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Vandalismo contra el patrimonio en Ourense

Pintadas en la base de la Torre de San Martiño. FOTO: J. M. G.
Pintadas en la base de la Torre de San Martiño. FOTO: J. M. G.

JESÚS MANUEL GARCÍA. Es un problema en todo el país. Una plaga que afea y daña la imagen de no pocas poblaciones. Nos referimos a las pintadas en muros de los centros históricos. Quienes las hacen no son conscientes de que con su pretendido efecto de notoriedad están dañando monumentos y causando una pésima imagen de esa ciudad ante sus vecinos y los forasteros. Ourense no escapa a esta situación. El centro histórico es abundante en pintadas de todo tipo. Ni la Catedral se salva. Uno de los grandes reclamos de la ciudad, ya fue objeto de pintadas no hace muchos años en su patín norte y en la fachada oriental que cierra la girola, y en la mismísima entrada principal u occidental. Esos garabatos fueron eliminados pero, desde hace ya varios meses, se ha vuelto a producir uno en la parte inferior de un contrafuerte de la Torre de San Martiño en la confluencia de la Rúa das Tendas con la de San Martiño. Alguien dejó su rúbrica bien visible, en negro, manchando las nobles piedras de una obra del siglo XVI que da encanto a esas calles estrechas cargadas de historia pareja a la de la propia basílica.

    Más pintadas hay, por elegir otro edificio noble, en una puerta del viejo palacio episcopal, por la calle Hernán Cortés. Es un acceso próximo a la cabecera de la iglesia de Santa María Nai, que permite entrar en el edificio que comparten el Museo Arqueolóxico y el Arquivo Histórico Provincial de Ourense.

El panel informativo de la Praza do Trigo está emborronado. FOTO: J. M. G.
El panel informativo de la Praza do Trigo está emborronado. FOTO: J. M. G.

El vandalismo afecta también a la información turística de modo que quienes desean ver el panel informativo ubicado en la Praza do Trigo se lo encuentran emborronado a propósito por quienes carecen de escrúpulos y de conciencia cívica. No es una proeza hacer pintadas en los centros históricos. Es un atentado, un acto delictivo. Por eso, para acabar con este procedimiento es urgente emprender desde los primeros niveles del sistema escolar el conocimiento de nuestro patrimonio histórico artístico y comprenderlo de modo que el alumno cultive el gusto por este campo al tiempo que se conciencie de la necesidad de respeto que los monumentos esperan de todos nosotros.

   Una sociedad que atenta contra ellos no demuestra ser una sociedad culta. Y no olvidemos que dañar una y otra vez el patrimonio cultural, como las personas, una vez que desaparece, es irrepetible. Se borra de nuestra vista para siempre. La autenticidad es una condición necesaria, irrenunciable, en el patrimonio cultural. Reconstruir un monumento dañado no es lo mismo que el monumento original, al menos en Occidente. Tiene, por ello, la obra artística, la condición de unicum, es un documento histórico que nos habla de informaciones que de ellas podemos extraer para conocer mejor la época y los acontecimientos de ese mismo periodo histórico en el que la obra patrimonial surgió. Ya nos llega con los daños gravísimos que el terrorismo provoca en conjuntos monumentales de primer orden mundial en países islámicos. Entre las personas que matan y la cultura milenaria que borran, empobrecen a esos territorios de una manera extraordinaria. Los empobrecen en lo tangible y en lo inmaterial. Por eso estas acciones contra los bienes históricos que vemos en Ourense u otras urbes españolas no son cosa menor pues siempre resultan actos graves que atentan contra la identidad de un pueblo y, por tanto, no nos los podemos permitir.

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