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Juego de luz en la catedral

Sepulcro de Infantina iluminado por el sol. FOTO: J. M. G.
Sepulcro de Infantina iluminado por el sol. FOTO: J. M. G.

JESÚS MANUEL GARCÍA. En varias catedrales europeas la luz del sol, al llegar el verano, crea filigranas que suscitan el interés de los ciudadanos. Pensemos, por citar dos ejemplos, en el rayo que penetra en la catedral de Chartres, donde a la izquierda de la parte baja del crucero se ve una piedra rectangular empotrada al sesgo de las otras losas y que se halla marcada con una espiga metálica ligeramente dorada y que, como cuenta Louis Charpentier, cada 21 de junio un rayo golpea esa piedra blanquecina, rayo que penetra por un espacio practicado en el vitral de Saint Apollinaire. El efecto parece un divertimento del constructor. Otro ejemplo es el fenómeno que produce el sol en el gran rosetón de poniente en la Seu de Mallorca.

   La catedral de Ourense también tiene sus curiosidades en estas cosas de la luz. No hay más que acercarse a su interior en una mañana de verano y, alrededor del mediodía, observar cómo el chorro de luz blanca golpea el pequeño sepulcro de la infantina. Poco se puede describir el efecto sorpresa que provoca si no es viéndolo allí mismo. De repente el sol explota en el interior sombrío y fresco de templo, derramando su haz sobre aquella escultura funeraria medieval. Y el sepulcro refulge con sus piedras de un modo diríamos casi maravilloso. La luz en ese momento atraviesa los vanos románicos del costado sur de la nave central y el efecto sobre dicho sarcófago es efímero, pero vale la pena. La ubicación de este sepulcro parece que no fue siempre la actual. Hoy lo vemos sobre el banco de piedra que recorre el muro norte de la nave lateral norte de la basílica.

   Serafín Moralejo dijo de él que se encuadra en eso que él denomina “estilo ourensano” y cree que se debe a la tercera década del siglo XIV y que en su interior reposan los restos de una mujer de la realeza, posiblemente una niña, hija del infante Don Felipe y de Doña Margarita de la Cerda, cuya corte se situaba en Allariz. Por eso Moralejo señala que en el sarcógafo se ven las armas de Castilla y León y motivos franceses en la yacija. Oras opiniones como la de Fernández Oxea, sostienen que posiblemente ahí reposen los restos de una hija de Fernando III y Beatriz de Suavia de nombre Leonor. O que incluso sea hija de Don Alfonso X y Doña Violante, y que se llame o Leonor o Isabel, según los escudos. La imagen yacente sobre el sepulcro representa a una niña, al menos por su diminuto tamaño, que no el modo en que es tratada dicha imagen. Sobre el pecho reposa su mano derecha. La imagen lleva una túnica con botones en el pecho, y con la mano izquierda agarra el manto que le cubre la cabeza, luciendo tres anillos. En esta vestimenta, es decir, en cómo el autor trata los pliegues, es donde Moralejo ve la pertenencia de esta obra al estilo ourensano. La cabeza de la joven se apoya en tres cojines. Si la observamos bien veremos que su melena cae sobre sus hombros. La yacija tiene una decoración a base de hexágonos que no forman estrellas.

   Autores como Yzquierdo Perrín relacionan esa decoración con el dintel del tímpano de la hoy inexistente iglesia de Santa María a Nova en Compostela, siendo el sepulcro ourensano anterior en el tiempo a dicho dintel, estamos hablando del año 1359 como data del dintel, según cuenta Marta Cendón, estudiosa de los sepulcros medievales de la catedral. El sepulcro de la infantina está junto a un vano con rejas que permite observar el interior de la capilla del Santísimo.

Publicado enCatedral de OurenseOurensePatrimonio

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