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OPINIÓN. El turismo como discurso patrimonial

JESÚS MANUEL GARCÍA

Volvemos al turismo como discurso cultural. Volvemos a centrarnos en el papel del guía turístico que tanto precisa una sociedad que apueste seriamente por la promoción y la difusión del patrimonio cultural. El patrimonio cultural es un tema lo suficientemente serio como para convertirlo en cuestión baladí. No me cansaré de decirlo. El discurso tiene que ser, dentro de la adaptación a cada tipo de público, lo más completo posible, sin perder en ningún momento el rigor. Atiborrar al público con fechas y con un listado de nombres no es guiar. Es aburrir a quien viene dispuesto a conocer un lugar histórico un monumento, un sitio arqueológico, un museo, etc. Esos datos están en las guías que se venden en las librerías. La grandeza del discurso del buen guía que enseña patrimonio está en conocerlo bien. Y esto implica conocer el ambiente histórico del monumento. Si una construcción es barroca, pongamos una iglesia, hay que explicar bien por qué es así y no de otro estilo. Es del siglo XVII o del XVIII por qué. A qué se debe ese modus operandi de la época. Qué situación lo provoca y qué mensaje se está transmitiendo, teniendo siempre en cuenta que, si hablamos de patrimonio religioso, la Iglesia no tiene un estilo artístico propio sino que va echando mano de un determinado estilo según la época. ¿Qué hay detrás del barroco? ¿Por qué deriva en el estilo siguiente? ¿A qué se debe, por ejemplo, un edificio renacentista? En definitiva, explicar lo que las guías no explican. Hay que reformarse, estudiar, profundizar. No vale como en cierto ciclo de guías turísticos se ha oído decir, que en plena exposición de la plaza del Obradoiro, antes que hacerla entender, le pidieran al alumno fechas, fechas y nombres, nombres. Pues el Obradoiro, para mostrarlo rigurosamente al turismo, da mucho más que juego por evidentes razones. Hay que citar los nombres de los artistas más destacados pero no centrar la atención en ellos exclusivamente sino en hacer entender  el lugar, contextualizarlo, pues no es suficiente con nombrar sin más los cuatro edificios que la configuran. El guía deberá saber «algo» de las relaciones de poder en la ciudad antigua, de la historia, de los porqués de esa plaza y no ser un simple listín de datos. Los elementos patrimoniales nos están hablando de nuestra historia y hay que contarla, hay que saber relacionar, comparar, asociar. Hacer muchas cosas que en la teoría quedan muy bien ciertamente. ¡Pero mejor quedan en la práctica!  Si se enseña una iglesia, por pequeña que sea, hay que saber incluso de liturgia, para ayudar a entenderla. Pero hay quienes siguen pensando que esto son palabras mayores, cosa del clero y otras lindezas que evidencian bajos vuelos. Por eso mostrar patrimonio no lo hace cualquiera y aquí no vale un roto para un descosido. Recordamos que en los centros universitarios de Turismo se estudia este campo desde el aspecto de la empresa turística, que también es muy importante. Pero el conocimiento del patrimonio cultural es un mundo afortunadamente muy amplio y rico que en esos centros apenas se toca y si se toca es de modo muy básico. Porque un graduado en Turismo no lo es en Arte o en Historia o en Arqueología, a no ser que compagine varias titulaciones. Mostrar patrimonio es apasionante si se muestra como debe hacerse. Es emocionante y es para emocionar. Algo muy serio que provoca satisfacción, diversión y conocimiento. Y ayuda también al desarrollo. Cuando las cosas no se están haciendo del todo bien o no en grado suficiente, vemos territorios que no despegan en el desarrollo cultural desde el punto de vista patrimonial. En Galicia tenemos varios y huelga mencionar ejemplos, pues los tenemos más cerca de lo que pensamos. Aparte de las técnicas comunicativas de la interpretación patrimonial, hay que tener discurso. Un buen discurso. La orquesta no es buena por los instrumentos de que consta. Lo será por la buena música que con ellos se toque. Estamos ya en una época en la que hay que dar el golpe sobre la mesa y exigir un cambio si del turismo cultural queremos vivir. Lo demás son brindis al aire. O jolgorios sin más.

Publicado enGaliciaOpiniónTurismo

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