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OPINIÓN. Pagar entrada turística en la catedral de Ourense

JESÚS MANUEL GARCÍA

Vamos, sin pasiones de ningún tipo y sin sacar las cosas de su ámbito, a centrarnos en ese tema del pago de entrada turística en la Catedral de Ourense. En los últimos días ha salido la noticia, porque lo es, y hemos escuchado y leído opiniones para todos los gustos, desde las que ven razonable estas medidas en los monumentos hasta las que brotan del desconocimiento y no pocas veces, de la pasión por el comentario sin base sólida o por el cliché.

Es verdad que la Xunta da miles de euros a la catedral. Veamos, los aporta cuando aprueba acciones concretas, que se traducen en ejecutar campañas de restauración sea en fachadas, en cubiertas, sea eliminando humedades, restaurado retablos y un largo etcétera de obras de envergadura que conlleva un edificio de 900 años. Son obras que han de hacerse sí o sí porque no hay otro modo de afrontar esos trabajos magníficos que salvan nuestros monumentos si no interviene la Administración o las firmas privadas. Ambas modalidades ya las hemos visto en la sede auriense. Estamos, pues, en que el dinero de la Xunta es para lo que es, las restauraciones. Bien. Ahora piénsese: ¿cómo se mantiene esta catedral en la vida diaria, de lunes a domingo? Hay que pagar luz, agua, limpieza y lavado de ropas litúrgicas y la limpieza de polvo, barrer, aspirar el interior; reposición de los objetos habituales del culto. ¿De dónde sale ese dinero? Pues de limosnas, de un cepillo y de alguna que otra donación esporádica que algún sacerdote o ciudadano piadoso decide dejar. Más bien poco, que nadie piense en tesoros. La catedral abre todos los días y tiene mucho culto cada jornada. Hasta ahora el resultado era no poder abrir el museo, porque no se puede tener a nadie allí sin cobrar por su trabajo. Incluso hasta hace poco no faltaron quiénes criticaban el pago de 50 céntimos o un euro para que se iluminara el Paraíso o el retablo de la capilla mayor. Si querían ver estas obras así, había que pagar por la luz, porque de lo contrario, ¿quién corre con el gasto continuo de iluminación? Si te quieres dar el capricho de ver mejor una obra, pagas de tu bolsillo la iluminación.

Hay quien incluso manifestó que 5 euros por turista es caro «para lo que hay que ver en la catedral». Una afirmación así refleja un fuerte desconocimiento del monumento medieval más importante de Ourense. Ciertamente una ignorancia que lleva al desprecio de tan magno contenedor de más de 700 bienes artísticos de gran importancia. No solo hay que ver sino que hay que saber ver.

Pagar cada forastero 5 euros y cada miembro de grupo 3 excepto los ourensanos, los niños hasta cierta edad, los jubilados, etc. supondrá regular el acceso al templo fuera de los horarios de misas; ordenar las visitas y cuidar mejor la catedral. Se confía en que habrá dinero para sostener su día a día y para tener los espacios abiertos, léase la capilla del Santo Cristo o el Museo. Habrá seguridad, que aunque no lo parezca, es fundamental. No se trata de dinero para los curas, como vulgar y alegremente se dice en distintos foros. Nadie se va a poner rico con esta medida. Incluso hubo quienes no dudaron en criticar que el pasado lunes solamente se recaudasen 100 euros. Habrá, se supone, que dar un margen de tiempo para ver el comportamiento de los visitantes. Y ojalá sea un éxito.

Otro detalle, el de la empresa andaluza. El cabildo eligió a su gusto. Y precisamente el que sea una firma granadina no es una casualidad. De entrada, Andalucía nos lleva ventaja en todo lo referente a la gestión y otros detalles del patrimonio cultural. Su Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, sin ir más lejos, es una referencia más allá de nuestras fronteras. Y la empresa tiene éxito con su gestión en otras varias catedrales y monumentos religiosos españoles. Con esa referencia no es de extrañar que el cabildo se inclinase por quien lleva años gestionando templos como ahora el ourensano. No olvide nadie que aunque la catedral como tal es propiedad de la Iglesia, también lo es de los ciudadanos, que pagamos sus restauraciones, por eso tenemos derecho todos a disfrutar de estas maravillas que los siglos nos han dejado, obviamente, con el respeto al lugar y a los actos que en él se celebran. Patrimonio todo él que nos enriquece culturalmente.

En otros monumentos pagamos y nadie se queja. Sevilla, Granada, Toledo, Salamanca, Segovia, Tui, Santiago, Burgos, Ávila… En Santiago, quien quiera ver las cubiertas, abona 10 euros máximo; las tribunas, 10 euros y así con otros espacios del complejo catedralicio. Si no pagas por entrar en las naves, lo harás si quieres audioguía. En Alcalá puedes estar horas muertas en la catedral Magistral pero si quieres usar la audioguía has de abonar un precio. En Ourense el precio de entrada da derecho a la autoguía. Se paga por defender la cultura, por contribuir al mantenimiento del monumento. Porque, en el caso de Ourense no se entiende su historia del último milenio sin la catedral. En ella se guardan páginas y documentos de nuestro pasado. Material de primera importancia, alguno de esos documentos acaba de ser señalado por la UNESCO. La catedral ourensana es un hito de sabiduría, del ingenio humano, un punto de referencia de la cultura occidental. Abonando los turistas una cantidad se ayuda a que todos puedan disfrutarla, y llegará el momento en que podamos entrar en el museo sin pedir la llave, en que podamos ver la catedral a las dos de la tarde, o a las tres. Llegará incluso el momento en que sea posible recorrer las interesantísimas cubiertas, de las que se habla a fondo en esta misma web. Todo irá llegando. Todo ha de normalizarse y todos hemos de ser lo suficientemente serios como para no caer en lo gratuito, en lo baladí, ni mezclar el tocino con la velocidad. Con las entradas los turistas podrán seguir el recorrido mediante audioguías, con la información básica del templo. Luego están los guías profesionales, que ya tienen sus tarifas, para visitar el templo de otra manera. Hay mucho que ver, mucho que entender entre estos muros, muchos mensajes, simbolismo, lenguajes que es necesario ir conociendo. Se trata de cultura. Por el bien del patrimonio. Nada más, pero tampoco nada menos.

 

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