourensana, tramos que van volteando la piedra sobre las naves, sujeta su plementería sobre el cruce de sendos arcos. Los tramos son más rectangulares en la nave central que en las laterales. Rectangulares son igualmente, aunque más estrechos, en la nave del crucero.

Bóvedas de la nave central y lateral de la catedral de Ourense. FOTO: J. M. G.
Bóvedas de la nave central y lateral de la catedral de Ourense. FOTO: J. M. G.

   Con la entrada, en el siglo XIII, del estilo gótico en España, se va hacia el llamado alto gótico a lo largo de dos centurias. Así, entre ese XIII y el XV se levantan las fábricas catedralicias de Burgos, León y Toledo, en el XIII; Palma de Mallorca y Barcelona, empezadas en el XIV y, ya en el XV, la catedral de Sevilla. Todas lucen bóvedas de crucería simple, bóvedas a la francesa. Esto lleva a pensar que España se había quedado obsoleta en este aspecto constructivo pues en dos siglos no variaba de bóvedas cuando en otras zonas de Europa ya se estaban experimentando trazas más complejas y espectaculares para cubrir las naves. Zaragoza Catalán manifiesta que la estética romántica del siglo XIX y la expresión en ocasiones contradictoria, de Viollet-le-Duc, insistieron en la ruptura que el pensamiento técnico del primer gótico había hecho en relación a periodos anteriores. Pero una larga corriente interpretativa nacida en el siglo XIX y cuyo mejor exponente en España fue Leopoldo Torres Balbás, demostró que algunas bóvedas de crucería medievales fueron herederas de previas experiencias romanas. Considera este investigador que fue un error generalizado y añadido en el debate de los abovedamientos el incluir todas las bóvedas de crucería en un solo o en pocos modelos estructurales, cuando la variedad fue considerable.

   España, a mediados del siglo XV, se sumó al complejo gótico que se desarrollaba allende los Pirineos, lo que iría dando grandes arquitectos, apareciendo, entre otros, Rodrigo Gil de Hontañón, en el XVI, al que se debería el diseño de los tres tramos de bóveda estrellada que coronan el nártex del Pórtico do Paraíso. De la misma centuria es la bóveda de la sacristía mayor o la de la capilla de San Juan, sin olvidar la del primer tramo de la capilla del Santo Cristo. Un espacio gótico como la Claustra Nova ofrece bóvedas de crucería, que son del siglo XIV. Volviendo a las bóvedas simples ourensanas, todas ellas cuatripartitas, se suceden mediante tramos  delimitados por ocho arcos ojivales en las tres naves del cuerpo mayor del templo y en cada una de las dos naves laterales, y por otros ocho arcos en el crucero, contando los dos situados al norte y sur de este, desde los que arrancan los dos brazos del transepto.

Vista del arranque de nervios para una bóveda primitiva en el crucero. FOTO: J. M. G.
Vista del arranque de nervios para una bóveda primitiva en el crucero. FOTO: J. M. G.

   Hace poco, de la plementería de una bóveda de la nave lateral sur se desprendió un trozo de madera de aproximadamente un metro de longitud. Cayó al vacío al desprenderse mortero en la junta de las piedras. El suceso pudo ocasionar una desgracia puesto que pocos minutos antes habían pasado bajo esa bóveda varios visitantes, que se llevaron un buen susto al escuchar el estruendo causado por la madera al caer con virulencia sobre el pavimento.

   Dichas bóvedas gravitan sobre una estructura románica, como demuestran los gruesos muros y los pilares compuestos de núcleo cuadrado al que van adosadas cuatro columnas que recogen sus respectivos arcos. Son herederas estas bóvedas simples, de la arquitectura cisterciense. Los nervios que se cruzan en cada tramo tienen sección prismática y llevan talladas sus aristas con un baquetón grueso y liso. Y se apoyan en ménsulas capitel, ubicadas a ambos lados del capitel, a modo de pequeños capiteles suspendidos en el vacío. Lo cierto es que esos nervios se internan en el muro de modo que no apoyan todo su peso realmente sobre las citadas ménsulas, de ahí que estas presentan una función predominantemente ornamental antes que mecánica.

Florón de la clave en una bóveda de la catedral de Ourense. FOTO: J. M. G.
Florón de la clave en una bóveda de la catedral de Ourense. FOTO: J. M. G.

   Buena parte de las claves de estas bóvedas primitivas de la catedral se ornamentan con florones. La excepción se halla en una de las de la nave del crucero, del lado del Evangelio (lado derecho), en una de cuyas claves se ve a San Martín en la tradicional escena de repartir su capa. En otra clave se ve el cordero pascual. En la plementería y colocadas en las espinas, se ven tres figuras, sentadas, una con libros y otra que apoya la cabeza sobre la mano como si estuviese pensando, detalle este recogido por Pita Andrade. Este autor de la tesis doctoral que trata sobre la construcción de la catedral ouresnana, señala que las bóvedas de este edificio son del diseño más arcaico de sistema francés, como gustaba decir a Lampérez. Su introducción parece ser debida, como se ha visto, al Císter porque este tipo de bóvedas se aprecia en monasterios de dicha orden como los de Oseira, Poblet, Fitero, Veruela… y en catedrales que van anunciando el gótico, sirvan como ejemplo Zamora, Salamanca, LLeida, Ávila y Tarragona. Estos monjes trajeron a España el estilo gótico que estaba naciendo en Francia. En la catedral de Ourense la plementería proporciona líneas de espinazo horizontales, que se van curvando en los últimos tramos de la nave central según se avanza hacia el Paraíso. Pita Andrade observó tres clases de nervios ojivos. La más frecuente en este edificio es la que lleva dos baquetones con gola intermedia, que recuerda a los nervios de las bóvedas de la Gloria en Santiago aunque “es más íntimo el parentesco de estos perfiles con los de San Vicente de Ávila que con los trazados por el Maestre Mateo”.

