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Fuerte pulso medieval entre Astorga y Ourense por los límites diocesanos

Tenante de altar del siglo XII en la catedral ourensana. FOTO: J. M. G.
Tenante de altar del siglo XII en la catedral ourensana. FOTO: J. M. G.

JESÚS MANUEL GARCÍA. Hemos leído en la prensa ourensana hace unas semanas que el obispo de Ourense es “el máximo representante de la Iglesia en la provincia”, lo cual es por sí mismo falso. En la provincia de Ourense hay dos obispados, el propio auriense, que abarca buena parte del territorio provincial, desde hace unas décadas; quedando, al oriente, las comarcas de Valdeorras, Trives y O Bolo para el obispado de Astorga (León). Este último conserva en buena medida el territorio del primitivo convento asturicense romano. Y no siempre las relaciones entre ambos obispados fueron tranquilas. Decimos esto porque al menos en el siglo XII las cosas no iban bien por culpa de los límites geográficos. Seguiremos a Augusto Quintana Prieto, investigador que fue canónigo archivero diocesano de Astorga.

   Nos situamos en el pontificado del obispo Amadeo en Astorga, entre los años 1141 y 1143. El emperador Alfonso VII llamó al obispo Amadeo para que se personase en Valladolid, donde iba a tener lugar un concilio que presidiría el cardenal legado pontificio Guido. También estaría presente el propio emperador. A aquel concilio asistieron, además, los arzobispos Raimundo de Toledo y Pedro de Compostela, con todos sus obispos sufragáneos, además de acudir el obispo de Coimbra (Portugal) y los de Pamplona y Nájera sin olvidar a Olorón, que llegaba de Francia. En total se dieron cita como mínimo una veintena de prelados, arzobispos y abades de monasterios tan importantes como Silos y Sahagún. Aquella cita en la ciudad castellana fue la ocasión, dice Quintana Prieto, para que el cardenal legado pontificio y el obispo de Astorga pudiesen hablar de un asunto que estaba candente desde hacía, al parecer, bastante tiempo. Como en Valladolid se encontraba también el obispo de Ourense, quien al parecer era quien echaba más leña al fuego, el cardenal aprovechó para llegar a una solución. ¿Cuál era el problema? Pues que el prelado ourensano reclamaba desde hacía años al de Astorga las tierras de Trives y Caldelas alegando que estaban más cercanos a la sede auriense que a la capital de la diócesis asturicense. El problema no avanzaba por la negativa de los obispos de Astorga a deshacerse de los territorios citados. Pero las cosas empeoraron, dice Quintana, porque el obispo de Ourense consiguió convencer al cardenal Guido y este “sin escuchar siquiera las razones que don Amadeo pudiera alegar a su favor” le dijo que Trives y Caldelas pasaban oficialmente a la mitra ourensana.

   La gran sorpresa que debió llevarse Amadeo se tornó, por su parte, en una negativa a cumplir el mandato del legado pontificio en su diócesis. Todo esto se halla reflejado en una bula con fecha del 27 de abril de 1144, estando ya fallecido el prelado Amadeo. En ese documento revisado por Quintana Prieto se anuncia que el cardenal había impuesto al obispo de Astorga ceder los mencionados territorios de la montaña ourensana a favor del obispo de la sede de San Martiño. No se expresa en la bula cuántas veces el cardenal hizo la petición al obispo asturicense pero todo parece indicar que al menos una de ellas fue en el concilio referido. Amadeo expuso al cardenal que él no podía hacer nada en lo que a la cesión se refería, es decir, que como obispo responsable no podía disponer de unos territorios de los que tan solo era administrador de toda la diócesis y no podía deshacerse de Trives y Caldelas por simple capricho ourensano.

   Augusto Quintana refiere que aquel encuentro terminó de forma violenta al negarse a firmar Amadeo. Ante esto, el cardenal lo amenazó con poner a todas las parroquias de los citados territorios en entredicho, o sea, prohibir el culto católico en esa zona. Amadeo debió decirle que tal medida sería injusta porque los diocesanos no tenían culpa de nada, que él se hacía responsable de la situación. No tardó el legado pontificio en dictar la sentencia de entredicho para el culto católico en Trives y Caldelas, que así estarían hasta que el obispo de Astorga cediese esas parroquias. Por ello los vecinos quedaron sin oficios litúrgicos de ninguna clase, salvo los extremos que el derecho prevee. Amadeo salió de Valladolid y se dirigió por Astorga a los territorios de la polémica para comunicar a todos los feligreses la sentencia del cardenal suprimiendo el culto en la zona aunque, por otra parte, el propio obispo les dijo que no se hiciese caso a tal sentencia y que sus presbíteros continuasen celebrando el culto como siempre.