Bóveda de la nave del brazo sur del crucero de la catedral de Ourense. FOTO: J.M. G.
Bóveda de la nave del brazo sur del crucero de la catedral de Ourense. FOTO: J.M. G.

   En la nave del crucero se aprecia en sus nervios una sección que muestra una moldura de corte triangular entre dos baquetones, perfil que se puede ver igualmente en la cabecera de la catedral abulense. Y en los tramos más próximos al ábside central, el de la capilla mayor, se ven molduras simples, muy similares a las de iglesias cistercienses. Pita Andrade las relaciona con los perfiles de los nervios de la girola y naves bajas del monasterio de Poblet, de la iglesia de Fitero o de la girola catedralicia de Ávila sin olvidar los nervios de la cabecera de Oseira. Siguiendo a Pita, estos nervios ourensanos, que son los más antiguos de su catedral, tienen su fuente en la cripta del Pórtico da Gloria por lo que “no hay más remedio que volver la mirada, una vez más, a Saint Denis, cuya girola, prototipo de la de Ávila, pudo inspirar al Maestre Mateo” a la hora de fundamentar su maravilloso pórtico compostelano. La bóveda de nervios marca la frontera entre la arquitectura románica y la gótica.

Bóveda truncada por la torre de las Campanas. FOTO: J.M. G.
Bóveda truncada por la torre de las Campanas. FOTO: J.M. G.

   A lo largo del siglo XIX tuvo lugar una polémica que refleja Juan Gómez y González de la Buelga, en la que Darten y Rivoira defendían que estas bóvedas nervadas eran muestra de la identidad lombarda mientras la mayoría de los franceses defendían que los inventores de dichas bóvedas habían nacido en Francia, entre ellos R. de Lasteyrie, quien decía que dichas bóvedas eran una invención espontánea de los arquitectos galos de finales del siglo XI. El prototipo de bóveda lombarda lo tenemos en la basílica de San Ambrosio de Milán, que son cuatripartidas y cupuladas, actuando los arcos cruzados como cimbras permanentes. Las ourensanas no son lombardas sino, como ya hemos señalado, francesas. Estamos en un período que se considera intermedio, es decir, entre el tardorrománico y el pregótico, por ello decimos que la catedral medieval de Ourense es protogótica, un inmueble en el que se realizan obras de ejecución románica al tiempo que se experimentan nuevas formas del estilo gótico. Ejemplos pueden ser las catedrales de Santo Domingo de la Calzada, Ávila.

Bóvedas de la capilla mayor. FOTO: J. M. G.
Bóvedas de la capilla mayor. FOTO: J. M. G.
Bóveda de la capilla mayor de la iglesia monacal de Santo Estevo. FOTO: J. M. G.
Bóveda de la capilla mayor de la iglesia monacal de Santo Estevo similar a la de la catedral. FOTO: J. M. G.

  Las bóvedas de la cabecera ourensana son motivo de debate científico pues mientras Pita Andrade estableció tres grandes etapas constructivas para esta catedral, partiendo la primera hacia el año 1160 y desarrollada durante el pontificado de Pedro Seguín (1157-1169) y que incluiría la capilla mayor y posiblemente los dos ábsides que la flanqueaban por el norte y el sur. Pero las dudas saltan cuando autores como Torres Balbás o García Iglesias examinan con atención la manera de cubrirse el hemiciclo de la capilla mayor, bóveda formada por varios nervios radiales que convergen en una clave común que no tiene relación con la del arco triunfal. Tal proeza demuestra, según García Iglesias, que no se puede encajar esta obra en la séptima década del siglo XII por lo que considera que esta zona ha de tener una cronología más tardía.

   Las claves de bóvedas en la capilla mayor están en relación con el taller del Maestro Mateo, por lo que Iglesias se atreve a decir que la cronología de dichas bóvedas puede situarse hacia el año 1188, que es el año, por otra parte, que se da para la ceremonia de consagración del templo, cuando el ábside central quedaría terminado, con sus cubiertas, no dando pie a paralización de las obras en esta zona, por donde se comenzaban las catedrales medievales, por el este. Y a partir de ese 1188 seguiría la campaña hasta alcanzar el segundo tramo de las naves, otro espacio no carente de interés tanto por dentro como en el exterior.

Arcos, nervios y plementería en la nave central. FOTO: J. M. G.
Arcos, nervios y plementería en la nave central. FOTO: J. M. G.

   Según Iglesias, la catedral ourensana se empezaría en el pontificado del obispo Don Alfonso y se terminaría en la de Don Lorenzo. Como se ve, incluso tratando de bóvedas, la basílica auriense no deja de sorprender y de motivar interés. Toda ella es, como iremos viendo, un contenedor de muchos saberes ocultos. Un tratado de sabiduría ingente. Un microcosmos apasionante.

Bóveda de crucería simple gótica sobre la Claustra Nova. FOTO: J: M. G.
Bóveda de crucería simple gótica sobre la Claustra Nova. FOTO: J: M. G.
Bóveda renacentista en la tribuna del órgano. FOTO: J. M. G.
Bóveda renacentista en la tribuna del órgano. FOTO: J. M. G.
Publicado enCatedral de OurenseOurensePatrimonio

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