   Según Quintana, el propio obispo recorrió los pueblos y celebró la misa en sus templos. Esta actitud molestó al papa, Celestino II, que criticó duramente al obispo Amadeo. Este realmente no buscaba enfrentarse con la Santa Sede sino que consideraba que la decisión del cardenal legado era injusta por ver en ella abuso de poder. Quien animaba la polémica era el prelado ourensano, Martín, que gobernó la diócesis entre los años 1132 y 1156. Todo lleva a detectar que el legado se precipitó al dejarse convencer a la primera por el obispo ourensano. Amadeo, al regresar a Astorga de aquel periplo por sus parroquias ourensanas oficialmente en entredicho, continuó su vida normal en el gobierno diocesano hasta que la muerte le sorprendió en los primeros días de 1144. Su pontificado fue breve pero, según Augusto Quintana, “merecedor de respeto y de aprecio por las actividades desarrolladas y por los logros conseguidos”.

   Cuando el cardenal Guido conoció la noticia de la muerte de Amadeo, informó al papa de ello haciéndole ver que, al encontrarse la sede de Astorga vacante, era el momento adecuado para desmembrar Trives y Caldelas de esta jurisdicción eclesiástica. Celestino II recibió las nuevas y encargó al arzobispo de Toledo que en no más de 40 días hiciese él mismo, como primado de España, el traspaso de los dos territorios en liza a la diócesis auriense. Pero el sumo pontífice también añadió en su carta que, solo si el nuevo obispo de Astorga creyese tener algún derecho sobre esos territorios, debería celebrarse una reunión de los dos obispos en discordia ante el arzobispo toledano teniendo este que escuchar a las dos partes y decidir cuál de los dos obispados se quedaría con Trives y con Caldelas. Ate esta carta pontificia, las cosas empeoraron para el obispo de Ourense porque no contaba con que la situación de sede vacante en Astorga fuese tan breve ya que enseguida fue elegido nuevo prelado Arnaldo, que gobernó entre 1144 y 1152. Pero todo parece indicar que cuando la carta del papa llegó, en Astorga ya estaba Arnaldo al frente de la Iglesia pues el servicio de correo en aquel entonces era lento y llevaba varios días, más si la carta venía de Roma. La fecha del texto pontificio es del 27 de febrero de 1144, y ya no se encontraba la sede de Santo Toribio vacante. Ante esto, el arzobispo de Toledo, Raimundo, decidió dejar las cosas como estaban, no habiendo más noticias referidas a este polémico asunto, dice Quintana Prieto, hasta el año 1150. Según un documento del 11 de enero de ese año, dado en Zamora, con motivo de la consagración del nuevo obispo de esta sede, se reunieron varios prelados y el arzobispo toledado en esta ciudad del Duero.

   Arnaldo aún estaba, el día 19, en Zamora, con el emperador y su corte, y aprovechó para intentar arreglar el problema de los límites de Astorga con Ourense a la altura de las tierras trivesas y caldelás. Arnaldo no parece que cumpliera el mandato pontificio de ceder los territorios, al menos Quintana no hallo datos al respecto. El papa Eugenio III encargó al emperador Alfonso de León y al arzobispo Raimundo que interviniesen en esta controversia que tenía en jaque, además de los dos territorios mencionados, también al de Robleda, en Manzaneda. Arzobispo y emperador reunieron a un equipo de personas notables del reino como eran los obispos de Salamanca, Zamora y Oviedo, además del cónsul don Ramiro y a don Ponce, mayordomo del emperador, entre otros hombres respetables. Ante este consejo fueron llamados los obispos de Ourense y Astorga, Martín y Arnaldo respectivamente. Las dos partes aportaron copiosa documentación. Escuchados los contendientes, se llegó a una solución que en palabras del investigador fue injusta por parcial.

   La sentencia ponía en las manos del obispo de Ourense todas las parroquias de Caldelas según baja el río Navea hasta el Sil, salvo la iglesia de San Xoan de Camba, con su burgo y capilla, porque se consideraban heredad de la Iglesia particular de Astorga. A esta diócesis leonesa pasaban también los templos de San Pedro de Navea y San Pedro de Caldelas, junto con todas las tierras de Trives y Robleda, es decir, Manzaneda. En el documento se dejaba claro que si esto no satisfacía a los dos obispos, “sea anatema y reo ante la Curia romana y pague además a la parte del rey quinientas marcas de plata”. Este sentencia se adoptó en Zamora el 19 de enero de 1150 y fue confirmada horas después por Alfonso VII en Palencia, ya que tuvo que partir con urgencia hacia esta ciudad desde Zamora. La carta se la llevaron el arzobispo toledado y los prelados afectados, a la ciudad palentina.

   En 1154 hubo una reunión de obispos y nobles en Salamanca para dirimir otra polémica de límites diocesanos, esta vez entre Oviedo y Lugo. Entre los prelados asistentes estaba el de Astorga, que entonces era San Pedro Cristiano (1153-1156) y que ya tenía la experiencia de lo acontecido en su diócesis cuatro años antes.

Publicado enCastro CaldelasHistoriaOurenseTrives

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